El sucesor de Raúl Castro dijo que que debido al gran impacto que tiene el reguetón en “segmentos cada vez más amplios del país”, el régimen no puede mantenerse al margen, sino que debe influir en sus creaciones y sumarlos a “la política cultural de la Revolución”
Juan Manuel "el gordo" Salvat, un cubano ejemplar
Hay otro episodio del intrépido Salvat que tuvo también enorme impacto y trascendencia. Se llevó a cabo el 24 de agosto de 1962, unos dos meses antes de la Crisis de los Misiles
El miércoles Néstor Carbonell CortinaEste miércoles 18 de diciembre, a las 3 pm, se celebrará en la iglesia de Belén la Misa de la Resurrección por el alma de un amigo muy querido y cubano ejemplar: Juan Manuel "el gordo" Salvat.
Digo ejemplar, porque en realidad lo fue en muchos aspectos. Ejemplar en la defensa de la Patria aherrojada por el castrocomunismo y en los esfuerzos heroicos por rescatar la libertad. Ejemplar en la difusión de la cultura y en la prédica de los ideales democráticos y cristianos. Ejemplar en la devoción a su familia y en la hermandad con sus compañeros de lucha y amistades. En fin, ejemplar en su hombría de bien y en su trato afable, sincero y cordial.
Algunos se preguntan ¿cómo Salvat pudo conciliar las dos grandes batallas que libró en su vida, inicialmente como guerrero y posteriormente como librero? La respuesta es bien sencilla. El no tuvo que conciliar esas batallas porque ambas persiguieron un mismo fin: la libertad de Cuba. En la primera batalla, Salvat empuñó las armas para redimir la libertad, y en la segunda, propagó la cultura para poder después consolidarla. En el desempeño de su doble misión, Salvat llegó a ser uno de los líderes de la resistencia bajo el Directorio Revolucionario Estudiantil, y sobresalió más tarde como decano de los editores cubanos en el exilio al frente de Ediciones Universal. No hubo en su vida limpia y fecunda oscuridades ni desviaciones. Se mantuvo siempre fiel al evangelio de Cristo y a la bandera de la estrella solitaria.
Cuando estudiaba en la Universidad de La Habana a principios del régimen de Castro, Salvat dio muestras de su gallardía, previsión y patriotismo en un episodio que tuvo resonancia nacional e internacional. Ocurrió en febrero de 1960 durante la visita a Cuba de Anastas Mikoyan, Vice Premier de la Unión Soviética. Dicha visita oficial de 10 días vino a sellar secretamente la alianza marxista-leninista entre La Habana y Moscú bajo los designios imperiales de la Unión Soviética. Sólo se anunciaron en esa ocasión los acuerdos comerciales firmados.
Salvat y un grupo de compañeros universitarios, entre los cuales se encontraban Alberto Muller, Ernesto Fernández Travieso, Luis Fernández Rocha y Joaquín Pérez Rodríguez, presintiendo que algo ominoso se estaba gestando, decidieron organizar una contundente protesta estudiantil frente a la estatua de Martí, en el Parque Central de La Habana, donde Mikoyan acababa de depositar una ofrenda floral. Acosados por turbas castristas que gritaban paredón, y perseguidos por el régimen, Salvat y algunos de sus compañeros fueron expulsados de la Universidad y tuvieron que obtener asilo diplomático. Poco después, lograron volar a Estados Unidos, no para abandonar la lucha, sino para crear en Miami, junto con otros distinguidos compatriotas, el Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE), y regresar a la isla para impulsar la ansiada insurrección.
Veamos el contexto histórico de la protesta estudiantil de Salvat y sus colegas. Un mes después, el 17 de marzo de 1960, el presidente Eisenhower aprobó un plan paramilitar secreto, elaborado por el Consejo Nacional de Seguridad, para impedir todo intento de intervención soviética en Cuba y apoyar la liberación de la isla con entrenamiento y respaldo a los patriotas anti-comunistas. Dicho plan inicial, que devino en la invasión por Casilda propuesta bajo Eisenhower con plena cobertura aérea, fue modificado drásticamente por Kennedy el año siguiente y condenado al fracaso, tras el infame abandono de la Brigada 2506 en Bahía de Cochinos y de la resistencia armada en toda Cuba.
Hay otro episodio del intrépido Salvat que tuvo también enorme impacto y trascendencia. Se llevó a cabo el 24 de agosto de 1962, unos dos meses antes de la Crisis de los Misiles. El gobierno de Kennedy continuaba negando la llegada a Cuba de tropas y misiles soviéticos, a pesar de los avisos del director de la CIA, John McCone, de las denuncias de congresistas estadounidenses, y de los informes alarmantes del clandestinaje en la isla. Es entonces que Salvat y otros compañeros del DRE, exiliados en la Florida y enterados de que militares soviéticos estaban alojados en el Hotel Rosita de Hornedo en el litoral de La Habana, deciden dar un tremendo aldabonazo. A bordo de una embarcación de 32 pies de eslora y con un cañón de 20 milímetros, se dirigieron a Cuba y de madrugada bombardearon el hotel.
Este sensacional episodio tuvo una inmensa resonancia. El bombardeo produjo serios daños en el hotel, pero sin ocasionar bajas; provocó una vigorosa protesta del régimen de Castro e indignó tanto a Kennedy, que llegó a considerar el arresto de Salvat y sus colegas. Pero lo más importante de este suceso es que fue como un despertar que contribuyó a intensificar las presiones que fueron necesarias para que Kennedy finalmente autorizara el vuelo de reconocimiento U-2 que fotografió, el 14 de octubre, la base de misiles ofensivos en Pinar del Río que desató la crisis que estremeció al mundo.
Finalmente, quisiera referirme al almuerzo inolvidable que Alberto Muller y yo tuvimos con el Gordo Salvat unas pocas semanas antes del fatídico coma diabético que causó su fallecimiento. El motivo principal de esa íntima reunión fue celebrar el renacimiento del periódico Trinchera, fundado por ellos y otros compañeros universitarios en La Habana, en el verano de 1959. Encontré al Gordo frágil de cuerpo, pero lúcido de mente, firme de carácter, entusiasta de espíritu, y bondadoso de corazón. Hablamos sobre muchos temas, pero casi todos sobre Cuba. Evocamos sus episodios de guerrero, pero nos concentramos en sus hazañas de librero, como editor de unos 2000 libros, muchos de ellos históricos, escritos por plumas sobresalientes de cubanos en el exilio. Y recordamos las tertulias en su célebre Librería Universal, que llegó a ser centro de cultura y templo de confraternidad.
Cuando hablamos de los grandes eventos que él presidió para presentar en Miami algunos de los libros editados por su librería, el Gordo se conmovió visiblemente. Y al enseñarle después tres imágenes de la presentación de un libro mío hace unos 20 años, en el gran auditorio del Koubek Center, que aquí aparecen desplegadas, exclamó con los ojos aguados: ¡Qué tiempos aquellos! En la primera foto está el Gordo abriendo el acto. En la segunda, aparecen los que hablaron esa noche. De izquierda a derecha, Luis Botifoll, Octavio Costa, Horacio Aguirre, Luis Aguilar León y yo. Y en la tercera foto más abajo se ve el gran público que abarrotó el local.
Pocos días después, el Gordo me escribió diciendo: "No dejo de recordar esas presentaciones llenas de cubanos." Y agregó: "Cuánto desearía escuchar un discurso tuyo.” Terminó el Gordo su carta con esta frase emblemática, que para mí es su mejor epitafio: "Seguimos juntos esta lucha sin fin, pero con Dios y el amor a la Patria".
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