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¿Cuál es el valor real de la causa cubana?
No podemos dejar de pensar en esta ecuación tan económica como moral e histórica. Y sobre todo, intentar resolverla. Sabemos que, si se quiere, se puede
Autores13 de noviembre de 2023 Juan José López-DíazPara unos, esto es una necesidad urgente, desesperada. Para otros, más de lo mismo. De cualquier modo, a sesenta y cuatro años de sostenida dictadura, con todo tipo de represiones y sufrimientos, decir que para Cuba ya es hora (muy atrasada, por cierto) es mas que justo, y por mucho tiempo que haya pasado, no debe olvidarse. Seguir diciéndolo y peleando, es inevitable.
Pero también es momento (nunca ha dejado de serlo) de luchar por la liberación de los presos políticos, el reconocimiento legal de la oposición, y potenciarlos para unas elecciones libres, que solo serán posibles si abrazamos este llamado, esta resistencia.
En medio de tantas crisis, donde se incluyen las guerras entre Ucrania y Rusia, e Israel y el grupo terrorista Hamas, no podemos olvidarnos de Cuba. En medio del estado de la economía mundial, llámese recesión en los Estados Unidos de América o “inflación” para los cubanos, tampoco vale el olvido. De hecho, en medio de todo esto, cabe preguntarse ¿cuánto vale hoy la causa cubana?
Varias generaciones y diversos comportamientos pueden tener la misma pregunta y disímiles respuestas. Hubo lucha y todavía la hay, pero los medidores que usemos para hallarle réplica a la cuestión, ¿cuánto vale la causa cubana?, pueden ser tan crueles como imprecisos para calcular el valor de la causa cubana.
Si escogemos el dolor que ha causado la mal llamada “revolución cubana”, hay generaciones que dirían sentir una especie de identificación casi absoluta con este medidor, pero lo cierto es que no hay monopolio del mismo. Cada generación ha sufrido su parte y al parecer hay una aparente desconexión con los sentimientos y acciones de las otras. Los movimientos de la historia han contribuido a moldear cada parte.
El dinero, como medida del valor de los bienes y servicios en general, puede ponernos frente a paradigmas insospechables. ¿Cuánto dinero se ha invertido en la causa cubana? ¿Cuánto se ha gastado en otras causas? Sobre todo, en aquellas en las cuales la inversión ha dado resultado, de acuerdo a la propuesta de fondo. Y aún más, ¿cuánto se ha invertido en definir cuánto se necesita en el caso cubano? ¿Y cuánto se ha de sistematizar este esfuerzo?
Muchas veces se ha dicho que los fondos destinados a promover la democracia en Cuba que vienen de las agencias gubernamentales de Estados Unidos, no llegan a las manos de los opositores de dentro de la isla. Vale aclarar que realmente sucede así no porque se desvíen los fondos, como también se ha denunciado muchas veces, sino porque se trata de un plan destinado a fallar de inicio, ya que esos dineros no están por ley concebidos para financiar una lucha interna contra la dictadura. Es decir, que la mayoría del dinero no solo se queda fuera de la isla, sino que de inicio el plan no es enviarlos a la isla para financiar la lucha interna. El combate se realiza fuera del ring, por lo que es imposible ganar el torneo.
De todos modos, insisto, una cosa son los fondos gubernamentales, dominados por la burocracia estadounidense e internacional, y otra cosa, muy diferente, son los fondos que los cubanos que viven fuera de la isla pudieran, de manera organizada, estratégica y sistemática, pudieran destinar a la verdadera liberación de su país, que en palabras claras es el derrocamiento del régimen castrista. En esto, después de Bahía de Cochinos, no ha enfocado el exilio como debería ser, si de verdad vamos a proponernos liberar a los nuestros.
Por otra parte, los cubanos han manejado el concepto de intervención o ayuda extranjera como algo de doble estándar, aun cuando sectores en el exterior de la isla han venido recibiendo recursos bajo la égida de la libertad de Cuba. No hay doble rasero en eso, lo que hay es una serie de limitaciones que impiden apuntar al mencionado objetivo: el tránsito de Cuba a la libertad y la democracia.
Si nos preguntamos cuánto están invirtiendo los cubanos en nuestra lucha, no importa si son los millonarios o los emigrados en general, encontraremos una pista para cifrar o descifrar el valor de la causa cubana. Pueden hacerse varias cuentas. No hay batalla que pueda ganarse sin dinero, pero hay una barrera de infección que bloquea a los opositores a la hora de buscar fondos nacionales para el propósito de liberar a Cuba de la cruel dictadura que la oprime desde 1959. Cosa tremenda a discutir. ¿O no?
El capitalismo enseña a invertir el dinero, siempre pensando en el resultado o retorno del mismo. El buen plan de negocio puede ser la quimera que nos encierra y en la que hemos perdido tanto tiempo justificando la ausencia de grandes inversiones, o lógicas y éticas recaudaciones, para impulsar el propósito de liberar nuestra patria. Para liberarnos y liberar a los nuestros de un largo e inmerecido martirio. Es de lo que se trata.
Recurriendo a dos ejemplos disímiles de financiamiento y logro en este sentido, podemos recordar el caso de Polonia, en el que se invirtió una cantidad sustancial en propaganda, además de 10 millones de dólares en cinco años para el Sindicato Solidaridad, transferidos por la CIA. También National Endowment for Democracy asignó otros diez millones al gremio. Y así otras fuentes y cantidades que impulsaron el cambio.
En Chile vale recordar el conocido “paro de los camioneros”, con sus demandas publicadas por el diario El Mercurio y otros medios de difusión, que recibieron mucho dinero. Este paro contó con el apoyo y financiamiento de grupos empresariales de Chile. La Agencia Central de Inteligencia (CIA), que tuvo a bien desestabilizar los planes siniestros del gobierno socialista, contribuyó con muchos recursos.
Si se suma de manera fría y descontextualizada las cantidades asignadas en diferentes momentos para los proyectos externos que apuntan a los llamados programas de libertad para Cuba, podría llegarse incluso a ser cuestionada la tesis aquí expuesta. Pero en realidad la oposición cubana está y ha estado diezmada siempre. Nunca se ha lanzado un plan robusto, analizado a profundidad y verdaderamente sistemático para que este status quo cambie para bien.
La oposición cubana no ha sido vista como el motor esencial para el cambio en la isla. Un elemento en contra, comparándolo con el caso de Polonia, es que la población cubana no es mayoritariamente católica como la de esa nación europea. No tenemos las mismas fronteras geográficas. Flotamos en un mar solitario. Y así nos ven en la vieja Europa y en muchas otras partes del mundo. Insisto otra vez en que fondos independientes recaudados por el exilio podrían ser la clave del éxito, largamente esperado.
Para no pocos sigue siendo un rompecabezas pensar en financiar hoy el proceso libertario, si los líderes están presos y no existen organizaciones no gubernamentales dentro de la isla que estén dispuestas a correr el riesgo de apoyar una transición hacia la democracia. Pero hay soluciones y las sabemos, si queremos realmente solucionar el problema. ¿Cuál es el valor real de la causa cubana?, es una pregunta latente. No podemos dejar de pensar en esta ecuación tan económica como moral e histórica. Y sobre todo, intentar resolverla. Sabemos que, si se quiere, se puede.
Juan José López Díaz es abogado especializado en derechos humanos y exprisionero político. Siendo adolescente fue condenado a una cárcel para menores de edad por oponerse al comunismo. Fue activista del Comité Cubano pro Derechos Humanos. Asesoró y fundó movimientos de oposición, entre ellos Ex-Club Cautivo, Corriente Agramontista, Colegio de Pedagogos, Colegio de Ingenieros y Arquitectos. Presidió la Corriente Liberal Cubana. Participó en la prensa independiente desde su fundación en las agencias APIC y Cuba Verdad. Coautor de la convocatoria Concilio Cubano. Exiliado en Estados Unidos ha trabajado para agencias federales, analista de temas cubanos en medios de comunicación y escrito columnas de opinión.
Los columnistas son responsables de sus opiniones.
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