Bajo la dictadura de los tontuelos

¿Para qué la vida ha subido por el árbol de la vida, si ahora nos quieren primitivamente iguales, como los fueron por millones de años átomos, coacervados, bacterias y hongos? ¿Para qué subimos por la escalera de la vida y dejamos atrás la primitiva igualdad?

Autores 05 de octubre de 2023 Andrés R. Rodríguez
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Al abogado, político y militar cubano Ignacio Agramonte y Loynaz, a quien en las guerras de independencias de la isla llamaban El Mayor, pertenecen estas palabras: “El individuo mismo es el guardián soberano de sus intereses, de su salud física, moral. La sociedad no debe mezclarse en la conducta humana mientras no dañe los demás
miembros de ella”.

Vivimos un tiempo donde pareciera que la tontería no sólo se ha excitado a casi todos los niveles, sino que además se ha hecho hegemónica. Desprenderse de la dictadura de los tontuelos será una larga gesta. Al tonto, le parece que todos los demás son tontos. En ello reside su tontera y el poder devastador que alcanzan en la turba. Mas, no hay cosa más desigualmente repartida que la inteligencia y la creatividad entre los hijos de los hombres. Comprenderlo es una casualidad, y hoy, casi un privilegio. "To be or not to be no" es solo un asunto de respirar. Hay quien respira mas profundo.

En realidad, la humanidad ha estado casi toda su historia en esta gesta, encontrar a sus mejores, que respiran más profundo, y postergar a sus peores, a cuyos pulmones nunca llega el polvo de las estrellas. La gesta no es una marxistoide "lucha de clases". Es una lucha unos pocos luminosos contra el oscuro promedio. Organizarse mejor lo pueden las altas culturas, es decir, las culturas proyectadas a su auto-cultivo, con mucha selección y discriminación de lo que es bueno y de que lo que es malo. Sorprendentemente, algún componente de la cultura la mata desde adentro: la des-cultura. Como también sucede con la muerte, que todos llevamos dentro.

Screenshot 2023-09-20 at 2.13.32 AMLa fatal arrogancia del progresismo y la destrucción de Occidente

Y ello está pasando hoy con la cultura occidental, golpeada, en nombre de la multipolaridad, por tontuelos intelectuales que la matan bajo consignas que aseguran que su intención es curarla. Esos que le imponen un orden colectivista. Los grupos humanos que no han dado espacio para el florecimiento de las individualidades, han sido burdas manadas, a veces en estampida, en el horror de la violencia con sus múltiples caretas y facetas, en el horror del azar comandante. 

La masa tiende a creer que el universo es masivo. La noche, que el universo es oscuro. La idiotez cree que el universo es idiota. A la masa le cuesta mucho trabajo vislumbrar la brillantez. Y, repetimos, ello puede haberle
costado muy caro al fenómeno humano. Una y otra vez los Salieri, los envidiosos y mediocres, han neutralizado o revertido el hambre de perfección del excepcional, del genio, del que lee sin traductor el mensaje del cosmos, que lo interioriza en cada inhalación, con su extraña hambre de perfección y su instinto de perfectibilidad.

¿Lucha de clases? Cuanta arrogancia de una mente gris. La historia de la humanidad ha sido la lucha de genios y talentos, para no ser mediocridades en la masa de tontuelos. Lo común, lo colectivo, se ha impuesto subrepticia o violentamente, con falsas palabras amables o con acciones enérgicas envueltas en moralidad. Cualquiera que sobresalga se intenta devolverlo a la gelatina primigenia. Incluso, si nos abstraemos, nos daremos cuenta que la vida toda es un intento de emerger desde las miserias igualitarias originales, cámbricas fagocitantes, zoológicas, hacia una espiritualidad ilógica, ya no zoo-lógica. Pero con harta frecuencia, se ha impuesto la idiotez originaria. Es tan asombroso que luego emerja otro loco y arriesgue todo otra vez.

Cartas de muertos que nunca llegaron, LLL, 2023Huellas de la intervención de Cuba en África (en tiempos de Rusia y Ucrania)

El horror y el dolor son dos senderos que el ser humano tiene que transitar. La abstracción emerge de las miserias quimiosintetizadoras, fagocitantes, vegetantes (fotosintetizadoras) y herbívoras ancestrales. Luego no puede evitar volver al miedo, al dolor, a lo atávico, al depredador, a las dentelladas y manadas. La igualdad fue y es una condena desde las cósmicas vastedades hidrogenadas, (pasa por el microrganismo quimio y fotosintetizador) y se eleva hasta cierto nivel zoológico, que ya no es zoomórfico. A partir de ahí, alguna vez el gusano deviene mariposa. Y en algún momento de la eternidad cósmica, surge el ser espiritual.

¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Para qué? Los buenistas quieren considerar hoy el fenómeno humano como un melting pot de individuos bacteriales, coloidales, o peor aún, virales. Todos iguales. ¡Todos somos igualmente buenos! No
hay malos. Enalteciendo “la igualdad” hasta el paroxismo, nos llevan al abismo. Y ello, se traduce en una propuesta de retorno al primitivismo inorgánico, el de vastas regiones de las galaxias habitadas solo por H y He.

Screenshot 2023-09-06 at 9.03.34 PMOccidente pierde su ímpetu civilizatorio entre tanto miope especialista

¿Para qué la vida ha subido por el árbol de la vida, si ahora nos quieren primitivamente iguales, como los fueron por millones de años átomos, coacervados, bacterias y hongos? ¿Para qué subimos por la escalera de la vida y dejamos atrás la primitiva igualdad?

Se equivocan de medio a medio los igualitaristas-buenistas. Somos individuos, que luego nos asociamos en sociedad. El ser humano no nace en la manada, sino del individuo. Luego de ser, no pretendamos ser sociedad que aplasta y fagocita al individuo. Tampoco pretendamos conducir al ser humano desde la Razón. Entiende con el corazón, desde los sentidos. Se guía más por hormonas, que por neuronas. Ya no se trata de igualdad ante la justicia, sino igualdad ante el universo.

El Cosmos fue una igualdad que se propuso ser distinta. Y lo somos. Los tontuelos que nos ven a todos iguales, en los hechos, están desmontando eones de evolución del universo y milenios de emergencia del Homo sapiens.

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