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Un año después de la masacre perpetrada por Hamás: claramente es Irán contra Israel
La invasión del 7 de octubre fue la mayor masacre de judíos desde el Holocausto, precipitando todos los acontecimientos posteriores...
Autores07 de octubre de 2024 Ricardo IsraelCon el ataque de Hamas se inició lo que se sigue viviendo en el Medio Oriente. Pareció solo otro episodio del conflicto palestino-israelí, pero un año después, es para todos y en forma muy visible, Irán versus Israel. Quizás, dentro de un año va a ser evidente para todos, que es más que esto, ya que probablemente solo se está viviendo la primera batalla abierta de la yihad contra Occidente que los ayatolas han venido promoviendo desde 1979 con la Revolución Islámica y aunque le cueste asumir a Washington, EEUU es el “gran” Satán e Israel, solo el “pequeño”. Por ahora, lo confronta en gran medida solo y con mucha incomprensión.
Y para entender porque no ocurrirá es útil recurrir al aparato conceptual del historiador francés Fernand Braudel y su distinción entre historia “corta” e historia “larga”. En su visión, la historia no necesariamente fluye en línea recta, sino que hay una historia más “corta” y otra más “larga”, pudiendo muchas veces acelerarse. Es así, como a partir de un estudio clásico del mundo mediterráneo (1) distingue tres niveles del tiempo histórico: la larga duración (donde la estabilidad es muy grande, al obedecer a estructuras y culturas), la coyuntura (que es un estadio intermedio) y el acontecimiento (que es verdaderamente una especie de “espuma” de la historia). En ese sentido, el Medio Oriente obedece a la larga duración, todo tiene una mayor estabilidad de lo que parece por obedecer a la historia larga, a diferencia de un acontecimiento que es historia corta, en el sentido que no siempre perdura, por llamativo y noticioso que parezca. En ese sentido, hechos espectaculares como pueden ser guerras o imperios transitorios que se suceden unos a otros, no modifican esencialmente las raíces.
Acontecimientos del tipo de la segunda guerra del Golfo y la caída de Saddam Hussein no trajeron consigo una occidentalización, sino que, al contrario, entregó a Irak al dominio o influencia de Irán. Tampoco la llamada “primavera” árabe produjo ninguna democratización generalizada, sino un retorno a fuerzas tan tradicionales como el fundamentalismo de los Hermanos Musulmanes quienes ganaron la Presidencia en la primera elección que se llevó a cabo con posterioridad en Egipto, país símbolo de ese levantamiento.
De ahí, mi afirmación que lo que estamos presenciando difícilmente va a conducir a una “remodelación” optimista del Medio Oriente, sino que tarde o temprano, el mundo occidental va a tener que aceptar que hay una ofensiva muy fuerte, que desde Irán cuestiona toda la construcción histórica llamada Occidente, y la triple herencia recibida de su historia larga: la ilustración, la greco-romana y la judeocristiana.
Aunque todavía no sea visto así, por ahora, en su representación el conflicto lo enfrenta Israel, que tiene una trayectoria de ganar militarmente las guerras que le son impuestas, pero de fracasar en la obtención de la paz. Hoy, dos cosas son ciertas. La invasión del 7 de octubre fue la mayor masacre de judíos desde el Holocausto, precipitando todos los acontecimientos posteriores, incluyendo una respuesta israelí que ha generado la mayor cantidad histórica de víctimas palestinas.
Llamativo es también el hecho que el origen de esta guerra es frecuentemente olvidado por la gran prensa occidental como también se menciona poco que todavía hay 104 rehenes en alguna parte de Gaza de los cuales nada se sabe. Llamativa ha sido también la actitud de muchas organizaciones feministas y LGBTQ+, que han simpatizado con quienes no aceptarían su existencia en sus países. Por su parte, el antisemitismo o judeofobia reapareció prácticamente en todas partes, mostrando la persistencia de la fobia más antigua de la humanidad.
Nos ha mostrado también a un EEUU lleno de dudas en su rol de potencia, profundamente dividido internamente, que ha perdido disuasión y hoy se ve desafiado a todo nivel, por la alianza entre China y Rusia. A nivel internacional, también somos testigos de menor cantidad que la esperable de apoyo a Hamas en las calles árabes, y mucha, quizás demasiada en universidades y ciudades de Europa y EEUU.
Israel parece haber resuelto el tema militar, pero todavía no tiene nada definido sobre el tema político de quien se hará cargo del gobierno y administración de Gaza, lo cual aleja la consecución de sus objetivos de largo plazo. En todo caso, hoy avanza militarmente en EL Líbano, con una intervención cuyo objetivo es expulsar a Hezbolá del sur de ese país, para que se pueda producir el retorno a sus hogares de los residentes israelíes de las ciudades del norte de Israel que debieron abandonarlas el año pasado, como consecuencia de los ataques diarios de Hezbolá desde territorio libanés. De lograrlo, en la práctica significaría que se pudiera implementar la resolución 1701 de las Naciones Unidas, que después del enfrentamiento del 2006, el Consejo de Seguridad estableció la desmilitarización y la ubicación de Hezbolá al norte del Rio Litani.
Al escribir esta columna hay una tensa espera de la decisión que seguramente Israel ya tiene tomada, acerca de cómo responder al ataque recibido de casi 200 misiles desde Irán el martes 2 de octubre. El año nuevo judío debe haber servido de estímulo a Teherán, así como puede haberle servido de pretexto a Israel para demorar la respuesta. No solo influye su posible impacto en la disputada elección presidencial de EEUU, sino también por sus consecuencias políticas en el Medio Oriente, sobre todo en los países árabes sunitas y por las consecuencias económicas en todo el mundo, si Israel decidieron atacar, como puede hacerlo, paralizando la producción petrolera, lo que afectaría no solo a Occidente y aún más al tercer mundo, sino también a China, que le compra a Teherán un porcentaje importante de su combustible, a precio menor al del mercado.
En abril fracasó el primer ataque iraní, donde Israel tuvo el apoyo de EEUU y también de varios países árabes, confirmando, de hecho, la alianza que existe frente a Irán. Igualmente, este segundo tampoco produjo grandes daños, gracias a su liderazgo mundial en defensa antimisiles, especialmente la Cúpula de Hierro y otros adelantos tecnológicos que lo ponen en la avanzada en relación con otros países, y, sobre todo, permiten un número de víctimas muy bajo con relación a los miles de cohetes y misiles que se reciben.
Ello confirmaría la visión de los especialistas que hoy Israel tiene superioridad militar, de inteligencia y tecnológica sobre Irán. Sin embargo, ese no es el punto, ya que igualmente importante es que demostró que puede llegar con sus cohetes a territorio israelí en pocos minutos, y en la perspectiva de que contengan carga nuclear, no basta que hasta el momento no hayan causado daño o casi todos hayan sido interceptados. Es así como la petición de EEUU de que Israel en su respuesta no ataque el programa atómico, en ningún caso puede asegurar que el próximo ataque de misiles, no vaya a tener una carga nuclear, como tampoco química o biológica.
El tema de fondo es que una vez que un conocimiento penetra en una sociedad, ya no lo abandona. Y la sociedad iraní tiene historia milenaria como sucesora del imperio persa de la antigüedad, contando hoy con una población educada, recursos y científicos. Es mucho más desarrollada que un país pobre que desde hace años tiene la bomba como Corea del Norte.
Al respecto, también era pobre Israel cuando consiguió la suya entre fines de los 50s y principios de los 60s. Nunca la ha detonado, solo ha asegurado que no va a ser el primer país en hacerlo. Irán cuenta con el conocimiento científico, y la duda es si dispondrá de la tecnología para convertir ese poder en arma de destrucción masiva.
En el último año han ocurrido tantas cosas que están teniendo lugar y que antes no pasaban. En lo que a EEUU se refiere, no ha cambiado su disposición a apaciguar a los ayatolas en vez de confrontarlos. Tampoco ha cambiado la comprensión de Arabia Saudita y los otros países árabes sunitas de la región, de compartir con Israel el temor a Irán y su bomba atómica, y de entender los primeros que ante la actitud de EEUU, solo Israel está disponible para intentar acabar militarmente con el programa iraní. Y el año de guerra no ha alterado esa realidad nueva del Medio Oriente, que fue un elemento crucial en la decisión de que Teherán respaldara el ataque de Hamas del 7 de octubre, ya que estaba detrás la idea de evitar así que se firmara un Acuerdo de Paz con Arabia Saudita, lo que se consiguió, por ahora. Esa fue y sigue siendo su ganancia.
Por su parte, Yahya Sinwar y quienes dieron la orden, esperaban y creyeron que era el momento de que se les uniera en contra de Israel todo el eje de resistencia con Hezbolá en el Líbano, los Hutíes en el Yemen, la Yihad Islámica en Cisjordania, las milicias proiraníes en Irak y Siria, y todo con la coordinación de la Guardia Revolucionaria, la misma que estuvo a cargo en las dos oportunidades del envío de los misiles desde Irán, además de ser una organización que solo recibe instrucciones directas del Líder Supremo, la máxima autoridad.
Buscaban crear una nueva realidad militar y política en el Medio Oriente, pero un año después, con la destrucción de Hamas como fuerza combatiente, es evidente que el desempeño de Israel dijo otra cosa, aunque sin un plan político para Gaza, pero es muy improbable que esto sea una victoria definitiva, lo que en el caso de Gaza y de la Autoridad Palestina pasa por una estrategia que considere una contribución destacada de los países árabes cercanos a Israel, lo que hoy por hoy no se ve realista.
Sin embargo, algo no ha cambiado, y es que Irán está convencido que Israel va a atacar, tarde o temprano, su programa de armamento atómico. Por lo tanto, su incentivo es acelerar la bomba, ya que ¿cuándo va a tener Jerusalén una oportunidad de ataque como la actual?
También existe la posibilidad que sin apoyo de EEUU Israel no cuente con el tipo de bomba de profundidad que permita llegar a lugares enterrados a gran profundidad, y sea o no esa razón, y sorprenda o no Israel con otra tecnología de ataque, lo más probable es que una nueva y obligada oportunidad vuelva a ser cuando ya no tenga alternativa, e Irán esté a punto de producir su arma. Sin embargo, allí surgiría otro fenómeno, ya que el hecho que Irán posea ya su bomba atómica precipitaría una gran proliferación en distintos países de la región, ya que solo en el Medio Oriente, y por distintas vías y motivaciones, la buscarían al menos Arabia Saudita, Egipto y Turquía, lo que desordenaría aún más el esquema de poder internacional.
No hay duda de que se vive un escenario distinto, y uno muy plástico, que recuerda en cierto sentido a la Primera Guerra del Golfo, donde a pesar de la derrota militar de 1991, no solo se mantuvo Saddam, sino también que, en 1993, inesperadamente, llegaron a un acuerdo Israel y la OLP de Yasser Arafat para crear la Autoridad Palestina, que no produjo los resultados esperados para ninguna de las partes.
Ahora se han cruzado tantas líneas que se suponían rojas, y la destrucción ha sido tal, que si los países árabes sunitas se comprometen lo suficiente se podría avanzar, también inesperadamente para algunos o muchos, en un nuevo intento de negociación, si es que existe el paraguas mencionado.
Quizás también con el liderazgo y participación (y billetera) de Arabia Saudita, quien siempre ha dicho, que para que exista un Acuerdo público con Israel se debe avanzar paralelamente en una negociación real con los palestinos, que tenga un Estado como meta. Algunos dirán que ese barco ya zarpó y que la desconfianza hoy es absoluta en ambas partes, faltando lo que no ha estado presente desde 1948, la disposición, primero de la Liga Árabe, y desde Oslo, Palestina, a aceptar un Estado al lado del otro, y no un Estado en vez del otro, y la comprensión que lo que dispone la resolución original de las Naciones Unidas, es la creación de un Estado árabe, pero también de uno judío.
Además, hoy todo es posible, y todo puede ser, si Hamas e Irán quedan sin posibilidad de descarrilar nada. No va a haber una “remodelación” occidentalizada o liberal del Medio Oriente. No, ya que no tendría nada que ver con la historia larga del Medio Oriente, pero si se necesita comprender que triunfo y derrota no tienen el mismo significado que en Occidente o en otros lugares y culturas de desarrollo diferente.
Por lo mismo, a diferencia de otros grupos armados, en otras partes del mundo, no importando cuan duramente sean derrotados, los militantes armados seguirán combatiendo y creyendo en sus propias narrativas y utopías. A lo que se puede aspirar es que dejen de ser una fuerza que pueda causar una nueva guerra o imposibiliten el avance de un proceso de paz.
El contenido y los títulos de las columnas publicadas en Infobae han servido de testigos de la evolución del conflicto, desde uno limitado a la Franja de Gaza a la confrontación abierta entre Irán e Israel. Así, el 10 de julio se hablaba de que las lecciones de Gaza “han servido para lo inevitable: Hezbolá e Irán” como también ya el 5 de enero nos preguntábamos “Y si nos estuviéramos equivocando con la naturaleza de la guerra de Gaza”, como si estuviéramos frente a la reedición siglo XXI del choque de las civilizaciones del que hablaba Samuel Huntington, primero en un ensayo publicado en Foreign Affairs (1993) y después en un libro (1996) (2) que fue recibido con muchas críticas, incluyendo algunas que han envejecido mal.
¿Será este choque con Occidente, esta vez abierto y a la vista de todos, el verdadero escenario futuro? De ser así, superaría con mucho a cualquier conflicto regional, pronosticado desde el día 1 pero que todavía no se materializa, por lo que, como conclusión, por ello serían recordadas las guerras que hemos presenciado con Hamas y Hezbolá más que como acontecimientos aislados.
(1) Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, tomo segundo, Fondo de Cultura Económica, 944 páginas, 2014
(2) Samuel Huntington, El Choque de Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Ediciones Paidós, 432 pp.,2015.
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