Padre Castor José Álvarez Devesa: “Tenemos el gran desafío de ser libres en lugares donde no hay libertad”

Debemos hablarle claramente a las autoridades de Cuba, mostrándoles un espejo de lo que está ocurriendo en el pueblo y del papel que ellos están desempeñando al restringir la libertad. Sería importante invitar a nuestro pueblo a la oración. Creo que la oración que los obispos han realizado es un primer paso", la agencia CubaNet conversó con el sacerdote crítico del régimen

Religión11 de junio de 2024 CubaNet (desde Cuba)
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El padre Castor José Álvarez Devesa, de 50 años, no limita su trabajo a la ciudad de Camagüey, donde vive: se aventura más allá, hacia las comunidades rurales que rodean la tercera mayor ciudad de la Isla. Allí, brinda ayuda y transmite la palabra de Dios a aquellos que más lo necesitan, asegura. No obstante, su trabajo no es bien recibido por todos: por sus críticas al régimen, también se ha vuelto blanco de la Seguridad del Estado.

Usted estudiaba una carrera de Ciencias Técnicas, pero lo separaron de la universidad, ¿por qué lo privaron de este derecho?

―Yo estudiaba licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Empecé en el año 1989 y, cuando estaba en cuarto año y me quedaban tres semanas para terminar el curso, en 1993, se llevó a cabo una reunión donde se afirmó que “la universidad era para los revolucionarios”. Durante la reunión, se mencionó que había personas que expresaban ideas contrarias a la “Revolución” y que debían callarse. Ante esto, decidí que no me iba a callar. Citando a Martí, quien dijo que “la libertad es el derecho que tiene todo hombre de pensar y hablar sin hipocresía”, manifesté que no iba a quedarme en silencio. Como consecuencia de expresar ideas contrarias a la ideología de la “Revolución”, fui separado indefinidamente de la universidad.

¿Por qué inició los estudios para ser párroco? ¿Cómo era la Cuba de aquellos años para las personas que mostraban su fe religiosa?

―Yo tenía mi novia, estaba en la Vocacional y estaba estudiando para un concurso de Matemáticas cuando me viene desde lo profundo del alma una pregunta: ¿estás seguro de que quieres casarte con tu novia o será que Dios quiere que tú seas sacerdote? En ese momento pasa como cuando el profesor está en el aula y dice “tú”, y tú miras hacia los lados, como viendo si se refiere a alguien más, y el profesor dice “contigo”. Después de ese forcejeo, le dije al Señor: “Bueno, está bien, si quieres que sea sacerdote, yo lo voy a ser”.

Mi novia estaba en Moscú; su abuela era rusa y ella estaba de vacaciones visitándola. Así que esperé a que ella regresara el 8 de septiembre, día de la Virgen, y le dije que quería ser sacerdote. Al decírselo, comprendí que tenía que meditarlo, pensarlo bien. Pasé varios años meditando esa llamada, hasta el 94, que fue cuando entré al seminario.

Desde el año 88 sentía que me interesaba lo que le pasaba a la gente. Comprendía que Dios me había dado un interés por las personas, por sus vidas, por lo que les pasa. Y evidentemente eso tiene que ver con el sacerdote, que busca que las personas estén bien con Dios, que tengan una buena relación. También me interesaba transmitir. Sentía que era poco transmitir las matemáticas cuando podía transmitir la vida, que es Jesucristo.

Era un tiempo de ateísmo cuando entré al seminario. Estábamos en Periodo Especial y era un momento en que la gente estaba yendo a la iglesia. Era un momento de crisis sociológica debido a la caída del comunismo en Europa. Venían muchos jóvenes, mucha gente buscando la Iglesia, buscando a Dios. Esa fue la circunstancia en la que yo entré al seminario. Después, en 2001, fui ordenado sacerdote aquí en Camagüey. Fue un momento en el que empezamos a buscar que se extendiera el Evangelio. Estuve trabajando en las misiones, yendo de casa en casa para que la gente conociera la fe y animando a las comunidades donde estaba.

¿En qué momento y por qué comienza a disentir del Gobierno?

―Cuando estaba en la escuela primaria no conocía mucho sobre las condiciones del país y pensaba que Fidel era bueno y que los que estaban en contra no estaban haciendo las cosas bien. Sin embargo, cuando estudié en La Habana, empecé a ver las diferencias y me di cuenta de que no todos éramos iguales. Las autoridades vivían una vida distinta y no dependían de la libreta de abastecimiento. Tuve un amigo cuyo padre era un preso político y tuvo que irse al extranjero porque se puso en contra de Fidel. Me di cuenta de que las cosas no eran como parecían y comencé a disentir.

Cuando entré a la universidad, empecé a expresar mis criterios y eso hizo que me expulsaran. Después estuve en el seminario y logré estudiar Doctrina Social, en México. Aprendí sobre lo que Dios quiere para la sociedad y cuando regresé a Cuba, entendí que tenía que hacer un voto de silencio para poder entrar al país, pero después del acuerdo entre Cuba y Estados Unidos, sentí la necesidad de aclarar lo que Jesucristo quiere para la sociedad y para Cuba. Mi objetivo ha sido iluminar en la sociedad la doctrina social de la iglesia y la verdad sobre Jesucristo, el hijo de Dios.

¿Cuáles han sido las consecuencias de su oposición al Gobierno cubano? ¿Ha enfrentado represión o violencia?

―La consecuencia de vivir sabiendo que te están vigilando es que tienes una sensación constante de persecución y de no tener todas las posibilidades que podrías tener si actuases sin restricciones. Esto ha hecho que mejore como sacerdote, ya que había algunas cosas que no hacía bien, pero al estar vigilado, tengo que hacerlas correctamente. Por otra parte, he tenido la gracia de conocer a personas reales y esto ha abierto mi mente. Puedo ayudarlos en sus vidas personales y trato de hacer el bien.

El 11 de julio de 2021, para no abandonar a los hijos que algunos ya sabían que estarían en esa manifestación, me fui a la casa de [la periodista independiente] Iris Mariño. Henry Constantín [director del medio independiente La Hora de Cuba] me había escrito que iba a salir. Pensé: ¿cómo dejarlos? Es como un padre que no puede dejar a sus hijos solos. Esto me costó que me golpearan y me hicieran una herida, además de pasarme una noche en el calabozo. Después me pusieron una medida cautelar que prohibía mi salida del país; solo tenía permiso para salir del municipio y de la casa cuando fuera necesario. Esta fue una medida que me impusieron cuando me soltaron de la cárcel.

Realmente, no me quedé en casa. Dije que iba a salir, como Cristo cuando le dijeron que Herodes lo buscaba. Después de algunos meses, estuve en los juicios de los jóvenes como testigo de Dixan y de Ángel Jesús, el hijo de Ailex Marcano. Después de eso, pude salir. La tensión es parte de las consecuencias que uno enfrenta.

Extractos del largometraje documental "Fe y Matemáticas: la odisea de un sacerdote en una isla comunista", que tiene como protagonista al Padre Castor José Álvarez Devesa, de la Iglesia del Sagrado Corazón en Camagüey, en el centro de la isla, quien en ásperas condiciones lleva el mensaje católico y ayuda a los más necesitados en su país.

¿Cómo ha utilizado las redes sociales para promover la fe y denunciar los crímenes del régimen cubano?

―Gracias a Dios, el hombre ha podido encontrar una manera de comunicarse más abiertamente a través de internet. Mi amigo [Atonio] Rodiles me decía que debería publicar, así que decidí compartir partes de la doctrina social de la iglesia, cuestionando el sistema comunista de Cuba y tratando de iluminar y cuestionar el sistema imperante. Me enfoqué en transmitir la palabra de Dios a través de homilías y evangelios, seleccionando temas y tiempos específicos. Además, las entrevistas y los encuentros con opositores y disidentes me permitieron propagar el reino de paz y justicia, aprovechando las oportunidades que brindan los medios de información y los periodistas para dar a conocer la verdad.

¿Cómo describiría al pueblo cubano que usted ve en su iglesia, en las calles de Cuba? ¿Qué palabras de aliento tiene?

―Es un pueblo golpeado y sufrido que está viviendo una situación muy dura debido a la escasez de comida y medicamentos. Muchas veces la gente está desanimada y se encuentra en las calles o en las aceras de sus casas, con desánimo y tristeza. Muchas veces, los cubanos se muestran tristes y sin esperanzas. Por ese lado, tratamos de que Jesucristo sea nuestra fuerza y poder para llevarles el Evangelio.

¿Qué les digo a la gente en la calle? Que recen, que recen el Evangelio. (…) El otro día le decía a una persona que hay poderosos que a veces nos dominan, pero Dios es más poderoso, él está por encima de todo. Los cubanos somos muy echados para adelante para luchar, pero tenemos que saber que el hombre tiene un límite y que Dios es quien nos puede iluminar. Realmente, mi esperanza está en Cristo. Lo que quiero es que nuestra nación sea más cristiana. Si todos los dirigentes de nuestra nación imitaran a Jesucristo, cambiaría toda la situación, porque Cristo es la verdad, porque Cristo dijo: “Yo no vine a ser servido sino a servir, a vivir en la verdad y en la justicia”.

Yo sueño con que los aeropuertos de Camagüey estén atestados de gente. La gente me mira y dice que estoy loco, pero yo tengo esa ilusión de que cuando todo cambie, la gente venga.

Miembros de la Iglesia Católica en Camagüey y en otras partes del país disienten del régimen cubano. ¿Qué falta para que se sumen más?

―Hay un llamado especial de Dios en el que creo que debemos dar un paso adelante: en nuestra libertad de expresión en la sociedad. (…) Tenemos el gran desafío de ser libres en lugares donde no hay libertad, para poder guiar a los demás en este camino. Algunas autoridades pueden pensar que la forma correcta es hablar en secreto con ellas y presentar todos los problemas, mientras que otros creemos que no hemos logrado un cambio y que debemos llamar la atención de las autoridades públicamente. Esto implica un paso, y creo que no todas las personas tenemos la misma gracia. Cada uno tiene su papel: periodista, maestro, artista…

Creo que la Conferencia de Obispos ha hecho algo muy bueno al pedir una oración por nuestro pueblo al final de cada misa. Realmente, la Iglesia somos todos los católicos y muchos tienen una dimensión política. Sin embargo, los pastores, los curas y los obispos no debemos tener una dimensión política. A veces, los laicos quieren que los líderes de la Iglesia tomen partido, pero eso no es posible. Esa tarea le corresponde a los laicos, y si comprenden su misión en la sociedad, podrán surgir nuevas personas comprometidas.

Si estuviese en sus manos, ¿qué cambiaría del papel de la Iglesia Católica en la Cuba de hoy?

―Lo que está en mis manos es mejorar como sacerdote y tratar de acercarme a aquellas personas que están injustamente presas. No solo me refiero a los presos del 11 de julio, sino también a los muchos que hay en toda Cuba. Creo firmemente que todos debemos hacerlo.

Debemos hablarle claramente a las autoridades de Cuba, mostrándoles un espejo de lo que está ocurriendo en el pueblo y del papel que ellos están desempeñando al restringir la libertad. Sería importante invitar a nuestro pueblo a la oración. Creo que la oración que los obispos han realizado es un primer paso. (…).

Considero fundamental hacer entender a las personas que el Evangelio de Cristo puede ayudarnos a liberarnos del mal, tanto en nuestra patria como en la sociedad y la política. Esto también tiene un impacto positivo en nuestra economía, en nuestras familias y en todos los aspectos de la sociedad.

Podemos explicar libremente cómo el Evangelio de Jesucristo puede iluminar a la sociedad y brindarnos paz y felicidad.

Entrevista publicada originalmente en CubaNet

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