Las maldades de una tribu global

La peste bubónica de 1432 (importada desde Asia) o la viruela (exportada al nuevo mundo donde eliminó el 90% de los aborígenes) fueron una cruel manera de repoblar el mundo, pero así evolucionó. Sin aquellas pestes, hoy continuaríamos siendo unos apestosos borregos medievales

Autores01 de septiembre de 2024 Andrés R. Rodríguez
Captura de pantalla 2024-08-26 a la(s) 10.18.27 p.m.

Para entender la injusticia de la pretendida justicia social, tenemos que hacer un poco de historia. La humanidad, desde sus inicios en comunidades primitivas, había estado dirigida por hombres fuertes, de vocación, formación y pensamiento militar. El castillo del señor feudal no es más que un campamento que se ha solidificado en piedra en una colina, a los pies de la cual se arrodilla una aldea, y por todo alrededor se reparten las chozas miserables de los siervos de la gleba. Cuando en el Norte de Europa, principalmente en Inglaterra, algunos campesinos se desplazan masivamente a ciertos puntos, principalmente cruces de camino, de las aldeas surgen los burgos y los emigrados campesinos comienzan a dejar de ser unos miserables labriegos son habitantes de los burgos y devienen en burgueses:

En el siglo XIX un intelecto acucioso y poderoso, Carlos Marx, se las arregló para que otros lo mantuvieran mientras él pensaba. Siguió una línea de pensamiento más o menos como el planteado por Rousseau: El noble salvaje se corrompió en el burgo, el burgués perdió su “tendencia a la cooperación natural” 

¿Como? Pues resulta todo lo contario Tanto Rousseau como Marx se equivocaban, y con ellos se equivocan en bloque los buenistas, los igualitaristas, los globalistas y los woke. El salvaje inocente, siempre estuvo en conflicto. En toda la historia de la humanidad, el raid de odio para el asesinato de los de la aldea cercana era usual, tal como plantea Jared Diamond (Armas, gérmenes y acero, 1997). El salvaje no era un pacifista y esas imágenes bucólicas de la vida campestre están bien como tema para pintores, pero no se ajusta a la realidad. Si tenemos que construir sociedad, no será sobre la base de creernos buenos, sino por el contrario, creernos malos. Y crear contrapesos en el contrato social, que eviten que algunos tomen al estado para pulverizar al individuo. 

El burgo o la ciudad pueden resultar basureros, pero también ser el sitio donde pueden reunirse e interactuar en sinergia positiva, mentes inquietas y creativas. Es en la ciudad y por burgueses (aunque les duela a los marxistas trasnochados), que las sucesivas revoluciones industriales han dado al ser humano un enorme poderío tecnológico, que no es ni bueno ni malo, ES en dependencia de quien sea el jinete.  

Las evidentes estupideces del uterita Carlos Marx, sostenida como dogma por académicos mentalmente anémicos, son la base de gran parte del cansancio de la cultura occidental. Su aceptación global y sin retroalimentación intelectiva solo se puede explicar por el interés de algún poder oculto (¿KGB, servicios secretos cubanos, iraníes o chinos?) en adorar las incongruencias e idioteces de un becerro barbudo. Miles de profesores de filosofía, economía y ciencias sociales, toman aún hoy como bueno la obsoleta línea de pensamiento de un señor que vivió en el SXIX y que pretendió reducir la complejidad de un ecosistema social a una pirámide con 3 estamentos (clases) en lucha. Su muy simplón esquema no puede sustituir la realidad. No es de extrañar, entonces, que llevado a la realidad por obtusos guardias rojos ha implicado el retorno a lo medieval que vemos en Corea, Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los miserables guardias simplemente eliminan las capas de la población más creativas, imposibilitan la libre sinergia positiva entre citadinos y ciudadanos y reconvierten a las masas en siervos igualitarios.  

Screenshot 2023-07-20 at 4.05.08 PMEl marxismo, Vladimir el Terrible y el gatillo de una Makarov

La sociedad “igualitaria” y “justa” se hace lenta, acumula suciedad, no evacua sus miasmas porque siempre han hecho falta los excepcionales. La evolución cultural, así como la biológica, se basa en mutaciones, no en masas ni en proletariado. Las masas son, por simple lógica, inerciales. 

Y la igualdad que no se logra con amables empujoncitos de palabras, ni implantándole neuronas a los lerdos, sino descabezando excepcionales. Eso no les pasó por la mente a los utópicos igualitaristas:  Platón (La República, S IV A. C.), Tomás Moro (Utopía 1516), F. Bacon (La Nueva Atlántida, 1516) y Carlos Marx (El Capital. 1848). Esa es la cruda realidad de la igualada comunista, sus millones de muertos y sufrimientos humanos indecibles.  

A toda sociedad le hace falta alguna selección. Eso no es injusticia. ¿Es injusto que el tiburón se coma la sardina que se queda atrás? ¿Es injusto que el que tiene un IQ de 160 resuelvan una ecuación que es ininteligible al de un IQ de 100?  ¿Es injusto que Usain Bold arribe primero en una carrera de 100 metros? No, es un asunto de genética, educación y la necesaria variabilidad humana. 

La peste bubónica de 1432 (importada desde Asia) o la viruela (exportada al nuevo mundo donde eliminó el 90% de los aborígenes) fueron una cruel manera de repoblar el mundo, pero así evolucionó. Sin aquellas pestes, hoy continuaríamos siendo unos apestosos borregos medievales. 

La naturaleza, emplea métodos un poco crueles, cierta selección, eso es lo que la mantiene saludable. Ahora tenemos una serie de buenitos y buenazos, habitantes de ecosistemas totalmente artificiales (en especial ciudades y universidades de países industrializados), que quieren que los políticos y la OMS creen unas vacunas para que nos salvemos todos. ¡Todos! Y de todas las epidemias que vendrán. O sea, están creando una humanidad sin anticuerpos y sin Dios. Que perecerá en una estupidez masificada. 

Las sociedades deben ser solidarias, pero a la vez selectivas. Todo tiene un punto de inflexión. Los buenistas extremistas, lerdos en cuerpo y alma, se creen la autorizada gran mayoría actual. ¿A dónde nos llevan con sus leyes contranatura? A ser una humanidad llena de enfermos, débiles, resentidos y soldaditos de plomo. La masa expondrá sus criterios, pero la impondrá algún gordito mofletudo o entorchados verde olivo. Seremos una Corea mundial. En nombre del progreso, habremos regresado a los reyes absolutistas. Una cosa será nueva, sí. E inédita, Esos nuevos “nobles” educados dentro de invernaderos universitarios de “humanidades”, no prestan atención a los números duros de la cantidad de violaciones e ilegalidades provocadas por esta invasión blanda desde culturas retrasadas.  Se trata ni más ni menos que dejar desmembrar a la cultura occidental por bereberes y tribalistas.  

Actualmente las “ciencias sociales” nos bombardean con la idea de la igualdad como la central y más importante en sociedad. Tal sea porque para hacerse “ciencias” pretenden tener un gran concepto nucleador, como la Biología baila alrededor de evolución, la física alrededor de la relatividad, la química alrededor de la tabla periódica de Mendeleiev. La preocupación obsesiva por la igualdad es evidente muestra de inferioridad y acomplejamiento. Los lentos no han creado grandes saltos en el proceso civilizatorio. Fueron los raros, los arriesgados, los excepcionales. 

Captura de pantalla 2024-07-27 a la(s) 4.04.26 a.m.La vanguardia es el conservadurismo (o los juegos de la decadencia)

Las grandes culturas de la humanidad han sido fundadas por enérgicos. El enérgico sube por su trocha hacia las estrellas, no mira su huella. Debe prestar atención a la diversidad y los imponderables de la salvajina, sin opción de comparar. Pisa lo desconocido, simplemente sube por la tormenta, aun resbalando, exhausto y enceguecido. Va en vanguardia, fundador, sembrador y si deviene retaguardia, aun trae consigo semillas con posibilidad de germinar. 

El miope, el lento, el lerdo, el pusilánime, si es envidioso más aun, va mirando adelante y comparando sus medias pisadas con los pasos de los inauguradores. Da tres pasos entre huella y huella, pero se dice, “que suerte tuvo este maldito de encontrarse un zapatero tan bueno”. Solo un idiota envidioso y envilecido así, puede tomar a un medallista olímpico en idiotez, el tal Carlos Marx, y repetir que la plusvalía sale del explotador capitalista, nada de su creatividad e imaginación, del riesgo, de su interacción con otros arriesgados, de acumular. Capital y hacerlo avanzar en el sentido apropiado.

El ecosistema capitalista es mucho más maduro en la medida que pasa el tiempo (ocurre internamente una sucesión ecológica). La industrialización ha hecho madurar las sociedades y creado tanta riqueza, que abundan ahora lerdos de todo tipo (citadinos y universitarios de humanidades) que van clasificando en sus anaqueles mentales lo que ven, lo que oyen y lo que huelen, comparando, opinando, criticando cada paso de los de adelante, envidiando al de paso largo. Aunque nunca han salido del invernadero.

El mediocre mide, clasifica, coloca, rara vez empuja, nunca crea. Nunca levanta la mirada desde los siglos, en el rastro de los eones y ausculta las galaxias, no se percibe polvo de estrellas. La mayoría de las veces, cuando logra colocarse en vanguardia, conduce por senderos enyerbados o enfangados y torpe, luego cede. En los participantes de las culturas modernas, hay como dos submundos: el de las humanidades-artes y el de la ciencia-tecnología.

En el submundo humanístico, prospera la farandulearía, la pompa, cierta camaradería igualitaria entre tramposones y copiones. Todo el mundo puede hacer arte, piensan, aunque todos saben que hay arte excelso y otro mostrenco. Toda sardina artística se considera en el deber de tomar pluma, pincel, cincel o micrófono y reclamar lo injusto que es que los tiburones tengan hambre y que hay que cuidar a todas. ¿Es difícil discernir que, si todas las sardinas cuidan a la retrasada, facilitan la tarea al tiburón? 

Captura de pantalla 2023-08-17 a la(s) 8.13.13 p.m.La industrializada estupidez de estos tiempos

El mundo del arte permite que allí exista mucha mediocridad. Y el mediocre es el que culpa a los otros o al sistema de su ineptitud y sus miserias. Le preocupa la igualdad por pura envidia de todo lo que tenga empuje. Típicamente, la intelectualidad “buenista” es artística y progre porque la concepción de progreso fue un gran salto con respecto a criterios previos de sociedades estáticas, que no evolucionaban. Hoy sería muy ilógico no concebir el cuerpo social como progresivo. Pero pretender que el progreso proviene de la igualdad e implica “empoderar” y “justicia social” es una mentira tan grande como un templo. Todo el progreso actual se debe a los métodos aristocráticos y súper selectivos que son propios de la ciencia y la ingeniería creada en sociedades industriales.  

En el submundo de la ciencia, es bien sabido que existen tiburones. Y que no todo el mundo puede encabezar el cardumen. En la ciencia impera un estricto posicionamiento piramidal, todos se saben desiguales y poseedores de pedazos de verdad momentánea y gaseosa.

No hay solidaridad entre sardinas en la ciencia, si la hay entre los “artistas”, que en su subjetividad con frecuencia resuelven sus dudas entre sabanas. Y como los políticos son mucho más artistas que científicos, hoy evolucionamos socialmente empujados por criterios tecnológicos, pero involucionamos entrampados en la subjetividad buenista y humanista. En el mundo de la ciencia, lo importante no es la palabra y la lentejuela sino el microscopio, el número y el algoritmo. El mundo avanza tecnológicamente halado por el tren de la ciencia, que tiene métodos eficientes para cribar lo falso y lo verdadero. Pero lo social esta evidentemente estancado y cuando se mueve lo hace a empujones (guerras, sublevaciones, revoluciones). Nos enfrentamos al asombro del retroceso en nombre del progreso. Por ejemplo, hemos retornado a métodos inquisitivos (lo profesan desde vanidosos profesores de Sociología de Harvard hasta abogados jugando a interpretar la vida y ser dioses sin saber nada de ciencia. 

Que un tipo de profesionales, supuestamente médicos, epidemiólogos, biólogos que han escalado posiciones burocráticas, se pretenda reservar todo el poder ante un gran peligro, suena como todo el poder a lo soviet. Se está haciendo evidente, cada vez más, la necesidad de crear gobernabilidad con personas de resultados concretos en la vida, es decir, no llenadores de papeles, plagiarios y malabaristas de los micrófonos, pero ese es otro asunto.   

Entretanto en la actualidad existe la posibilidad de una dictadura global y periódica de la OMS, cada vez que tengamos que enfrentar una pandemia. ¿Es injusto que la epidemia elimine a los que no tienen buenos anticuerpos? ¿No es este el método natural: que cuando pasa una epidemia se eliminan los más débiles en sistema inmunológico? Pues no, los epidemiólogos de la OMS dicen que todos tienen que ser vacunados y que esto es “ciencia”. Ante nuevos virus cada vez más potentes ante una humanidad inmunológicamente disminuida, tendríamos que pasar todo el poder del mundo a los funcionarios de los organismos globales. Pero podemos objetar que Naciones Unidas está llena de burócratas, que saben defender sus feuditos en una intricada estructura piramidal. Pero ellos conocen como funciona el mundo. ¿Son estos los filósofos gobernantes de Platón? ¿Es esto humanismo o transhumanismo?

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Perfil Andres R Rodriguez

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