
En todas las tiranías totalitarias hubo estas multitudinarias puestas en escena que duraron hasta la víspera del día en que se derrumbaron
“Al no poder reconocer en nosotros mismos los males del enemigo que combatimos, reproducimos sus métodos hasta convertirnos tácitamente en sus cómplices”, dice el autor
CubaLibre27/05/2024 Luis CinoAcaba de aparecer publicado en Neo Club Ediciones de Miami, ¡Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba!, el primer libro en prosa del poeta y periodista Joaquín Gálvez.
Armando Añel, el editor de ¡Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba! asegura que este libro “es una escuela”. Y tiene razón. Solo le faltó agregar que en esa escuela no se admiten modorras, cantinfleos, poses ni engatusamientos
En la recopilación de artículos, comentarios y divertimentos sobre cultura, política y sociedad que componen el libro, Gálvez no anda con los ambages e hipocresías que dicta la corrección política y el buenismo marrullero al uso en estos días. Va de frente y dice unas cuantas verdades, lo mismo cuando desnuda las taras y trapacerías del mundillo intelectual y artístico cubano de ambas orillas, que cuando, sin temor a meterse en camisa de once varas, cuestiona al papa Francisco, los Premios Nobel, el nacionalismo catalán, la actual polarización política en Norteamérica, la manía del caudillismo populista en Latinoamérica o el culto de ciertos pensadores latinoamericanos (Martí entre ellos) al hombre natural, entre otros polémicos temas.
El meollo del libro es Cuba y los cubanos, con sus virtudes y defectos, muchas veces trastocados, no menos en el exilio que viviendo bajo la dictadura.
Gálvez disecciona todo lo negativo que se ha derivado del choteo impregnado de inmadurez cívica y el consecuente regodeo en el chisme, el brete y el morbo, características que muchos no acabamos de superar y que subconscientemente seguimos arrastrando y causándonos desventuras y reveses.
Nada escapa a Gálvez, que aborda asuntos como la doble moral, el hombre nuevo, el sometimiento al castrismo de la clase intelectual que anida en la UNEAC, la Nueva Trova, y los personajes como Eduardo del Llano que cuando se muestran críticos, juegan con la cadena, pero no con el mono.
Es particularmente significativo el artículo que da título al libro. En él, explica Gálvez: “Lo peor que le puede suceder a una nación, cuyo fracaso se prolonga por los excesos de una dictadura, es que la inmensa mayoría de sus ciudadanos sean portadores de los rasgos psicológicos más nocivos de sus gobernantes y que ni siquiera sepan distinguirlos. Este es el caso de Cuba, porque aún en las empresas menores aflora ese enemigo sin rostro con el que convivimos diariamente como un parásito que medra en nuestras entrañas”. Y concluye advirtiendo: “Al no poder reconocer en nosotros mismos los males del enemigo que combatimos, reproducimos sus métodos hasta convertirnos tácitamente en sus cómplices”.
Contundentes resultan las refutaciones de Gálvez —que desde hace varios años es el anfitrión de La Otra Esquina de las Palabras, una de las más importantes tertulias literarias de Miami— a esos que dicen que la capital del exilio cubano es “un páramo cultural”.
En el fondo, en muchos de los que afirman eso, está la envidia, la intolerancia, la manía de censurar y la reluctancia de algunos a acabar de cortar el cordón umbilical con la cultura oficialista, la nostalgia por la UNEAC, donde medraron, con todo lo que ello implicó, hasta no hace mucho.
¡Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba!, que está dedicado a la memoria de los poetas y expresos políticos Ángel Cuadra y Jorge Valls, fue presentado hace unos días por el autor en una librería de Madrid, España.
Publicado originalmente en Cubanet.
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