
¿Será que la gratitud por dádivas concedidas hace décadas es un cheque en blanco extendido a sus amos, para tener que aguantarles, sin chistar y aplaudiendo, todo lo malo que han hecho después y que es cada vez peor?
Durante años, el General y el reguetón fueron la encarnación de la música que me resultaba insoportable. Pero eso fue hasta que llegó el llamado reparto
CubaLibre08/08/2025 Luis CinoSoy un melómano empedernido, de gusto bastante amplio. Prefiero los blues, el soul, el jazz y el rock clásico. Pero también oigo y disfruto la música brasileña, a Bach y a Mozart, los boleros del Benny y a Bob Dylan y Leonard Cohen tanto como a Serrat y Sabina.
Como pasa a todos, hay músicas que no me gustan, pero no les quito sus méritos y puedo soportarlas. Como el tango, los cuplés y las rancheras. Pero hay otras que no resisto, que me causan aversión, me molestan, me irritan, como el reguetón y, más aún, el reparto.
Hay música y canciones que a uno le caen mal porque sí, instintivamente, pero en la mayoría de los casos es porque te evocan malos recuerdos o las asocias con personas o situaciones desagradables. Es lo que me pasa con las canciones (para llamarlas de algún modo) de un panameño que se hacía llamar El General y que se oían mucho durante los primeros años del Periodo Especial, allá por 1991 y 1992, y que fueron la avanzada del reguetón.
En aquel tiempo, vivía, con la que entonces era mi esposa, en una cuartería de la Calzada de Diez de Octubre. Era un pasillo central rodeado por seis habitaciones, tres a cada lado, todas con barbacoa. En aquel pasillo, en las noches, especialmente cuando había apagón, que era casi todas las noches, campeaba por sus respetos un bigotudo que se parecía a Tom Selleck y vivía en el último apartamento.
Cuando estaba borracho, que era casi siempre, le daba por ponerse celoso y golpear a su mujer, a su hijastra (a la que una vez, en una de aquellas broncas, arrancó un pedazo de oreja) y a todo el que se le pusiera por delante. Aquellas broncas eran, con la grabadora a todo meter, al compás de los cantos del General –”mami pum pum y muévelo, muévelo”– que ponían sumamente belicoso al tipo, que era un encanto de persona, amable y servicial, cuando estaba sobrio.
Durante años, el General y el reguetón fueron la encarnación de la música que me resultaba insoportable. Pero eso fue hasta que llegó el llamado reparto.
El cubatón, una mezcla de elementos de la timba y el reguetón degeneró en ese engendro grosero y anti-musical, de monótona célula rítmica, que es el reparto, al que luego de años de hacerle asquitos y marginarlo, la cultura oficial lo legitimó y validó como “expresión musical netamente cubana” y casi que lo ha institucionalizado, llegándolo a calificar como “un salto superior del reguetón”.
Poco falta para que declaren al reparto, en vista de su popularidad entre todos los grupos sociales y etarios en Cuba, donde ya apenas se escuchan otros géneros, como la Música Nacional, en sustitución del son.
El repartero más escuchado no es Chocolate MC, que fue el primero con el guachineo, el palón divino y bajanda, ni El Tiger, cuyo asesinato en Miami conmocionó a Cuba más que las caídas del sistema energético nacional, ni El Misha, que antes de hacerse rico fue mi vecino del Reparto Eléctrico, sino Bebeshito.
A los ojos de los decisores de la cultura oficial, Bebeshito tiene a su favor que es un blanquito bonitillo, sin delitos en su haber, que suele usar una kufiya palestina de las que tanto le gustan a Díaz-Canel, y que, aunque viva en Miami, ni por casualidad critica al régimen castrista. Desesperados por los dólares como están los mandamases, capaz que esperen convertirlo en un Bad Bunny o un Maluma.
Hoy en Cuba, a toda hora, en todas partes, donde quiera que uno vaya, a todo volumen, se escucha a Bebeshito. “Tacto que llegó el reparto…”, “tienes que quemar a tu marido, quémalo, quémalo…”. Es una tortura. Díganmelo a mí, que tengo que soportar todo el día, de 8:00 de la mañana a 8:00 de la noche, a Bebeshito tronando inmisericordemente, convocando al despelote y a la chusmería, desde el potente equipo de música de la mypime que hay frente a mi casa. Pueden imaginar cómo se sentirá uno oyendo ese puñetero estruendo en la tarde de un apagón de cinco horas y con 36 grados a la sombra.
Los malos recuerdos de los escándalos y las broncas del tipo que se parecía a Tom Selleck y de los apagones, el hambre y demás penurias del Periodo Especial que me evoca la música del General, serán una nadería en comparación con todo lo malo que me evocará Bebeshito.
A Bebeshito, de tanto que gusta a la mayoría de mis paisanos, le tocó poner su voz –Auto-Tune mediante– a la banda sonora de este tiempo terrible, peor que el Periodo Especial, en que una nación cansada y que perdió las esperanzas, inexorablemente se desmorona y cae por un despeñadero.
Por eso, he llegado a detestar a Bebeshito, más, mucho más que al General (el cantante panameño, quiero decir). Cuando pase la moda de Bebeshito, si antes no muero de hambre o me mata la depresión, espero no volver a escucharlo jamás. Para que no me devuelva tantos malos recuerdos.
Publicado originalmente en Cubanet.
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