La maldad de la igualdad

Karl Marx pretendió que el filósofo debe querer cambiar al mundo, transformarlo. Siguiendo esta actitud, millones de “profesores” actuales mantienen ideas elevadas, que hacen aterrizar con velocidad de guillotina. Se ven en el papel de sumos sacerdotes, cuando menos de iniciados e intérpretes, pero en los hechos han resultado los verdugos de Occidente

Bogaciones27 de agosto de 2024 Andrés R. Rodríguez
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El pensamiento “sociológico” es confuso e inexacto, porque olvida la pieza clave del cuerpo social: el individuo. Mas aun el individuo excepcional, y su toque divino, esa obra cumbre de lo humano en su evolución cultural. Tenemos que recalcar que, en una tribu o una manada, el individuo está totalmente arrodillado al grupo, y solo se levantó en Occidente, más exactamente en Europa, cuando en su norte ocurrió la industrialización (la mal llamada Revolución Industrial). 

La sociología (y las humanidades en general) revolotean alrededor de conceptos gaseosos o líquidos, nunca sólidos y bien delimitados: el pueblo, el país, la humanidad. Son conceptos que podemos manejar mentalmente, pero ¿alguien los vio alguna vez? No creamos que sean las turbas, las divisiones de soldaditos, ni las masas de espectadores en un estadio. Se le asume comportamiento y personalidad, y el sociólogo, el politólogo, el filósofo creen que les corresponde el papel de ser sus estudiosos. Pero, su comportamiento no es predecible con certeza científica. Curiosamente, no se les estudia como haría un científico de las ciencias exactas, que no puede alterar lo observado al observarlo, sino por el contrario, sus estudiosos cometen el grave error de creerse activistas de sus ideas y poder alterar el experimento mientras lo observa. Así, alteran totalmente el resultado y lo convierten en una bazofia mental como la que hoy emerge de las universidades occidentales. Allí habitan castas de hippies que creen que el mundo es un gran campamento para el amor libre ¡Imagine! 

Las universidades de occidente han estado graduando miles de inútiles y estúpidos que se consideran científicos sociales, pero sin contacto con la realidad y sin retroalimentación de sus ideas, han ido estupidizando claustros, mentes jóvenes y envenenando la cultura.   

Que un observador manipula el experimento sería un gravísimo pecado en ciencias exactas. Pero si además, creamos alrededor del observador una burbuja de impunidad (la cátedra, la universidad, privilegios de derecho a palabra) los “experimentos” sociales no pueden tener efecto retroactivo alguno sobre el observador (homeostasis, el giro cibernético o de retroalimentación). De esta manera, el observador se puede dar el lujo de ser un estúpido y aun retener todos los micrófonos. Para colmo, si la “libertad de cátedra” le da total impunidad para pensar y decir barrabasadas, el resulta lo que tenemos en la actualidad: una serie de mequetrefes con toga y birrete, hippies de tercera generación, destruyendo impune y arrogantemente la cultura occidental. 

Screenshot 2023-07-15 at 11.03.31 PMEl bien feroz y la caperucita roja

Karl Marx pretendió que el filósofo debe querer cambiar al mundo, transformarlo. Siguiendo esta actitud, millones de “profesores” actuales mantienen ideas elevadas, que hacen aterrizar con velocidad de guillotina. Se ven en el papel de sumos sacerdotes, cuando menos de iniciados e intérpretes, pero en los hechos han resultado los verdugos de Occidente, que ha tenido mucho éxito aumentando la productividad industrial, ha llenado el mundo de riquezas y productos, pero ello se ha revertido contra la matriz social porque desde esos numerosos  invernaderos del pensamiento (la academia), aquellos sumos sacerdotes de la igualdad retienen todos los micrófonos y ametrallan por la espalda todos los que no repiten sus  estupideces.  

¿Todos somos iguales? ¿La madre naturaleza tiende a la igualdad?  

Cuando se unen miles de voces a declarar que las palabras son balas, algo de aplomo obtienen. Este es el caso actual de la palabra igualdad. Como expresara Antonio Escohotado, “La igualdad no solo es imposible, es indeseable”.  Sin embargo, la mayoría de los sociólogos y similares en la masa entrevén igualdad, no una estructura compleja, con nichos. Para ellos las masas humanas son muchos idioticas esperando su pienso y no complejas estructuras ecosistémicas. No pueden ser reducidas a masas físicas, de átomos iguales unidos por su valencia, ni a pegajosos fluidos de moléculas también muy iguales, o cuando más, a manadas subyugadas por un gregarismo desindivididualizador. Algunos suponen que la destrucción evidente de la cultura occidental es resultado de una especie de megaconspiración neomarxista (marxismo cultural), que aplican las idioteces que imaginó en una biblioteca un vago soñador (Marx) o a la riposta en prisión un escritorzuelo (Antonio Gramsci). A mí me parece que es normal que intelectuales crean que las palabras mueven el mundo. Pero me parece más lógico pensar que existen una serie de causas-efectos que se concatenan y hacen disfuncional un sistema, que pensar que las palabras son balas o TNT.  

Para aquellos preocupados excesivamente por la igualdad, el de la retaguardia tiene  el deber y el derecho de anular la vanguardia, o sea, que…. la vanguardia camine para atrás.  Exactamente eso hicieron como gobernantes Lenin o Stalin en Rusia, F. y R. Castro en Cuba, Chávez en Venezuela, la dinastía Kim en N. Corea. ¡Hicieron a sus países avanzar hacia atrás! Reinstauraron estructuras, leyes y procedimientos feudales. ¿En nombre de qué? ¡De la igualdad! ¡Del progreso! Pero para ello había conferir un papel omnímodo a estamentos militares, hombres a caballo con derecho de cuchillo (de vida) sobre sus súbditos, “revolucionarios” con sangre en sus manos en nombre de la justicia social. Porque la igualdad, se busca exaltando a lo común y descabezando la excelencia. 

Un libro (La Biblia, El Capital, El Segundo Sexo) solo son un manojo de hojas mientras no sea mitologizado e instrumentalizado como herramienta por un poder. Pero con frecuencia un poder decide tomar un libro como cincel de ideas alternas o como guillotina intelectual. 

El ecosistema social occidental se está suicidado al privilegiar que intelectuales verborreicos aislados (los ya mencionados Marx, Gramsci, Simone de Beauvoir y un larguísimo, desde Lenin, Trostky, Foucault, Marcuse a Malraux y otros) planteen como esencia social cosas muy ilógicas, y aun así tengan resonancia, o peor aún, sean tomados por agendas ocultas para meter ruido en el sistema y destruirlo desde los estrados académicos. 

¿Cómo son posibles errores tan mayúsculos de la sociología en particular, y de las humanidades en general?  Por su origen en la especulación filosófica y por su relación muy temblequeante con las ciencias exactas. Los sociólogos y similares adoran la verborrea, los adjetivos, los interminables ensayos (que no siguen una línea cartesiana o de duda sistémica) y les tienen animosidad a los números. 

Hay que aclarar que la sociología tiene padres fundadores franceses (A. Comte, E. Durkheim) y allí mismo nacieron los planteamientos más renombrados de socialismo utópico (Saint Simon, F. Tristán, E Cabet) mientras que en Inglaterra las utopías (A. Moro, Charles Fourier) fueron más tempranas, suaves y contrarrestadas por un pensamiento económico más coherente (A. Smith, D. Ricardo). Nada asombra que mientras la temprana Revolución Gloriosa en Inglaterra (1688) fue en buena parte comedida y antimilitarista, la posterior Revolución Francesa (1789) fue un intento fundamentalista de utopía, que fue a morir en los desmanes jacobinos primero (Danton, Robespierre) y militaristas de Napoleón después. Tendencias jacobinistas posteriores, han derivado hacia el militarismo (México, Haití, Cuba, Venezuela). Tendencias girondinas han evolucionado hacia el industrialismo (Inglaterra y sus excolonias, en especial EEUU y Canadá).

Screenshot 2023-07-15 at 11.02.16 PMINTELECTUALIDAD: ¿Improductiva o degradadora?

Para alguien que haya estudiado Ecología, está muy claro que una ciudad, una sociedad o una vivienda, son ecosistemas transformados. Conservan partes y leyes del ecosistema natural basal, que fue transformado, pero no anulado. Olvidar lo anterior, es socialmente MUY costoso, porque cuando se pretende estar caminando por la realidad sobre el tren de la ciencia, en realidad se están creando mitos sin raíces, que no son columnas de la cultura, sino que se basan en inspiraciones y presunciones de personas muy inteligentes, pero más teatrales que realistas, más declamadores que constructores 

Hoy, mientras las ciencias duras avanzan paulatinamente, midiendo cada paso con microscopio y micrómetro, cuando sus verdades son  aceptadas como momentáneas y transientes, las “ciencias sociales” nadan en el pantano de la gritería y la farándula, al entronizar algún iluminado paridor de verdad, uno u otro verborreico que se pretende sostener a base de lentejuela, vanidad y traición, tanto que cuando en definitiva caen, llevan lo humano a cotas tan bajas como las limpiezas guerreras, étnicas, revolucionarias o al asesinato policial, el  genocidio, el ecocidio.  

Las ciencias duras tienen como método la aproximación gradual, la duda sistémica, la construcción modular del saber. Los sociólogos, “buenistas” y “humanistas”, por el contrario, apenas comprenden y emplean estos métodos. Ellos se basan centralmente en la palabra y en la preeminencia intelectiva de una u otra vaca sagrada del verbo (antiguos: Confucio, Buda o Cristo; modernos: Víctor Hugo, Lenin, Trotsky, Foucault, Sartre, Marx; actuales: verborreicos influencers). 

El costo de arrodillar las sociedades a las palabras es de millones de vidas y miles de años de retraso en la evolución cultural que ya habríamos tenido si las ciencias duras fueran referentes políticos. Seguimos pretendiendo evolucionar culturalmente de fiebre en fiebre, de terremoto en terremoto, con tribalismo atroz. 

Mientras las letras nos mantienen en el improperio, los números nos llevan al imperio del algoritmo. La ciencia objetiva y la tecnología (sus números afilados y duros), nos ponen ya en nuestras espaldas alas para volar por encima de la estratosfera, pero aun las “ciencias” subjetivas insisten en pegarnos con saliva alitas. Y los filósofos nos sigue hablando de la Cueva de Platón, los letrados siguen hablando del “Arte de la guerra”, los marxistas siguen diciendo que la plusvalía la producen los obreros con sus manos y no los emprendedores con su cerebro, acumulando capital y tomando riesgo. 

No es de extrañar, que con tantos “humanistas” deshumanizándonos, locos salivosos de la talla de Hitler, Hugo Chávez o Fidel Castro, conducen grupos humanos a desastres colectivos que se evitarían con simple sentido común, con una juventud preparada en verdaderos principios humanizantes y no transhumanistas.

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