La incursión ucraniana en territorio ruso acerca una negociación: ¿qué pedirá Putin?

Antes del 20 de enero del 2025 y el discurso inaugural en Washington ¿logrará Ucrania consolidar una zona de amortiguamiento en Kursk? Difícil tarea, considerando los ataques diarios de misiles para los cuales no tiene adecuada defensa a los que la somete Rusia sin que los medios occidentales logren comunicar cuán terrible es

Autores09 de septiembre de 2024 Ricardo Israel
Captura de pantalla 2024-09-03 a la(s) 10.32.22 p.m.

Al ser rechazada la toma de Kiev, la guerra evolucionó desde ser una de movimiento a una de posiciones, lo que quedó aún más consolidado después que la contraofensiva ucraniana del 2023 fracasara, ya que los rusos se atrincheraron con éxito.

A partir de entonces la ofensiva y la iniciativa estuvo en manos de Moscú, que hoy controla alrededor del 20% de territorio ucraniano, pero a partir del 6 de agosto Ucrania sorprendió a todos con un muy exitoso ingreso a territorio ruso, ocupando rápidamente más de mil kilómetros cuadrados. ¿Podrá consolidarse? ¿Cuál es el propósito?

Lo que presenciamos difícilmente se hubiera intentado sin el visto bueno de Washington, pero hay que destacar que contrariamente a lo que se ha escuchado, no va a conducir a una escalada, porque tanto este éxito como la falta de respuesta de Rusia, que prefirió continuar con su ofensiva en el Donbass, se explican por un motivo: quizás después de las elecciones de EE.UU. estaremos más cerca que antes de una negociación, que puede ser continuación de un intento auspiciado por Turquía en abril del 2022.

Ha sido una invasión que curiosamente sigue en lo militar el camino que abrió Yevgeny Prigozhin en su hoy olvidada intentona, que tampoco encontró resistencia, y que se detuvo camino a Moscú, por algún motivo que todavía no ha sido adecuadamente explicado.

Durante muchos meses la guerra ha estado esencialmente estancada, a pesar de la ofensiva rusa en el Donbass y la incursión ucraniana en Kursk y probablemente si no fuera por la voluntad de los contendientes ya se hubiera negociado, pero ahora, todo apunta a que la elección presidencial que definirá quien habite la Casa Blanca será clave, como también que hay un nuevo realismo, tanto en Moscú como en Kiev, para que este paso sea dado.

Aunque se inicien las conversaciones después de la elección, habrá otras incertidumbres. La primera es que, como gran potencia, EE.UU. no puede seguir dándose el lujo o proporcionando el espectáculo de una división tan pronunciada como la que hoy existe entre demócratas y republicanos.

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Por su parte, una aproximación a Rusia también debe cambiar, en el sentido que no va a haber un desplome catastrófico de Putin, y, por el contrario, su poder sigue consolidado, y si hubiera una alternativa esta no va a ser de ninguna manera liberal, sino una expresión aún más fuerte del nacionalismo ruso. En todo caso, es bienvenido este doble realismo, por un lado, que el objetivo inicial ruso fracasó por lo que debe aceptar que Ucrania tome sus propias decisiones como también que, por su parte, EE.UU. debe aceptar que no todo en Rusia tiene que ver con Putin, sino que es una sociedad antigua, con fuertes raíces y una historia que tiene grandes continuidades en política exterior, desde los zares hasta hoy día, habiendo sido la URSS la forma que adquirió el imperio ruso bajo el comunismo.

En ese sentido, existen al menos dos temas que son casi sagrados para los rusos, como siempre lo tuvieron claro dos importantes diplomáticos como fueron Henry Kissinger y George Kennan, autor de la política de contención, que en definitiva derrotó a la URSS en la Guerra Fría. El primero es la situación de las minorías rusas que quedaron viviendo en otros países que se independizaron de la URSS, y que en algunos lugares han sido responsabilizadas por el pasado comunista, violándose así derechos individuales y colectivos. La segunda, es el hecho que el quiebre de la URSS fue tan rápido que los nuevos países siguieron la división administrativa existente, en el sentido que 15 repúblicas la conformaban y 15 fueron los nuevos países, recordando un poco lo que ocurrió con el Uti Possidetis existente de facto al quiebre del imperio español en América, con nuevos países que se crearon siguiendo la división administrativa que existía (por ejemplo, capitanías generales), lo que contribuyó a muchas guerras limítrofes en la América Latina del siglo XIX, situación parecida a la que aparecería en el siglo XX en el medio oriente después del fin del imperio otomano, con guerras que siguieron el mismo padrón territorial.

La situación en la ex URSS puede transformarse en un verdadero polvorín con la posibilidad de conducir a muchos otros conflictos, al existir minorías rusas que se sienten perseguidas, y que podrían pedir su integración a Rusia, y que fue el origen de la anexión de hecho que hizo Rusia el 2014 en Ucrania, sin que mediara respuesta o sanción del mundo. El tema de fondo es que con o sin Putin, existe un cierto consenso en variados sectores de la Rusia de hoy, que como sucesora de la URSS piden representar a todas estas minorías de habla rusa, petición a la que también adhería Gorbachov al definirla como tarea que quedo pendiente en sus días en el poder, incluso con promesas mediante.

Sin embargo, una pregunta relevante es si en la OTAN van a haber muchos que van a querer entrar a una negociación con Putin, donde este tema de fondo, permanente reclamo del Kremlin puede surgir tarde o temprano, a mi juicio más temprano que tarde, con la posibilidad que se plantee desde su inicio como un chantaje ruso para respetar la autonomía de Ucrania.

Esa sería una petición que, de aparecer como condición, potencialmente puede descarrilar toda negociación, a no ser que se repita lo de las Coreas en 1953 en el paralelo 38 o lo de países árabes con Israel en el armisticio de 1949, es decir, simples ceses del fuego, que se transforman en fronteras definitivas.

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Por ello, como alternativa a lo que serían manifiestamente los deseos y la conveniencia rusa de una negociación histórica, existe la posibilidad de un escenario diferente, pero que, sin embargo, reconoce una situación de hecho, que lleva ya algún tiempo. Sería, por lo tanto, algo que se iniciaría sin firmar un papel, acuerdo o tratado, dado el fracaso de los Acuerdos de Minsk (1,2), también conocido como el Protocolo de Minsk, cuyo objetivo fue poner fin a la guerra en el este de Ucrania y que fue firmado el 5 de septiembre de 2014 por la Federación Rusa y Ucrania, pero también por los gobiernos de hecho de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, cuyos lideres separatistas recibieron reconocimiento como interlocutores válidos por parte de Kiev. Sin embargo, no se consiguió detener todos los combates, ya que ni Rusia (como invasor) ni Ucrania respetaron lo firmado (autonomía federal para las zonas de mayoría rusa).

Existen indicios que muestran que, por primera vez, tanto Ucrania como Rusia muestran cansancio con la guerra, a pesar de declaraciones que siguen siendo altisonantes en voz de Zelenski y Putin, ya que desde Moscú se dice que no se van a iniciar conversaciones mientras no se “alcancen los objetivos” y desde Kiev se dice que van a intentar ocupar aún más suelo ruso. Sin embargo, los hechos son más fuertes, ya que, por primera vez en mucho tiempo, en ambas capitales se habla simultánea y abiertamente al respecto.

Más aun, tanto militares ucranianos como en el Pentágono reconocen off the record que Ucrania no estaría en condiciones de mantenerse allí si Rusia dirigiera las fuerzas que hoy están en el Donbass ucraniano, la frontera histórica entre los zares y los Cosacos del Don. Aún más relevante, es que, sin explicación la disuasión rusa se haya deteriorado, toda vez que desde el inicio de la invasión han repetido que el ingreso de tropas extranjeras a territorio ruso seria causal para usar armamento nuclear táctico, amenaza que ha perdido protagonismo, sin desaparecer del todo.

En el mismo sentido, no parece que se quiera trasladar tropas que hoy Rusia esta usando en otros frentes contra Ucrania como tampoco se ha hablado de una movilización general. Es de tal modo cierta esta pasividad que Rusia, todavía es conducida militarmente por Valery Gerasimov, el general favorito de Putin desde que sus tácticas hibridas de los “hombrecitos de verde” tuvieran éxito en la ocupación de Crimea, otro elemento no negociable para los rusos, dada su importancia para la flota.

No ha habido reacción en el Kremlin frente a la presión política interna de sectores nacionalistas más intransigentes, y pareciera que tampoco hay apuro antes que las condiciones meteorológicas dificulten o quizás imposibiliten cualquier intento de recuperación territorial rusa, lo que permitiría que Ucrania construya allí fortificaciones defensivas.

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Quizás Putin actúa así ya que no se ve ningún peligro para su estabilidad en el poder. Sin embargo, o entonces, ¿porque se querría negociar con alguien que no solo invadió sin causal alguna y que sigue controlando todos los resortes del poder político en Rusia?

Por cierto, si Trump gana, la negociación es un escenario no solo posible sino también probable, considerando que ha dicho que de ganar va a poner fin a la guerra mediante conversaciones, pero, de todas maneras, habría una ventaja para EE.UU., gane Kamala Harris o Donald Trump, para que sea una posición de Estado, compartida no solo por los políticos, sino también por las burocracias del Pentágono y del Departamento de Estado. El objetivo sería neutralizar la alianza de China con Rusia, que ha sido una derrota de Occidente, considerando que no es solo por Ucrania, sino que fundamentalmente quieren reemplazar el sistema internacional hoy existente, y que como es de conocimiento público, el desempeño militar ruso ha demostrado sus limitaciones como gran potencia, mientras que China es sin duda el único rival que podría desplazar a EE.UU, en lo que es la gran definición geopolítica del siglo XXI, por lo que seria en el propio interés de EE.UU. que esa alianza no siguiera consolidándose.

En ningún caso sería el equivalente al viaje a Beijing de Nixon-Kissinger a reunirse con Mao, para que en 1972 el caos de la China post Revolución Cultural no la hiciera caer al redil soviético, abriendo para ello el mundo y sus mercados a China. No, no seria eso, pero un acuerdo negociado entre Rusia y Ucrania, podría ser también el origen de un acuerdo de seguridad entre Rusia y EE.UU. que vaya, aunque sea parcialmente en el sentido demandado por Rusia de un acuerdo de seguridad post desaparición de la URSS. Seria quizás un acuerdo de hecho, en el sentido que se dio entre Israel y Rusia en el curso de la guerra civil siria, donde estando en bandos opuestos, se pusieron de acuerdo en las líneas rojas a no ser cruzadas. De hecho, hubo comprensión mutua de las necesidades de seguridad del otro, acuerdo que esencialmente sobrevive todavía entre ambos en Siria, en el sentido de no interferirse, muchas veces citado como ejemplo, de acuerdos con Putin que pueden sobrevivir, sirviendo a ambos.

Y no hay duda de que algo de este tipo podría liberar en Rusia, pero también en EE.UU, recursos militares que hoy se consumen en la desconfianza mutua. Por lo demás, eso podría dar la confianza para que Rusia acepte devolver algunos territoritos (Crimea seria no negociable) ya que hoy se ha anexado cuatro territorios mientras que en abril 2022 eran solo dos, y todo acuerdo no debiera ser menos que lo que EE.UU. y el Reino Unido entonces le aconsejaron a Ucrania que rechazara, con el compromiso verbal de dar todo el apoyo necesario, lo que se ha cumplido a medias, como se prueba comparando armas solicitadas y entregadas.

Por el lado ucraniano, la disposición a negociar se nota no solo porque a pesar de la exitosa incursión en Kursk, la iniciativa militar sigue a favor de Moscú, sino sobre todo, en el anuncio que Zelenski viajaría a Washington con un plan de paz, pero a diferencias de viajes anteriores, no solo se lo va a entregar a un presidente que como Biden no está claro si sigue tomando decisiones importantes, o sufre del llamado síndrome del pato cojo, es decir, lo suyo, sería más bien funciones ceremoniales, por lo que también va a ser entregado a Harris y quizás por vez primera a Trump, por lo que la relevancia no sería tanto el contenido como que ambos son puestos al mismo nivel por parte de los ucranianos.

¿Y la OTAN? La verdad es que Europa continuará siguiendo a EE.UU. como es la realidad desde los 90s, expresada, por ejemplo, en que en definitiva fueron bombardeos estadounidenses los que derrotaron a Serbia y pusieron fin a la guerra civil de la ex Yugoslavia, a pesar del discurso europeísta previo que quería que los europeos lo resolvieran por sí mismos. No ocurrió así, y en el caso de las posiciones de Francia que recuerdan al general De Gaulle, la verdad es que crecientemente repiten lo de la primera guerra del Golfo, es decir, críticas que se quedan en la retórica, ya que después de fracasos repetidos en el África subsahariana, donde hubo golpes de estado que los acercaron a Rusia y al Grupo Wagner, a pesar de que allí se abastecía Francia de recursos tan importantes como el uranio para su matriz eléctrica. Por lo anterior, nunca pareció demasiado creíble el anuncio que soldados franceses podrían combatir a los rusos en territorio ucraniano.

Y la verdad es que hablo de este rol disminuido de Europa con dolor. La realidad es que una alternativa a la negociación es la escalada, y la verdad que ese escenario es problemático, y si Europa tuviera más presencia geopolítica sería mejor para la causa de la paz.

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La Guerra Fría coincidió con periodos de buenos lideres en Occidente y además con algo que hoy no existe, la absoluta seguridad que salvo el uso de bombas atómicas no iba a haber ningún enfrentamiento directo entre el Pacto de Varsovia y la OTAN. Ello se debió a que existía total claridad en torno a las líneas rojas, es decir, aquellos temas o lugares, donde no debía haber provocación alguna, ya que eran líneas que existían para nunca traspasarse, como fueron por ejemplo los acuerdos en que en 1945 en Yalta los vencedores se repartieron el mundo de aquel entonces.

Desde entonces los posibles escenarios bélicos pudieron siempre ser manejados, y salvo la posibilidad que se dio en 1962 en Cuba, siempre fueron enfrentamientos por aproximación, pero no en forma directa. Ello se echa de menos ya que hoy, por ejemplo, dependiendo que resulte de la elección estadounidense, es que la alternativa a la negociación sea la escalada en la invasión de Ucrania. Pero, al no existir claridad en torno a la existencia de líneas rojas y si mucha retórica, si hay escalada ¿cómo se la administra para que no sea ingobernable?

Potencialmente podríamos entrar a tierra desconocida por falta de experiencia en quienes toman decisiones, de ahí la necesidad de líneas rojas. Pero lograrlas es complicado, ya que hoy EE.UU. y Rusia, los principales rivales en el ring del armamento atómico, ni siquiera conversan entre ellos, lo que nunca ocurrió en la guerra fría, y no debió haber pasado, a pesar de las políticas de cancelación, incluso de los contactos deportivos y artísticos, lo que generó más conflicto que soluciones. Además, en el inesperado mal desempeño militar inicial de Rusia, se originó el escenario actual, donde la disuasión rusa es creciente y únicamente el uso de armamento nuclear táctico.

El problema es que el uso táctico podría saltar rápidamente a un uso tradicional, con amenazas a las ciudades, ya que no existe lo que pasaba en la guerra fría, que en el teatro bélico europeo había miles y miles de aviones y tanques, cientos de miles de tropas con armamento tradicional que permitían administrar la escalada. Hoy, ello no solo no existe, sino que tampoco hay negociaciones al respecto.

Sabemos por China que una línea roja que los llevaría a la guerra seria, por ejemplo, una declaración unilateral de independencia de Taiwán, pero desconocemos cual serian sus equivalentes en el teatro europeo como sabemos que para Israel sería la bomba atómica iraní. Sin embargo, EE.UU. tiene hoy desafíos con China, Rusia e Irán, y a diferencia de la Guerra Fría, no sabemos cuáles son sus líneas rojas, ni siquiera si la bomba atómica de los ayatolas hoy lo es, como también desconocemos que políticas son de Estado y no de partido en Washington, lo que confunde tanto a amigos como a adversarios. En otro sentido, EE.UU. parece haber aprendido del distanciamiento con Rusia, y ha hecho enormes esfuerzos para mantener canales abiertos al mas alto nivel con China, aunque esta no ha respondido de la misma manera, siendo a veces casi despreciativa en algunas de sus actitudes.

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De la guerra de Ucrania no surgió ninguna tercera guerra mundial, pero sin duda fue la primera guerra global del siglo XXI, a diferencia de Gaza que no ha salido de un marco regional, mientras que tanto la invasión como las sanciones posteriores tuvieron impacto a nivel mundial, al menos en lo que a energía y al mercado de alimentos se refiere.

Si Rusia fracasó en su intento de derrotar rápidamente a Ucrania, también fracasó Occidente en su política de sanciones, ya que Rusia tuvo a China, a su lado, además que creó una red que la ayudó en países de Asia Central y el Cáucaso que han actuado como intermediarios. Rusia pudo transitar a una economía de guerra y hoy produce más municiones y armas que antes, sin que exista la correspondiente autocritica o revisión, lo que hace aparecer a la OTAN como poco decisiva o influyente.

La única conclusión posible es que contra China todo sería mucho más difícil, al menos mientras EE.UU. siga tan dividido como lo está hoy, a pesar que la alianza entre Rusia y China arremete con su propio orden internacional alternativo al creado por EE.UU. Por su parte, la periferia, incluyendo a América Latina, parece irrelevante en el mundo posterior a la guerra ucraniana, ya que un vencedor claro no ha surgido ni parece que surgirá. Es, por lo tanto, un mundo que aparece con escenarios inestables, con avances y retrocesos, lo que también ayuda a aceptar la negociación.

Antes del 20 de enero del 2025 y el discurso inaugural en Washington ¿logrará Ucrania consolidar una zona de amortiguamiento en Kursk? Difícil tarea, considerando los ataques diarios de misiles para los cuales no tiene adecuada defensa a los que la somete Rusia sin que los medios occidentales logren comunicar cuan terrible es. En todo caso, sigue abierto el tema de si hay negociación, quien paga los daños y si se puede prescindir de China y su dinero como también si habrá un ingreso especial para Ucrania a la OTAN y a Europa, o tendrá que seguir en lista de espera.

Más aun, como hay libertad de prensa vendrán con cierta seguridad informaciones sobre quien destruyó los gaseoductos, para enviar energía rusa a Alemania, y aún peor, al ser democracias con independencia de sus tribunales, tanto en Europa como en EE.UU. aparecerán sentencias que no gustarán sobre indemnizaciones a artistas y deportistas que fueron cancelados, como también a oligarcas que fueron expropiados o recibieron presiones para vender, como ocurrió con el dueño del Chelsea.

Lo dijo hace siglos Nicolás Maquiavelo: la moral no siempre tiene relación con la política.

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