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Irreverente, chota, burlona, espontánea hasta el escándalo, Juana Bacallao no tiene igual. Se ha creado un personaje que ha llegado a ser ella misma
Autores05/12/2023 Luis CinoDirán que es extravagante, desatinada, vulgar, pero pésele a quien le pese, Juana Bacallao es una artista en toda la extensión de la palabra. Es posiblemente la más auténtica en el mundillo de las cantantes cubanas de las últimas décadas, donde tanto abundan las poses pretensiosas y el falso oropel y las fanfarrias de vedettes y divas que distan años luz de serlo.
Irreverente, chota, burlona, espontánea hasta el escándalo, Juana Bacallao no tiene igual. Se ha creado un personaje que ha llegado a ser ella misma. Cuando sale al escenario, con su peluca platinada, bamboleándose sobre sus altísimos tacones, aun antes de que agarre el micrófono o empiece a tocar su grupo Tiembla Tierra, su sola presencia es un show.
Con su voz áspera y poco afinada, cambia las letras de las canciones, con intención de parodiarlas o sencillamente porque se le olvidan o no logró aprendérselas; canta en un inglés que se inventa We are the world o algo de Michael Jackson; y exclama, con ambientosa guapería de Centro Habana, “qué bolá con lo mío, asere”.
Solo el pianista y compositor Obdulio Morales, que fue quien la descubrió y la bautizó con su nombre artístico (su verdadero nombre es Neris Amelia Martínez Salazar) pudo adivinar que llegaría lejos.
Ella lo tenía todo en contra: era pobre, huérfana, poco agraciada, de pequeña estatura. Y para añadidura, era negra. “Negra prieta y cocotimba” en un país que aún hoy, pese a estar el racismo abolido por decreto desde hace seis décadas, no acaba de vencer los prejuicios raciales.
Se convirtió en Juana Bacallao desde aquella noche en el Teatro Martí, hace siete décadas, cuando interpretó por primera vez la guaracha titulada así, Juana Bacallao, compuesta por Obdulio Morales. Y nunca, hasta el día de hoy, ha dejado de ser Juana Bacallao, con todo lo que eso implica.
Muchos la llaman Juana La Cubana, pero esa en realidad es la bailarina, coreógrafa y cantante exiliada Juana Baró, a quien bautizaron así en Miami las dominicanas del grupo Las Chicas del Can cuando les montó la coreografía para el videoclip del número de Titi Soto Baila como Juana la Cubana.
En la década de 1960 le fue difícil a Juana Bacallao ―que ya se había presentado con artistas como Nat King Cole, Celia Cruz, Benny Moré y Bola de Nieve― que la aceptaran en la TV. Los muy pedantes y elitistas comisarios y decisores de la cultura oficial, con su poco sentido del humor, la consideraban chabacana y de mal gusto.
Pero finalmente tuvieron que aceptarla y hasta conferirle la Distinción por la Cultura Nacional. Y eso que Juana nunca se ha prestado para su politiquería. Es más, se ha mofado de los mandamases. Como en una memorable ocasión, cuando luego de tener que esperar que llegara un alto dirigente y su séquito para iniciar su actuación, preguntó: “¿Ya están aquí todos los secuaces?”
Juana Bacallao ya cumplió los 98 años y amenaza con seguir ahí hasta su último aliento, deleitándonos con su gracia, haciéndonos retorcer de la risa. Y ella, disfrutando el cariño de su público, indiferente a los puritanos y criticones que sufren con lo que ella goza.
Texto reproducido en El Nuevo Conservador por cortesía de su autor y la agencia Cubanet. Luis Cino Álvarez reside en Arroyo Naranjo, Cuba, y a pesar de la represión desde 1998 ejerce el periodismo independiente. Entre 2002 y la Primavera Negra de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Es colaborador de CubaNet desde hace 20 años. Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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