
El mandato de silencio, justificado bajo la falacia de la intemporalidad política, ha inoculado la sospecha y la autocensura como prerrequisitos de supervivencia intelectual
No les creas absolutamente nada de lo que te digan. Recuerda que las más monumentales mentiras suelen manipular, como andamios, un puñado de verdades, para justificar la imperiosa edificación de su imperio. El imperio de la mentira. Luego incineran todas las verdades, menos la suya, una verdad terrible, sangrienta, incurable
Bogaciones19/09/2023Desgraciadamente no vivimos en una era de información, informática avanzada, siquiera de fiesta o amenaza de inteligencia artificial (la verdadera inteligencia se vuelve cada vez más artificial). Vivimos en la era de las redes sociales, donde, con toda ironía, la desinformación se ha enredado con la banalidad, la depresión y la locura.
Y en medio de todo este caos, que pareciera infinito, sempiterno, hay una pregunta que, curiosamente, nos hacemos muchos: ¿Por qué los falsos Robin Hood del siglo XXI siguen engañando a tanta gente?
Desde hace años lo he estado escribiendo, de distintas maneras, pero es inevitable volver a repetirlo: no creas en los políticos justicieros. No son buenos políticos, ni mucho menos buenas personas. No les crean una palabra. Pues en una sola de sus falsas promesas hay toneladas de un terrible veneno adormecedor. Yo, que lo he sufrido, te lo explico brevemente.
Te hablo de una dulce ponzoña que primero te embriagará, excitará tus emociones como en un intenso partido de futbol y luego, justo al comenzar la premiación, te irá cegando poco a poco, entumeciendo tus extremidades, tu capacidad de pensar, de echarte atrás. Y podrás terminar paralizado en medio de una telaraña que, paradójicamente, tú mismo no sólo apoyaste con euforia, sino que ayudaste a construir con tu voto, tu entusiasmo, tu inocencia, tu dinero, tu libertad.
En sus mítines, prometerán villas y Castillas. Incluso tratarán de que sus posibles votantes reciban algún que otro regalo, sea una pequeña bolsa con comida y propaganda, o un parche para un viejo techo. Pero el mayor objetivo de estos falsos Robin Hood -y esto es lo más importante- es que la gente regrese a casa con una falsa ilusión. Y que luego la compartan con su vecinos. Con todos. Y que luego la compartan con su vecinos. Con todos. Pero sobre todo con aquellos que no están seguros de por cuál candidato votar. Pues no hay pensamiento más moldeable que aquél que se presenta (o se siente) neutral.
Así completan sus campañas. Casi lo mismo en todas partes. En barrios pobres, zonas rurales, empresas exitosas, iglesias, universidades, jóvenes rebeldes, comunidades LGBTI y su plus interminable, sindicalistas, indignados, resentidos, idealistas, gente que ha fallado o que han hecho fallar. Pues el mundo no es una construcción compacta: también está hecho de grietas, y es justamente en las grietas donde se aliñan y ocultan los más grandes peligros, las más peligrosas intenciones. Fíjate en cómo todos los discursos populistas nacen de las grietas. Y allí se quedan.
El más grande capital para comprar votos de estos farsantes no es el dinero, sino la constante estimulación de falsas ilusiones a través de falsas promesas. Nada más fuerte que esto. Y lo harán en todas partes. Y ningún buen fruto saldrá, pues se trata, te repito, de falsas ilusiones, y para colmo casi siempre sembradas con el inservible abono de la miseria, con viejos rencores, odios, frustraciones. Si aún no lo sabes, o si te resistes a entenderlo, serás una presa fácil. La carroña que esas aves de rapiña necesitan. Por favor, piensa un minuto, y no lo seas.
A estos embelesadores, encantadores de mansas serpientes, no le abras jamás la puerta de tu casa. Tampoco le entregues la pantalla de tu celular, tu WhatsApp, tu televisor, tu barrio, y mucho menos le des la autoridad para manejar el destino de tu país. No le entregues tu indolencia, dudas, miedos, perdón, concesiones o silencios. Esos que hoy se venden como los Robin Hood del siglo XXI, no son más que grandes embusteros. Y son muy peligrosos. Tanto como los guerrilleros, pues su terrorismo comienza solapado. Luego, y esto es lo peor, se convierte en ley. Y no lo dudes: siempre están al asecho, siempre están de vuelta, contra ti.
¿Cuántas veces no has visto que esos que no se sacan de los labios la supuesta defensa de la igualdad social y la búsqueda del progreso, no persiguen otra cosa que la instauración del igualitarismo, ese estatus miserable desde donde no es posible progresar? No olvides que el igualitarismo es la puerta al totalitarismo. Ese abismo social del que es muy difícil escapar. Y cuando logramos salir, jamás salimos sanos.
Desconfía de aquellos que todo el tiempo buscan enfrentar a pobres contra ricos repitiendo el falso discurso de que la pobreza es culpa de la riqueza. Rechaza a aquellos que en vez de preocuparse por fomentar el bienestar, lo que hacen es condenar la abundancia, pues está claro que nada pueden ni quieren ofrecerte para abandonar la escasez y el sufrimiento, mientras ellos, con la defensa de tus pesares, incrementan su patrimonio y su fama de desinteresados buenistas.
Esos políticos nunca intentarán utilizar, como deberían hacer, tu talento y anhelos para aumentar tu economía, sacar adelante a tu familia y desarrollar tu país. No son más que grandísimos embaucadores que buscan aprovecharse de tus emociones, de las necesidades de tu gente. Lo demás es pura palabrería que poco a poco, y a veces de manera fulminante, se transforma en cárcel.
No les creas absolutamente nada de lo que te digan. Recuerda que las más monumentales mentiras suelen manipular, como andamios, un puñado de verdades, para justificar la imperiosa edificación de su imperio. El imperio de la mentira, con sus patas cortas, pero con largos disfraces con forma de enredadera. Luego incineran todas las verdades, menos la suya, una verdad terrible, sangrienta, incurable.
No te dejes engañar, aunque te digan que son pacifistas, guerrilleros, socialistas del siglo XXI, líderes obreros, activistas comunitarios, actores de emotivos argumentos, caballos de Troya, salvadores revolucionarios, comunistas, globalistas, promotores o cabilderos del Nuevo Orden Mundial, o cualquiera que intente venderte la malsana idea populista de que te van a regalar algo, ya sea algo que pertenece al Estado o que le van a quitar a alguien para entregártelo justicieramente a ti. No seas tonto. Es sólo una estafa.
No te dejes timar, como ya lo hicieron los venezolanos y otras naciones del hemisferio. Es un espejo espantoso y no puedes dejar de verte en él, pues lo sostienen las mismas manos, las mismas garras. No es una exageración, o sí: es una verdadera exageración de nuestros males, nuestra estupidez, nuestras miserias. Bien sabes que también les ha sucedido a bolivianos, ecuatorianos, nicaragüenses, y por supuesto, a los cubanos.
A estos políticos justicieros, en realidad pichones de dictadores deseosos de hinchar sus buches con tu voto, es decir, injustos políticos que viven de generar injusticias y de falsas promesas de instaurar una justicia impecable para todos, no les des el más mínimo chance de entrar en su sucio juego, amañado, como inevitablemente serán sus siguientes “elecciones”, esas telarañas en las que quizás no puedas corregir el gravísimo error de haberles confiado tu destino y el de los tuyos. No cometas esa pifia. No más. No tiene sentido. Más que embarazosa, puede ser letal.
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