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Vitier calificó a Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés) como “un poeta menor”. Al compararlo con José María Heredia, Plácido sale malparado
Autores03/10/2023 Luis CinoEl 25 de septiembre el ensayista, poeta y crítico literario cubano Cintio Vitier, hubiera cumplido 102 años.
Fallecido el 1 de octubre de 2009, Vitier fue integrante del grupo de poetas de la revista Orígenes, pero, más que por el oficio que mostró en su poesía, se destacó por sus ensayos.
El Premio Nacional de Literatura que le otorgaron a Vitier en 1988 no fue solo un reconocimiento a sus méritos literarios, que indudablemente fueron muchos: significó una muestra del agradecimiento del régimen castrista a su más importante y útil intelectual orgánico.
El régimen echó mano bastante tardíamente a Cintio Vitier. En las décadas de 1960 y 1970, Vitier y su esposa, la destacada poetisa Fina García Marruz, además de ser criticados —como los demás miembros de Orígenes— por lo que calificaban como “el hermetismo elitista” de su escritura, no gozaban de la confianza de los comisarios culturales del castrismo, que los marginaron por sus hábitos burgueses y por ser católicos practicantes en pleno auge del ateísmo de Estado.
Recordemos que el más conocido de los ensayos de Vitier, Ese sol del mundo moral (1975), una beatifica disertación histórica-filosófica sobre la ética y la espiritualidad cubana, aparecido primero en México, demoró más de diez años en ser publicado en Cuba.
Los rectores de la cultura oficial no se decidieron a sacar a Vitier de la torre de marfil en que se había refugiado y utilizarlo para sus fines hasta mediados de la década de 1980. Cuando comenzaron a evidenciarse los primeros síntomas de que el comunismo soviético se venía abajo, el castrismo decidió ponerse patrioteramente nacionalista y citar más a José Martí que a Marx y Lenin. Para eso, vino como anillo al dedo Vitier, un sólido intelectual, estudioso del pensamiento martiano, que desde sus tiempos en Orígenes había sido un sostenedor del meta-relato teleológico de la historia de Cuba.
Vitier resultó de gran provecho para el régimen al enhebrar la narrativa de Fidel Castro como continuador de José Martí y de la revolución castrista como el inevitable destino de la historia cubana.
Resulta asombrosa la fascinación por el castrismo de Cintio Vitier y Fina García Marruz, religiosos, cultos, refinados, de gustos exquisitos. Muy difícil sería para ellos compaginar su catolicismo con el marxismo-leninismo en su versión fidelista. ¡Cuántos buches amargos tendrían que tragar Cintio y Fina, siempre disimulando, en sus tratos con los palurdos comisarios del teque y el agit-prop y los chismosos y chanchulleros burócratas sin clase de la UNEAC!
Cintio Vitier, que hizo varias antologías de poesía cubana, no pudo evitar arrastrar el lastre de su elitismo y sus prejuicios. Eso se puso de manifiesto en el que es considerado su libro canónigo, Lo cubano en la poesía (1958), que es un caprichoso relato teleológico de la lírica nacional.
Por ejemplo, en dicho libro, Vitier calificó a Plácido (Gabriel de la Concepción Valdés) como “un poeta menor”. Al compararlo con José María Heredia, Plácido sale malparado. Según Vitier, la voz de Plácido, “sin canto propio, hecha de otras voces”, es “la más humilde que ha tenido nuestra poesía”.
Reconocía Vitier que la voz de Plácido era “personal e inconfundible”, pero sentenciaba que, por esas mismas razones, “nace y muere con él, no continúa ni anuncia nada, no pertenece al devenir histórico”.
En cambio, el filósofo y pedagogo Enrique José Varona (1849-1933) consideró a Plácido como “el poeta más espontáneo de toda la literatura hispanoamericana”. Según Varona, “por el esfuerzo de un genio asombroso se eleva a intervalos a las cimas de la inspiración poética para caer vertiginosamente más tarde; escritor a la par grandilocuente e incorrecto, versificador callejero, poeta comensal de fiestas domésticas y lírico sublime”.
Teniendo en cuenta las circunstancias en se desenvolvió Plácido, un mulato que fue criado en la Casa de Beneficencia, autodidacta y que se ganaba la vida vendiendo las peinetas que fabricaba, parece más justa la opinión de Varona que el criterio excluyente de Vitier.
Si tan duramente juzgaba a Plácido, ¿qué opinaría Cintio Vitier de los mediocres versificadores y rapsodas panfletarios del castrismo con los que tuvo que codearse en la UNEAC?
Texto reproducido en El Nuevo Conservador por cortesía de su autor y la agencia Cubanet. Luis Cino Álvarez reside en Arroyo Naranjo, Cuba, y a pesar de la represión desde 1998 ejerce el periodismo independiente. Entre 2002 y la Primavera Negra de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Es colaborador de CubaNet desde hace 20 años. Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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