Karl Marx pretendió que el filósofo debe querer cambiar al mundo, transformarlo. Siguiendo esta actitud, millones de “profesores” actuales mantienen ideas elevadas, que hacen aterrizar con velocidad de guillotina. Se ven en el papel de sumos sacerdotes, cuando menos de iniciados e intérpretes, pero en los hechos han resultado los verdugos de Occidente
Occidente pierde su ímpetu civilizatorio entre tanto miope especialista
La filosofía, que tiene mucho más de arte que de ciencia, se ha pretendido palanca para mover el mundo y “comprenderlo”. El resultado no puede ser más desastroso...
Bogaciones12 de septiembre de 2023 Andrés R. RodríguezLa ciencia, desde Descartes, intenta ser una vía sostenida de interpretación del mundo y de su transformación. Pero más pesa nuestro origen. Desde Atapuerca, las llamadas artes y luego las humanidades tienden soñando a lanzarse al ruedo de conocer. Nos apoyamos mas en la sensibilidad o sensorialidad de artista-individuo, sin conclusiones precisas, sin método para organizar las grandes manadas, que son entonces conducidas desde burocracias incompetentes, llámese gobierno o la Organización de Naciones Unidas (ONU). Con desparpajo sofista o concentrándose en detalles, soñar y engañar.
Profundamente, en la psiquis humana, se ha impuesto un arte excelente para los detalles, pero miope para una visión sinóptica o integral. Proliferan los buenos comunicando “ideas”, que odian los números y el pensamiento crítico, prefieren las palabras y el histrionismo. La mayoría de las veces somos muy poco creativos, pero con un ego de talla XL y nos complacen los títulos y entorchados.
Las soluciones a vivir en grupos muy densos y numerosos, se pretenden adoptar desde las artes, más que desde las ciencias. La filosofía, que tiene mucho más de arte que de ciencia, se ha pretendido palanca para mover el mundo y “comprenderlo”. El resultado no puede ser más desastroso: por ahí tenemos a Confucio, drogando las culturas orientales con la sumisión al poder imperial. Tenemos al filósofo Marx, pretendiendo palanquear a las
sociedades europeas con palabrería, que en realidad las llevó hacia el caos leninista.
Tenemos a Nietzsche, dejándonos sin palabras con los fuegos artificiales de su verbo, pero empujándonos hacia la locura hitleriana, etc. Con arte malabarista y ciencia miope, se pretende comprender un mundo-aquelarre, luego de la explosión demográfica. Y se pretende solucionar todo con una simple palabrita: DEMOCRACIA. Y dejar que tomen el poder mentirosos profesionales o buenazos de verbo que se autodeclaran con vocación de servicio público y autodenominan políticos.
La extrema exaltación de la democracia, como panacea social, ha dejado que entre por la puerta de la cocina lo que grupos humanos con pretensión evolutiva habían expulsado por la entrada delantera: tribalismo y la exaltación del hombre común (o con otros nombres: el comunismo y sus versiones disfrazadas de comuna, socialismo, populismo, gregarismo oriental, buenismo occidental).
Si la ciencia, su duda sistémica, se dejara actuar hasta el fondo del cuerpo social, tal vez el mundo no estaría tan anarquizado. Pero la Ciencia se abstiene a la hora de las grandes explicaciones y soluciones. Se agarra al pensamiento especializado, compartimentado, fraccionado.
Alabamos a los especialistas o expertos. Apenas tenemos mentes renacentistas, generalistas, holísticas. Occidente ha emergido de las miserias feudales con especialización ingenieril. Pero ello se ha constituido en un bumper para la evolución posterior: la propia ciencia especializada no puede avanzar si no es con el pensamiento sinóptico, holístico.
Hemos castigado al creativo de visión sinóptica. Hemos empobrecido al sabio renacentista. Los congresos, libros y papers están llenos de metodologías puntuales. Casi no aparecen integraciones holísticas. Ello ha sesgado la ciencia en campos divorciados y centrífugos en que todos pretenden aplicar metodologías científicas específicas. Sin embargo, a nuestro alrededor, la naturaleza y la sociedad funcionan integradas, no en cajas estancas. Hemos aupado al de bajo vuelo creativo: al entretenedor (entertainment), al narrador prolijo, al repetidor de rama estrecha, al clasificador detallista y descriptivo.
Y ahora, Occidente pierde su ímpetu civilizatorio entre tanto miope especialista. Hay que dejar claro una cosa: La sabiduría se obtiene con sumo esfuerzo, no es cosa que esté al alcance del hombre común. La sabiduría no es específicamente saber religioso, filosófico o científico. En esos meandros se ha dormido la cultura oriental y ahora
ralentizado la occidental.
En Occidente, nos toca ahora ir a abrevar en formas de pensar más holísticas y que aspiren auténticamente al orden del cosmos, y no (taimadamente) al gobierno en la tierra. Y ello dependerá de individuos adelantados y no de masas entusiastas. Hay que someter a escrutinio e inmediata transformación los sistemas de educación, que impulsan al individuo a someterse a la manada, proponen la repetitividad, castran la creatividad e identidad
personal especifica. Desde la escuela se ha masificado un individuo mentalmente consumista, tecnocrático, enfocado en su ombligo y especialista de rango estrecho, en otras palabras, se ha idiotizado al ser humano.
Llamamos Civilización, Cultura, Democracia, pueblo, a masas de idiotas sin personalidad, que creen tener todos los derechos humanos y ningún deber humano. Mas no solo el sistema educativo formal ha fallado. Tal vez ha fallado más profundamente el informal: los medios de difusión masiva, que nos bombardean con una serie de
banalidades, clichés, amoralidades e inmoralidades, que han destituido el ciudadano y lo han convertido en un masticador de imágenes, en un consumidor compulsivo, un mero observador de su ombligo o de fotos pornográficas, pero con un cerebro hueco, consumista, incapaz de comprender el orden del Cosmos o cuando menos, la organicidad de lo que le rodea.
El grado de conocimiento que cada cual tiene de los problemas mundiales o nacionales puede variar ampliamente y depender de puntos de vista personales, culturales, ideológicos, profesionales, coyunturales. Las soluciones radicarían en una mayor concertación social racional (ojo: no se trata de contrato social que escribe un intelectual genial, con sus sesgos y traumas, sino de concertación social que se reescribe día a día por millones de individuos
con personalidad) y en la aplicación a fondo de las bondades de la ciencia y de la tecnología.
No se trata de adoptar un rumbo político autoritario, de escogidos mandarines, ni de alumbradas vanguardias. Este es un asunto de concertación entre individuos y de educación. Educación y educación. Y otra vez educación.
*Andrés R. Rodríguez es un investigador, biólogo, profesor y escritor cubano exiliado en Estados Unidos. Su más reciente libro es Involución. Otros de sus títulos son: "Havana 500 Anniversary”, "Caribbean Touristic Dictionary”, "Destellos al Alba”, "Lista de nombres comunes y científicos de peces marinos cubanos", "Peces marinos importantes de Cuba", "Ecología actual, conceptos fundamentales”, "Maritime Dictionary”, "Fábulas vivas", "Colonial Havana˗Trinidad”, "Ecología para Ecoturismo" y "La verdad es llama”.
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