La revolución era la historia y la historia era la revolución. Las generaciones revolucionarias estaban condenadas a vivir en el vacío de la historia. Muchos crecimos creyendo –y sintiendo, que es aún peor– que aquella condición, aquella indefensión aprendida, era nuestro único destino
A golpe de himno (Bayamo y los patriotas del 68)
En Bayamo “un tremor de misterio recorría la ciudad”, como nos ha deja escrito José Maceo Verdecia en su gran obra Bayamo.[i] Los criollos, cansados ya de medidas, represalias y tiranía, y con más ansias de libertad que nunca, conspiraban en contra de España
Historia10 de octubre de 2024 Teresa Fernández SoneiraHan pasado muchos años, pero aún están presentes en mi memoria los actos cívicos con la jura de la bandera que se celebraban todos los viernes en el patio de mi colegio en La Habana, allá por la década de 1950. Se efectuaban frente al busto de José Martí que enaltecía el amplio patio del colegio, donde también se tenían actos religiosos y escolares; procesiones a la Virgen, y hasta ejercicios de las clases de educación física. El viernes era siempre un día especial que comenzaba temprano en la mañana con ese acto cívico en el que se leían poemas a la patria, se depositaban flores al Apóstol y se cantaba el Himno Nacional, todo acompañado de la bandera. Con estos sencillos pero sentidos actos, las alumnas fuimos adquiriendo conciencia de patria, de cubanidad y de respeto y amor por nuestras tradiciones, nuestros héroes y nuestra historia. Este 2024 en que se conmemoran los 156 años de haberse cantado por primera vez en público el Himno de Bayamo, que luego se convertiría en el Himno Nacional de Cuba, les propongo un viaje por la historia para rememorar aquellas décadas de fervor patriótico y deseos de independencia.
En Bayamo “un tremor de misterio recorría la ciudad”, como nos ha deja escrito José Maceo Verdecia en su gran obra Bayamo.[i] Los criollos, cansados ya de medidas, represalias y tiranía, y con más ansias de libertad que nunca, conspiraban en contra de España. Todos los países de la América habían logrado su independencia excepto Cuba y Puerto Rico, y España recrudecía sus medidas de control sobre los cubanos. Se conspiraba en todas partes: en parques y sociedades de recreo; en las calles y en las tiendas. En una barbería de la calle san José de Bayamo se congregaban algunos patriotas hasta altas horas de la noche. También lo hacían en las logias masónicas, como en la logia Redención a la que pertenecían Pedro Felipe Figueredo Cisneros[ii] y Francisco Maceo Osorio, y que presidía el gran Francisco Vicente Aguilera. Allí deliberaban sobre la tarea de comenzar la insurrección. Es en el bufete de Maceo Osorio donde se deciden cuáles serían los primeros pasos del movimiento insurreccional.
Daguerrotipo del patriota Perucho Figueredo por el fotógrafo Maceo, La Habana.
En la noche del 13 de agosto de 1867, reunidos Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y Maceo Osorio, Aguilera expuso sus proyectos. Explicó que para hacer una guerra efectiva hacía falta, como decía Napoleón, dinero, dinero y más dinero. Y también había que constituir un comité revolucionario, lo demás vendría con el tiempo. Entonces se acordó comunicar aquellos proyectos a los demás conspiradores, y como vuelve a explicar Verdecia en su libro antes mencionado, “las manos en las manos como sellando el pacto supremo, se volvió Maceo Osorio[iii] hacia Figueredo y le dijo: ‘Se puede decir que ya estamos reunidos en comité de guerra. Pues bien; ahora te toca a ti, que eres músico (dirigiéndose a Perucho), componer nuestra Marsellesa’.”[iv] Figueredo aceptó la invitación.
Los elementos más destacados de la ciudad apoyaron la conspiración de estos tres patriotas y se fueron uniendo a sus filas, decididos a la lucha de vida o muerte. Un día, reunido un grupo nutrido en el domicilio de Figueredo, se establece por fin el comité revolucionario y por precaución, y para que no se oyeran voces, mientras la reunión transcurría las hijas de Figueredo, Canducha y Yayita[v], no cesaban de cantar ni de tocar el piano con unas amigas. Esa noche todos designaron a Aguilera como director del movimiento, y también se nombraron a Maceo Osorio como secretario, y a Figueredo como vocal.
Imagen de estereoscopio de unos niños simulando soldados en formación, en El Caney, Oriente, 1899. Colección de la autora.
Al día siguiente, y en presencia de treinta conspiradores, Perucho interpretó al piano la marcha “La bayamesa” en la finca Santa María en Bayamo. Para corroborar esta historia se conserva el testimonio de la señora Adela Morell de Oños, natural de Bayamo quien, el 2 de octubre de 1900 declaró a la revista Cuba Musical que ella tenía un manuscrito original de “La bayamesa”, y explicaba: «le adjunto el Himno Bayamés que me pide […]. Puedo decirle con seguridad, que fue escrito por Figueredo en el año 1868, en la finca Santa María, propiedad de mi señor padre D. Cirilo Morell, donde existía un piano, cosa rara en el campo insurreccional. Que lo acompañó allí Carlos Manuel de Céspedes, presidente entonces de la República, con su estado mayor y con el gobierno, y Figueredo que tocaba admirablemente el piano. También puedo asegurar que lo acompañó su sobrino Fernando Figueredo Socarrás».
La revista añade que después Fernando Figueredo[vi] revisó la carta y el manuscrito, e informó lo siguiente: «La finca Santa María de Morell, era una especie de oasis, donde después de muchas marchas, de incomparables fatigas y de reñidos combates, se iba a descasar y a gozar en medio de las atenciones de una familia distinguida y culta. Recuerdo a D. Cirilo, tronco de aquella, anciano ya, que se entusiasmaba con los hechos de actualidad entonces […]. Recuerdo asimismo a su hijo Cirilo, tipo de criolla caballerosidad; a Adela, sus hermanas y a tantas y tantas señoras como se congregaban en Santa María, bajo el calor de la familia Morell, que se afanaba en hacernos olvidar las malas horas del campamento. Cuanto Adela refiere en su carta es exacto y aunque han muerto ya muchos de los que recuerdan el hecho, todavía vive y se encuentra en esta ciudad Federico Betancourt, que recordará esa y otras muchas escenas de la finca Santa María»[vii].
Perucho Figueredo había cumplido con la promesa y había compuesto el himno. Luego pidió al maestro Manuel Muñoz Cedeño, director de una de las orquestas de la ciudad, que lo musicalizara e hiciera el arreglo para orquesta. El 8 de mayo de 1868 Muñoz llegó a casa de Figueredo y le presentó el arreglo. Figueredo le dijo: “ha hecho usted una marcha original, de verdadero mérito”. Días después La bayamesa fue tocada en casa de Figueredo por una pequeña orquesta y muy suavemente para que no se oyera en la calle.
Entrada de Perucho Figueredo en Bayamo. Lámina de Hernández Giró del libro Historia Gráfica De Cuba.[i]
Al principio “La bayamesa” no tenía letra, pero cuando las tropas de Carlos Manuel de Céspedes entraron en Bayamo el 20 de octubre de 1868 después de tomar la ciudad y quemar los patriotas sus propiedades, ya Perucho había escrito los versos. La letra original de “La bayamesa” era la siguiente:
Al combate corred, bayameses,
que la patria os contempla orgullosa.
No temáis una muerte gloriosa,
que morir por la Patria es vivir.
En cadenas vivir, es vivir
en afrenta y oprobio sumido.
Del clarín escuchad el sonido.
¡A las armas valientes corred!
No temáis; los feroces iberos
son cobardes cual todo tirano
no resiste al brazo cubano
para siempre su imperio cayó.
Cuba libre; ya España murió
su poder y orgullo do es ido
¡Del clarín escuchad el sonido,
a las armas valientes corred!
Contemplad nuestras huestes triunfantes
contempladlos a ellos caídos,
por cobardes huyeron vencidos
por valientes supimos triunfar.
¡Cuba libre! Podemos gritar
del cañón al terrible estampido
¡Del clarín escuchad el sonido,
a las armas valientes corred!
Aprovechando que se acercaba la fiesta del Corpus Christi[viii], Perucho habló con el sacerdote cubano José Batista, párroco de san Salvador de Bayamo, para pedirle permiso para interpretar el himno cuando finalizara la ceremonia. Aunque algo temeroso, Batista lo aceptó. Fue así como a las diez de la mañana del 11 de junio de 1868, con el templo lleno de las más conocidas familias bayamesas, la orquesta situada a un lado del altar mayor, el gobernador Udaeta acompañado de los oficiales de su Estado Mayor y los principales conspiradores con sus familias sentados en los bancos principales del templo, se procedió al acto. El sacerdote presentó la custodia y el maestro Muñoz hizo la señal de comienzo de la orquesta y las notas de La bayamesa llenaron el templo y produjeron una impresión de regocijo entre los presentes. Después de esto, los preparativos continuaron para la inminente guerra. “Había una cabeza que dirigía: Carlos Manuel de Céspedes; un brazo que ejecutaba, Pancho Aguilera, y un alma que inspiraba confianza y entusiasmo, Perucho Figueredo: la ciencia, la fuerza y la belleza, cuyo concurso es tan necesario en la prosecución de toda obra grande y generosa” escribió entonces Fernando Figueredo Socarrás[ix].
Altar de la iglesia de san Salvador de Bayamo en el que vemos un fresco en la pared, en el área superior, que representa la procesión con la bandera de Céspedes a la salida del templo en 1868, y a los patriotas y sacerdotes, así como todo el pueblo.
El 17 de octubre entraron los mambises en Bayamo, Pedro Figueredo cabalgaba en su caballo Pajarito, y muy cerca de él iba su valiente hija Candelaria, la abandera. Se cantó el himno y se luchó. Los españoles capitularon. La bayamesa se oyó ejecutada por los músicos, el gentío llenó las calles y los mambises se sintieron henchidos de gozo. Luego del triunfo y capitulación de Bayamo, se decidió celebrarlo dando gracias a Dios con un Te Deum en la parroquia de la ciudad. El 21 de octubre de 1868 la joven abanderada, Candelaria Figueredo[x], escoltada por los coroneles Juan Hall y Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, llevó la bandera confeccionada por la patriota bayamesa Felicia Marcé en procesión a caballo hasta la iglesia. A la entrada del templo los jinetes se desmontaron de sus caballos y Candelaria sostuvo la bandera por el asta, Juan Hall por el extremo opuesto, y bajo ella desfilaron Carlos Manuel de Céspedes y todo su estado mayor. Céspedes fue recibido en la Iglesia bajo palio, ocupando el lugar de honor. Los sacerdotes cubanos Batista, Soleilac e Izaguirre oraron y bendijeron la bandera de Céspedes[xi] que luego se paseó por las naves de la iglesia. Seguidamente, todos cantaron un Te Deum de acción de gracias[xii] y más tarde, en marcha triunfal, pasearon en procesión la bandera por toda la ciudad. En esa procesión iba un grupo de jóvenes quienes cantaron en público, por primera vez, el himno de Perucho Figueredo. A ambos lados de la calle marchaba la tropa victoriosa. Entre las que integraban aquel coro ese día memorable estaban: Inés, Ana e Isabel Jerez; Ana Rodríguez, Catalina García, Victoria Rodríguez y Adriana del Castillo. También estaban Amelia Montero, Caridad González, Elisa Figueredo, Candelaria Figueredo y Ana Estrada Madrigal.[xiii] En la biografía de Perucho Figueredo escrita por la historiadora Flora Mora[xiv], esta apunta que en 1929 la señora Elisa del Portillo viuda de Rodríguez, hija de Candelaria Figueredo y nieta de Perucho, declaró a la Comisión Pro-Himno Nacional, que su tía, Elisa Figueredo, había sido la directora del coro de señoras que entonaron el himno.
La música del himno corrió entre la población y las familias comenzaron a tararear las notas de aquella marsellesa cubana. Así fue como la guerra comenzó a golpe de himno con “La bayamesa”, ejecutada por la orquesta de Bayamo, la mejor de la ciudad, y dirigida por Muñoz Cedeño. Muchos años después, preparando ya la guerra de Independencia, José Martí publicó en el número 16 del periódico Patria en Nueva York, el 25 de agosto de 1892, la transcripción del himno de Bayamo bajo el título de “La bayamesa, himno revolucionario cubano de Pedro Figueredo”. Así se le dio más difusión a la obra y alcanzó a varios países de América y de Europa donde había extensas colonias de exiliados cubanos. En diciembre de 1896 en Roma, Italia, auspiciado por el Comité Central italiano por la libertad de Cuba, Francesco Federico Falco, publicó un libro titulado La lucha de Cuba y la solidaridad italiana, en el que también apareció la partitura de La bayamesa, pero con el nombre: “Himno de Bayamo. Canto de guerra cubano”.
Al terminar la guerra, a fines de 1898 el maestro compositor y director de banda José Antonio Rodríguez Ferrer, fue comisionado para armonizar, orquestar e interpretar el Himno de Bayamo, o Himno Bayamés, como también se le llamaba ya alternativamente a La bayamesa, con el cual se daría recibimiento en Guanabacoa al primer contingente militar cubano al regresar a esa ciudad al concluir la guerra. Y así fue como el himno de Perucho fue nuevamente modificado, esta vez por Rodríguez Ferrer, quien le añadió una introducción instrumental a modo de diana de estilo marcial que la partitura original no poseía y que era fundamental para lograr la llamada del clarín ya que el himno es, ante todo, una marcha de combate. Las crónicas que se conservan de ese acto de bienvenida a las tropas en Guanabacoa revelan que esta versión del himno causó un fuerte impacto entre los guerreros y la población.
Durante la Convención Constituyente de 1900-1901, La bayamesa se oficializó como el Himno Nacional de Cuba, y se suprimieron las estrofas que, a consecuencia de casi cuatro siglos de dolor, herían la sensibilidad del pueblo español, dejando solo las 2 primeras estrofas. Esa versión de La bayamesa/Himno de Bayamo, fue interpretada y declarada oficialmente Himno Nacional de Cuba. En esa ocasión la ejecución del himno estuvo a cargo de una banda de formato completo, que luego sería la Banda Municipal de La Habana bajo la dirección del insigne músico, el maestro Guillermo Tomás.
En cuanto a su autor, Pedro Figueredo, como combatiente que era del Ejército Libertador durante aquella guerra, al realizarse la Asamblea de Guáimaro el 10 de abril de 1869, fue designado Subsecretario de Guerra y Mayor General del Ejército Libertador. El 12 de agosto de 1870, mientras sufría en la manigua la grave enfermedad del tifus y úlceras en los pies, siendo cuidado por una de sus hijas, Figueredo fue tomado por sorpresa y apresado por las tropas españolas en la finca Santa Rosa de Cabaniguao en Las Tunas. Luego fue conducido a Santiago de Cuba y fusilado cinco días más tarde. Murió con la frente alzada, cantando La bayamesa.
Al igual que Figueredo, Carlos Manuel de Céspedes murió a manos de los españoles en 1873. Maceo Osorio enfermó de fiebres, y falleció en el campo de guerra en 1873. En cuanto a Aguilera, pobre y enfermo de un cáncer, fallece en el exilio de Nueva York en 1877 mientras recaudaba y organizaba los fondos para la guerra. Ninguno pudo ver la libertad de su país, ni oir cantar La bayamesa en el suelo libre de Cuba.
Nota final:
Podemos aquí escuchar el Himno Nacional de Cuba compuesto por Pedro Felipe (Perucho) Figueredo en 1868, cantado por un coro de alumnas del Instituto San Carlos de Cayo Hueso, grabado en vivo en 1940. Las intérpretes fueron: Dalia Soto, Violeta Soto, Aurora León y Evelia Baso. En el San Carlos por entonces se enseñaba inglés y español, y la escuela estaba dirigida y mantenida por el gobierno de la República de Cuba de entonces. Nota de Wikipedia: Grabado por Second Florida WPA Recording Expedition, enero 15-31, 1940. Archivo de sonido Ogg Vorbis; duracion de 40 s; 33 kbps.
Bibliografía:
[i] José Maceo Verdecia. Bayamo, Editorial Cubana, Miami 1997, p. 77.
[ii] Pedro Figueredo Cisneros (Bayamo 1818-Sierra Maestra 1870) de familia acaudalada; revolucionario, poeta y compositor.
[iii] Francisco Maceo Osorio, (Bayamo 1828-Guisa 1872), abogado y revolucionario, amigo de Carlos Manuel de Céspedes.
[iv] Verdecia, Ibidem. P 61.
[v] Candelaria y Eulalia, 2 de las hijas de Perucho Figueredo e Isabel Vázquez.
[vi] Fernando Figueredo (1846-1929) ingeniero, militar e historiador cubano además de General de Brigada del Ejército Mambí.
[vii] Teresa Fernández Soneira. Mujeres de la Patria, vol. 1 (2014), p. 127, y vol. II (2018) p. 69.
[viii] La fiesta de Corpus Christi (Cuerpo de Cristo), es una festividad de la Iglesia católica que tiene como misión realzar la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
[ix] Flora Mora. Biografía de Perucho Figueredo, Miami, 1974, p. 78.
[x] Candelaria Figueredo Vázquez, “Canducha”, fue una de las hijas de Perucho Figueredo e Isabel Vázquez, patriota en las luchas independentistas.
[xi] Para más datos sobre la creación de esta bandera consultar la obra de Teresa Fernandez Soneira, Mujeres de la Patria, vol. 1, Ed. Universal Miami, 2014.
[xii] Un Te Deum es un himno litúrgico que los católicos entonan en el marco de la acción de gracias.
[xiii] Flora Mora, Ibid., p. 34.
[xiv] Flora Mora, Ibidem.
[xv] Juan Emilio Hernández Giró. Historia Gráfica de Cuba, La Habana 1938.
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