
Es en la persona de Alexander Solzhenitsyn donde se concreta la imagen arquetípica del disidente contemporáneo, el hombre que da voz al horror silente, el hombre que articula el relato de los que yacen en fosas comunes
Los decididos jóvenes de los 60’s y 70’s y hasta 80’s, creyeron que su aporte al mundo no pasaba por estudiar ingeniería o ciencia, sino por aprender a matar soldaditos rasos en emboscadas
Bogaciones08/07/2023 Andrés R. RodríguezEn diciembre de 1958, un simple bulldozer levantó unos raíles de la línea del tren que pasaba por la carretera de Camajuaní, en Santa Clara, Cuba. Descarrilaron así el “tren blindado”, que con tropas de refuerzo del ejercito de Batista fue tomado por unos pocos cientos de rebeldes, al mando de Ernesto Che Guevara. Vale mencionar que en
aquella ciudad el ejército tenía un enorme cuartel y varios miles de tropas. Guevara no era un estratega excepcional ni ocurrió un milagro, sino que aquello era parte de un arreglo bajo el tapete. Pero ese es asunto que trataremos en otro artículo.
Aquel maldito bulldozer desbrozó el camino para varios decenios de infructuosa lucha armada en Hispanoamérica. Las diferencias y contradicciones sociales y políticas tendieron a resolverse con plomo y pólvora. Varios miles de jóvenes latinoamericanos fallecieron empuñando un fusil, pretendiendo que manejaban bulldozer niveladores
sociales. Se alzaron en armas inconformes con la situación social general en Hispanoamérica, donde generalmente unas pocas familias en cada país estaban a cargo de administrar su “contrato social”.
Lo que no imaginaron esos jóvenes, es que esa situación se deriva mucho más del militarismo y la violencia armada que caracterizó el surgimiento de sus países a principios del siglo XIX, cuando se desmembraron del Reino de España. Entonces, como siempre, la violencia dio lugar a la preeminencia de caudillos militares, que instauraron regímenes cuasi-feudales en paisitos hechos a su medida. En el caso de Venezuela, ese militarismo fue consecuencia del autoritarismo de Bolívar, su pretensión de subsumir toda la estructura social a sus criterios personales. Ello fue concretado luego, por Páez y el caudillismo interminable que le siguió en el siglo XIX.
En el caso de Cuba, este rumbo se tomó el día en que la propuesta civilista y a largo plazo que con esmero acarreó Martí hasta Dos Ríos, fue aplastada por el militarismo y autoritarismo de Gómez y Maceo. La dictadura militar actual en Cuba, nació en Dos Ríos. Aquellos vientos, sembraron las actuales tempestades. Los militares son buenos
para pensar la sociedad como campamento o campo de batalla, pero poco facilitan la evolución cultural integral.
Las los dos pretendidas revoluciones armadas victoriosas en el siglo XX hispanoamericano (Cuba y Nicaragua) y la (exportada desde Cuba) “revolución bonita” de Chávez, instauraron en el poder militarismos rampantes y castrantes. Esa es la causa de que estas sociedades y países, parecen como congelados en el tiempo, feudales. Muchos creyeron en los 60’s-80’s que la solución de los males sociales en Hispanoamérica era simple, por ejemplo, un simple empujón de bulldozer manejado por un guerrillero heroico. Que se podían lograr otras tomas espectaculares del poder, a lo Hollywood.
Los decididos jóvenes de los 60’s y 70’s y hasta 80’s, creyeron que su aporte al mundo no pasaba por estudiar ingeniería o ciencia, sino por aprender a matar soldaditos rasos en emboscadas. Lo que no sabían (porque aun hoy se les oculta) es que la batalla de Santa Clara ya estaba decidida unos días antes. A Batista se le ordenó dejar el poder. Aquello no fue batalla alguna, sino una puesta en escena, una intriga palaciega.
La violencia incontrolada genera larga violencia recurrente. Derrumba la estructura social, que tiene que ser rehecha desde las cenizas. En los pocos casos en que ha ocurrido una violencia puntual y “comedida” y luego una tendencia reformista (ej. la mal llamada Revolución Gloriosa en Inglaterra o Guerra de Independencia de EE. UU.)
la sociedad en metamorfosis civilista ha alcanzado un nuevo nivel de evolución cultural.
La vía armada y violenta para resolver diferendos en sociedad tiene un origen ancestral, es incluso previa a la civilización. Pero fueron los jacobinos en la Francia de Luis XVI, los que la teorizaron y entronizaron una modernidad insurgente, dinamitera y un culto a la violencia. No ha sido manu militari que el bienestar ha venido a ser parte de las sociedades industrializadas modernas. Ha emergido no de militarotes, sino de la cabeza de
inventores, científicos, ingenieros, médicos. Es así que se han transformado el capital ecológico en capital cultural. Sin incinerar la estructura cultural y sobretodo sin genocidio, la sociedad queda aun en la posibilidad de reestructurarse.
Dondequiera que ha ocurrido una violencia descontrolada, la sociedad ha quedado postrada y desestructurada por muy largos períodos (ej. genocidios de Boves y Páez, en Venezuela, la guerra a muerte de Simón Bolívar en gran parte de Suramérica, violencia de la Revolución Mexicana, en especial de Santa Anna y los generalotes en México.
Vale que aclaremos que, en nuestro criterio, si México se ha industrializado y modernizado, no fue por su revolucionarismo (expresado en el corrupto PRI) sino principalmente por ósmosis lógica y tecnológica desde EEUU, con el que tiene extensa frontera.
Históricamente, no fue la vía jacobina la solucionadora de los males sociales acumulados (Revolución Francesa, el terror, la Vendée), sino la vía cromwelliana (Revolución Gloriosa, Revolución Industrial, parlamentarismo, Royal Society of London) la que abrió espacio a que la inventiva científico-ingenieril creara todo tipo de
materiales y equipos, dentro de estos la máquina de vapor de Watt y los bulldozer.
Imaginemos la situación social que debió existir en la Inglaterra alrededor de 1760 (fecha que se asume como la de la Revolución Industrial, por la puesta en uso del motor de vapor perfeccionado de James Watt). El sistema feudal previo, estaba entonces siendo erosionado por la masiva salida de los campos de los siervos para ir a habitar las
ciudades o burgos. Es decir, lo siervos estaban convirtiéndose en burgueses (burgo significa ciudad) y en proletarios (porque su mejor alimentación les permitía tener mas prole). Y en la ciudad, las interacciones sociales facilitadas multiplicaban la inventiva. Allí se perfeccionaron expresiones culturales muy transformadoras: la ciencia, la tecnología… hasta la filosofía. ¿Donde ocurrió algo parecido en Hispanoamérica?
El bulldozer en Santa Clara solo fue utilizado para dar un empujón final a Batista hacia el exilio, hecho ocultado a los jóvenes hispanoamericanos, que sin saberlo fueron a buscar fusiles para empujar los retardos de sus sociedades. Retardos feudales que se derivan de “independencias” de la madre patria que en los hechos avanzaron hacia el pasado: directamente entronizaron muchos generales independentistas como nuevos señores feudales, propietarios de los hilos del poder y de extensos latifundios.
Hoy vemos en Cuba, Venezuela y Nicaragua, que un poder militarista, central y omnímodo, reinstaura monarquías absolutistas, cosa que Europa había superado en el siglo XVIII (el de las Luces). Regímenes castrenses, centralistas y feudalistas, impiden en estos pobres países la evolución fluida del grupo humano organizado dentro de unas
fronteras. Esto no es nada casual. En Hispanoamérica no se avanzó hacia la industrialización y la modernidad liberal, como si se hizo en Norteamérica. La fiebre “revolucionaria” en Hispanoamérica, lo único que hizo fue malograr la vida de miles de jóvenes. Y lo sigue haciendo.
*Andrés R. Rodríguez es un investigador, biólogo, profesor y escritor cubano exiliado en Estados Unidos. Su más reciente libro es Involución, a la venta en Barnes & Noble. Otros de sus títulos son: Havana 500 Anniversary, Caribbean Touristic Dictionary, Destellos al Alba, Lista de nombres comunes y científicos de peces marinos cubanos, Peces marinos importantes de Cuba, Ecología actual, conceptos fundamentales, Maritime Dictionary, Fábulas vivas, Colonial Havana˗Trinidad, Ecología para Ecoturismo, y La verdad es llama.
Los columnistas son responsables de sus opiniones y no necesariamente coinciden con la postura de ENC.
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