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Pretender que el progreso es una enérgica marcha hacia la igualdad y que implica “justicia social” para los preteridos y "empoderar” a los marginados, es una mentira tan grande como un templo
En 1884, a propósito de un notable ensayo del filósofo inglés Herbert Spencer, Martí escribió el artículo “La Futura esclavitud” que publicó en Nueva York. Nos dice muy muy claramente cual es su pensamiento acerca del socialismo, comunismo o colectivismo
BogacionesHace 5 horas Andrés R. RodríguezFidel Castro y sus cientos o miles de plumas esclavizadas y altavoces monotemáticos, que aún continúan, han intentado adulterar imagen y obra martiana, para hacerla pedestal ideológico. Ejemplo es uno de sus discursos en 1973: “Martí hizo un partido. No dos partidos, ni tres partidos, ni diez partidos. En lo cual podemos ver el precedente más honroso y más legítimo del glorioso Partido que hoy dirige nuestra Revolución: el Partido Comunista de Cuba, que es la unión de todos los revolucionarios, que es la unión de todos los patriotas para dirigir la Revolución y para hacer la Revolución, para cohesionar estrechamente al pueblo”, dijo el dictador.
De esta manera la llamada «revolución cubana» ha intentado decapitar al Martí auténtico y colocar en muchos rincones del país un Martí acartonado, imbuido de un pretendido socialismo, comunismo y hasta de marxismo.
Martí quiso su patria con todos y para el bien de todos, plena en su riqueza y diversidad, para nada habría apoyado una ideología que se basa en el aniquilamiento de una parte de la población por otra, en lucha de clases. Pero ademas, no cabe la menor duda de que el tipo de ser humano que era Martí, tan personalidad, tan fuera de serie, tan poco común, estaría entre los primeros que una turba marxistoide erosionaría tratando de convertirlo en compañero y luego aniquilaría cuando no se arrodillara a lo plebeyo.
En la Constitución de la República de Cuba de 2019 se afirma: “El Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado. Organiza y orienta los esfuerzos comunes en la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”.
En 1884, a propósito de un notable ensayo del filósofo inglés Herbert Spencer, Martí escribió el artículo “La Futura esclavitud” que publicó en Nueva York. Nos dice muy muy claramente cual es su pensamiento acerca del socialismo, comunismo o colectivismo: ”El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que, a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo”.
También en su carta a Fermín Valdés Domínguez queda muy claro la posición de Martí ante una sociedad colectivista: ”Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”. Notaremos como Martí casi describe al marxismo confuso e incompleto y a Castro, el buenista frenético, revolucionario.
Martí, el intelecto de alto vuelo, sobrevivirá y sobrevolara a Castro y al castrismo. La tergiversación de sus ideas ha sido profunda y habrá una enconada discusión en todos los rincones del país y mas en los pasillos literarios y del pensamiento por donde transiten los cubanos, pero ello ya viene llegando. ¿Por qué? Porque Martí fue limpio y hasta puro, y si alguna mancha tendría su sol, su muerte lo acrisoló.
Mientras, la pretendida revolución y el propio F. Castro no son un hermoso castillo en la colina. En sus sótanos, sucios hechiceros pretendieron manipular lo humano y lo cubano, aplastar su dignidad y al fin eliminar su humanidad hasta con el uso de los mas bajos metodos para dejar a un único rey en el ajedrez social cubano. En los hechos, el castillo se derrumba y cae en los fosos excavados para defender su mentira, que ya son un lodazal, su enjambre de mentiras, Cuando sus peones barrigones dejen ya el gobierno, la verdad engullirá todas sus mentiras mantenidas con abuso de poder desde un gobierno omnímodo, inmoral e irracional. Y algo similar pasara en Venezuela, donde la falsedad socialista fue importada por Hugo Chávez, un pupilo, que también creó falsos mitos, manipulando igualmente la figura de su prócer nacional, Simon Bolívar.
Castro es en realidad el peor enemigo intelectual de Martí. Por suerte, la fuerza de la voluminosa obra del apóstol de la nacionalidad cubana emerge por sobre cualquier valla ideológica. Es obra extensa e intensa, donde confluyen sensibilidad, patriotismo, intelecto y poética clarividencia. Es un cuerpo vivo, muy difícil de destruir y de tergiversar. Gracias a sus textos (los originales, no a la las editadas versiones comunistas que lo sacan de contexto) podemos hablar claramente de ese Martí gigante del pensamiento.
Hay que preguntar por Martí a los cubanos de la Isla y a los del exilio y a millones de personas que en todo el mundo. Quedarán como una mancha en la historia de Cuba las concentraciones en la renombrada Plaza de la Revolución, donde Castro convocaba a las ovejas para mentirles mientras la enorme figura pétrea de Martí miraba asombrada a la turba. La imponente, compasiva y humana imagen de Martí en la Plaza Cívica puede ser un buen referente para el reinicio nacional cubano.
Quedará como una pesadilla a la situación actual de los cubanos en la isla que ya fue descrita por el genio de Martí: “Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a este, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquellos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana. De mala humanidad —dice Spencer— no pueden hacerse buenas instituciones. La miseria pública será, pues, con semejante socialismo a que todo parece tender en Inglaterra, palpable y grande. El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora. Lamentable será, y general, la servidumbre”.
Martí, apóstol, poeta, el líder político, el humanista, hubiera desaprobado el atentado a la majestad humana que ha sido el marxismo, el leninismo y la llamada “revolución” cubana. Sobre estos pantanos florecerá la república que tanto ansió y por la que murió.
Este ensayo pertenece al libro "Marxianismo" de Andrés R. Rodríguez.
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