«El sistema imperante en la isla –que no es lo mismo que el pueblo– es una función monótona decreciente», explica el cura matemático, «pero la buena noticia es que el régimen no es Cuba», aclara el sacerdote
Documentales17 de diciembre de 2024
Luis Leonel Leon
Abrimos los ojos el mismo año y en la misma isla. Yo nací en La Habana y él en Camagüey. Hace varios años me fui de Cuba (aunque Cuba no se ha ido de mí) y él, como pocos que han logrado salir de nuestro país, se niega a abandonar su terruño en el centro de la isla, aunque seductoras propuestas nunca le han faltado. Siendo amante eterno de las matemáticas, se convirtió en uno de los mejores y más humildes sacerdotes cubanos que conozco. Ambos compartimos el interés por el origen, por los entresijos y misterios de la existencia y, por supuesto, anhelos y preocupaciones por el presente y futuro de los cubanos, atrapados, desde hace más de 65 años, en un túnel aún sin salida a la vista.
Una columna pudiera ser insuficiente para contar su interesante y singular historia, indagar en su filosofía y esperanzas, o explicar su teoría sobre las generaciones cubanas. Tal vez por esas y otras cosas hemos estado filmando algunos diálogos, en diferentes momentos y espacios, con el propósito de hacer una película. Fe y matemáticas: la odisea de un sacerdote en una isla comunista*, así lo titulamos. Castor es un cura matemático que vive en el centro de la Cuba profunda. Y si para un ciudadano común vivir en medio del castrismo es una odisea espiritual y material, para un párroco lo es aún más, pues, mientras persista el régimen, su ejercicio está condenado a la vigilancia y la represión por parte de la policía política. Ante tal escenario, muchos cubanos suelen decir una frase que siempre se queda corta: «No es fácil». Castor también la dice, sonriendo, sin temor ni complejos.
¿Pero quién es el Padre Castor? Corría el primer lustro de la década de 1990. Mientras la Europa comunista experimentaba la transición a la democracia, el libre mercado y el reencuentro con la fe perseguida y casi perdida, Castor José Álvarez Devesa fraguaba el sueño de graduarse como matemático en la Universidad de Oriente, provincia de Santiago de Cuba. Al joven camagüeyano, que aún desconocía su destino, le inspiraban los aires libertarios desatados por el «trío que cambió el mundo», como John O’Sullivan en su libro nombraría a la divina confluencia entre Karol Wojtyla (Juan Pablo II), Margaret Thatcher y Ronald Reagan, que facilitó el fin del rancio comunismo en la vieja Europa.
En el portal del grupo opositor Estado de Sats se explica que «la poderosa fe católica» de Castor «no se inclinó jamás ante la doctrina atea que, durante más de 6 décadas, ha impuesto en varias generaciones la Revolución cubana para resquebrajar la familia, la libertad individual y la sociedad civil. Adoctrinamiento contra el que, desde entonces, se ha pronunciado abiertamente».
En una entrevista con la Asociación Católica Mundial para la Comunicación (Signis), el cura expresó: «Nosotros creemos en Dios, que es amor, y Jesucristo —nuestro faro, nuestro fundamento— nos enseña que amar es la clave: amar a Dios sobre todas las cosas, amar al prójimo como a uno mismo. Por eso, amar, en la religión, en la política, en la vida. El que más ama más vive, más fuerza tiene para vivir».
En las aulas universitarias el lozano matemático alzaba su voz, como pocos, en contra de los reglamentos totalitarios que cercan la llamada «educación» (adoctrinamiento) socialista. Desde aquellos años defendía la «asistencia libre», criticaba las pésimas condiciones de los albergues y discutía sin pelos en la lengua sobre temas políticos «prohibidos», hasta llegar a convertirse en una piedra en la bota castrista.
No en balde hay una frase del Papa San Félix III que el Padre Castor suele citar: «Cuando la verdad no es defendida termina siendo oprimida y cuando el error no es combatido termina siendo aceptado». Poner a Dios por delante de la revolución sigue siendo no sólo un acto de disidencia, sino también una afrenta para el castrismo. Vivir con esta máxima de la doctrina católica, unido a su posición contestataria, fueron razones más que suficientes para obviar sus calificaciones sobresalientes y, como «la universidad es para los revolucionarios» (máxima castrista), lo expulsaron en el cuarto año de una carrera donde se destacaba entre los más brillantes. Pero no lograron despojarlo de su amor por las matemáticas y el conocimiento.
El Padre Castor en el salón Padre Félix Varela, Ermita de la Caridad (c) Colección Fugas
De cualquier modo, aquél acto represivo quizás fue el impulso decisivo para entregarse a los estudios eclesiásticos, primero en el seminario de San Carlos y San Ambrosio, en La Habana, y luego en Roma. Desde niño formó parte de la Iglesia, siempre le ha apasionado la teología y tanto en la escuela como en la universidad nunca dejó de rezar sin temor o complejos ante la imposición y la propaganda ateísta.
En el 2001 se ordenó como sacerdote y regresó a su isla convencido de que «donde más se necesita a un cura es donde más problemas hay». Recordando su comienzo en el ejercicio del sacerdocio, escribió en su página de Facebook hace tres años: «Dios es amor. Muchas gracias Jesucristo por llamarme para salvarnos. XX Aniversario de la Ordenación. Paz y esperanza. Dios nos bendiga». Y hace unos días, hablando de eso, me dijo: «Por supuesto que no es fácil, como se dice en Cuba, pero nunca he tenido dudas, siempre he sentido que no me equivoqué, que elegí bien, que este es mi camino».
Es una convicción demostrada. «Desde hace varios años el Padre Castor ha acompañado a su pueblo, defendiendo, desde el amor y la verdad, la libertad de Cuba. Está convencido de que cerrar los ojos ante el sufrimiento del pueblo es contrario a lo que debe ser la misión de la Iglesia. Días después del 11 de julio dijo, muy claramente, que «los sacerdotes también han de consagrar al mundo en el terreno político». Algo con lo que él ha sido coherente», manifestó Antonio Rodiles, líder de Estado de Sats, en apoyo a las ideas de su amigo.
En su charla con Signis, días después de las multitudinarias protestas del 11 de julio, el párroco camagüeyano recordó que «la Doctrina Social de la Iglesia contiene las enseñanzas de su magisterio acerca de lo social. Hay un momento en que para la enseñanza cristiana toca mostrar la riqueza de esta Doctrina Social, que lleva la fe a lo social, a la experiencia humana. Creo que este es el momento en que nos toca, en Cuba, aplicar la Doctrina Social de la Iglesia, que hace que se cumpla por parte de la Iglesia –la esposa de Cristo, la que lo conoce a él– el misterio de su Encarnación».
Para Claudio Fuentes, fotógrafo independiente y activista de Estado de Sats, «Castor es un ser hermano vanguardia, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo, en aplicar en su cotidianeidad la Doctrina Social de la Iglesia. Es esencial que la Santa Sede y otras altas esferas de la institución católica comprendan que sacerdotes comprometidos en tan cristiana convicción son un ejemplo a seguir. El presente y futuro de Cuba le necesita mucho».
En su perfil de Facebook suele transmitir sus homilías desde su natal ciudad de Camagüey y en reiteradas ocasiones ha denunciado los ataques a los derechos y las libertades que sufren los cubanos: «Dios es amor. ¡Libertad para los manifestantes pacíficos! El pueblo debe tener su espacio para la libre expresión política! Paz y esperanza Dios nos bendiga», ha dicho. «En los últimos tiempos me han estado cortando el Internet. En las primeras ocasiones pensé, otorgándoles el beneficio de la duda, que era una cuestión general, por las malas conexiones, los apagones (los cortes de energía eléctrica que ordena el régimen), pero luego he comprobado que a mi lado todos los demás tienen Internet (datos móviles) en sus teléfonos, pero yo no. ¿Qué cosa más rara, no?», pregunta sonriendo con clara ironía.
El Padre Castor durante el rodaje de "Fe y matemáticas: la odisea de un sacerdote en una isla comunista" en la Ermita de la Caridad (c) Colección Fugas
En las manifestaciones populares masivas del 11 de julio de 2021, mientras caminaba por su ciudad natal protegiendo a sus feligreses de la violencia policial, el Padre Castor fue herido: uno de los represores lo golpeó en la cabeza con un bate. «Y no un bate hecho para jugar baseball, sino hecho para golpear, para ser utilizado para disolver manifestaciones, en ese caso legítimas y pacíficas». En castigo a su postura transparente y esencialmente católica en cuanto a la libertad, el régimen castrista mantuvo al Padre Castor «regulado», un eufemismo que emplean para disfrazar la violación de libertad de movimiento de los cubanos.
El Padre Castor ha declarado que a los «pastores y consagrados» es a quienes corresponde la tarea de «guiar a todos, también a los políticos». Fundamenta esta creencia recordando que «Cristo convulsionó en su momento todas las esferas, incluso la política. Lo mismo calificó a Herodes que a los fariseos, enfrentó al Sanedrín judío, que ubicó a Pilatos y lo evangelizó. Yo creo que, como decíamos con la clave del amor, nos toca amar a la Patria, amar a los cubanos, y poner nuestro corazón para que nuestra sociedad sea como el Reino de los Cielos, y se cumplan esas palabras que rezamos: Venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».
Su anhelo está alineado con quienes han demostrado que es posible trascender el pánico que los totalitarismos siembran, como hierba mala, en las sociedades: «Quiero y sueño con que se explote nuestra alegría, esa proverbial alegría del cubano extrovertido. Que podamos nosotros alegrar al mundo con todo nuestro liderazgo, todo lo que se nos ocurra. Quiero una Cuba resucitada. Que así sea».
Su página de Facebook alberga cientos de mensajes de sus feligreses, vecinos, amigos y opositores al castrismo dentro y fuera de la isla, quienes le agradecen por su especial labor durante más de dos décadas de sacerdocio y defensa de la libertad. Precisamente, en sus charlas sobre la libertad de Cuba, el Padre Castor suele recordar una de las célebres enseñanzas espirituales del Padre Pío: «Siempre debemos tener coraje, y si nos llega alguna languidez espiritual, corramos a los pies de Jesús en el Santísimo Sacramento y ubiquémonos en medio de los perfumes celestiales, y sin duda recuperaremos nuestra fuerza», repite para nosotros y para él.
«La fe es una fuerza inmensa. No tiene sentido la vida sin ella. ¿Por qué renunciar a su poder? Y compartirla nos hace más fuertes. Estoy seguro de que conseguiremos la libertad a través de la fe y la verdad. No hay otro modo», sostiene en una de nuestras recientes charlas mientras rodamos el documental en la Ermita de la Caridad, en Miami. «El cine documental nos da la posibilidad de pensar y mostrar la vida real, lo cual es un ejercicio en la verdad, que alimenta nuestro espíritu, que nos ayuda a comprender y crecer en todo sentido», dice.
En algunas plataformas hemos compartido fragmentos de nuestra película en construcción sobre la vida y las ideas de este sacerdote tan especial, querido, valiente y comprometido «con el espíritu de la verdadera Cuba, con todos los cubanos». En el filme, a través de la historia del Padre Castor se cuenta también la historia de los cubanos, en la isla e incluso en sus exilios, en busca de una libertad que nos fue arrebatada y que nos dejamos arrebatar «por desviarnos del camino».
«Cuba es una nación. Cuba es de los cubanos. La semana pasada, conversando con un amigo matemático, llegamos a la conclusión que el sistema imperante en la isla –que no es lo mismo que el pueblo– es una función monótona decreciente», explica el cura matemático, «pero la buena noticia es que el régimen no es Cuba», aclara. «De ahí que, regresando al camino del cual nos apartamos, la nación recuperará su fuerza, será libre, crecerá y abrazará los beneficios de la fe, el amor y la prosperidad, sin duda alguna, para todos los cubanos. Dios es amor. La libertad y el amor, que de él emanan, son regalos que nos pertenecen a todos».
MENSAJE A QUIENES DESEEN APOYAR LA PELÍCULA SOBRE EL SACERDOTE CUBANO CASTOR JOSÉ ÁLVAREZ DEVESA:
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