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¿Estamos ante un preocupante precedente que podría afectar a otros deportistas que, con todo derecho, simplemente expresen su oposición a las violaciones de derechos humanos cometidas en sus países? ¿No es acaso un acto de indecencia sin límites que la dictadura cubana, ya no sólo reprima a sus ciudadanos dentro de la isla, sino que además se le permita hacerlo en la arena internacional?
Autores28/07/2023 Yordano Carmona*Hace unos días en Japón, el cubano Robeisy Ramírez, campeón del peso pluma de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) y dos veces medallista de Oro en las Olimpiadas, fue blanco de un acto de censura hasta ese momento inédito.
Según un video publicado en la cuenta de Instagram del pugilista, la embajada del gobierno cubano en Tokio, contactó a la promotora local Ohashi Promotions para impedir que el himno nacional de los cubanos se escuchara antes del combate de Robeisy, como es habitual en estos torneos. "Muy penosamente, la embajada de contactó a la televisión prohibiendo que se toque el himno de Cuba en tu pelea", dijo a Robeisy su manager, José Izquierdo. "Yo hablé con el promotor y tienes la alternativa de no utilizar himno o entrar con el de Estados Unidos".
"Yo entro con el de Cuba o entro sin himno", respondió el campeón de 29 años, acompañado de Ismael Salas, entrenador suyo y del campeón Yordenis Ugás, también cubano y considerado uno de los mejores en su oficio. Los tres denunciaron la arbitrariedad en la red social.
Más tarde, el laureado pugilista publicó en Facebook una fotografía posando en un yate con su bandera, y denunció que la embajada le exigió a la promotora japonesa que no utilizara "la bandera de Cuba ni en mi ropa ni en ningún otro lugar".
"Demás está decir que denuncio tajantemente este vil intento de intimidación. Soy un hombre libre. El himno, como la bandera, no le pertenecen a ellos. El himno y la bandera los llevo en mi corazón. Lo que no saben es que lejos de callarme lo que han logrado es motivarme a continuar logrando éxitos y alzar aún más mi voz en clamor por la libertad de la tierra que me vio nacer y que orgullosamente represento en todo lo que hago. Ahora más que nunca, ¡Patria y Vida!", expresó uno de los mejores deportistas cubanos de este siglo.
Como otros jóvenes nacidos en la dictadura caribeña, Robeisy logró escapar. Poco antes de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018, se fugó de un entrenamiento que la selección amateur cubana realizaba en México. Desde entonces inició, en libertad, una exitosa carrera profesional.
Esta prohibición a Robeisy del uso de su himno y su bandera en la competencia por el título mundial, ha hecho saltar las alarmas. Más allá del hecho puntual, hay una pregunta clave: ¿Estamos ante un preocupante precedente que podría afectar a otros deportistas que, con todo derecho, simplemente expresen su oposición a las violaciones de derechos humanos cometidas en sus países?
La aceptación o desestimación por parte de instituciones internacionales o de gobiernos de naciones democráticas de esta maniobra dictatorial, más que una incógnita, lanza la peligrosa señal de que Cuba, u otros regímenes autoritarios, puedan intentar repetir la fórmula y utilizar su influencia para reprimir la libertad de expresión y la identidad de los atletas que desafíen sus políticas.
¿Tenían que ceder la promotora y la televisora a la arbitrariedad de la embajada cubana?, aún se preguntan muchos. En el video Robeisy deja clara su posición: "No entiendo cómo Japón cae a los pies de esa isla tan pequeña (...) a permitir que yo entre sin himno, siendo cubano".
Los símbolos patrios no pueden ser secuestrados por ningún gobierno pues pertenecen legítimamente a sus ciudadanos. El deporte siempre ha sido una plataforma para la expresión de la identidad nacional y el orgullo patriótico. Los atletas representan a sus países y comunidades, y defienden sus banderas e himnos en las competiciones como símbolos de unidad y pertenencia. Si un gobierno, apelando a presiones, difamación o chantajes, puede interferir de forma coercitiva en la exhibición de estos símbolos durante un evento deportivo, se corre el riesgo de socavar la esencia misma de la competencia y coartar la libertad de los deportistas. Y por consiguiente, el evento deportivo perderá credibilidad ante la opinión pública mundial.
Si este precedente ocasionado por la dictadura cubana no es confrontado y contrarrestado de manera contundente por las autoridades competentes, por los gobiernos legítimos y por las empresas promotoras del deporte, entonces serán coautores de un mensaje negativo y veremos cómo los regímenes totalitarios se sentirán, sin riesgos de ser frenados y condenados, tentados a imitar esta táctica para reprimir la disidencia y silenciar las voces que se atrevan a desafiar sus políticas.
No se trata sólo de Robeisy. No es un juego. No es un hecho sin importancia. Deportistas de otras naciones podrían enfrentar situaciones similares donde gobernantes inescrupulosos puedan censurar su derecho a representar, con sus símbolos patrios, a sus países de nacimiento.
La censura de himnos y banderas nacionales en eventos deportivos no solo afectaría a los atletas individualmente, sino que también privaría a las naciones y sus ciudadanos de la oportunidad de mostrar su unidad y orgullo en escenarios internacionales. Y a su vez, erosionaría la esencia misma de los eventos deportivos, que históricamente han sido una plataforma para la colaboración y el respeto mutuo entre naciones.
Es de suma importancia que organismos deportivos internacionales y las federaciones deportivas, estén bien atentos y no por pasen por alto, y mucho menos volteen el rostro, ante esta lamentable situación, sino que, por el contrario, establezcan salvaguardas para el derecho de los atletas a expresar su identidad nacional sin interferencias políticas, mucho menos de regímenes antidemocráticos que violan constantemente los derechos humano como es el caso de Cuba.
¿No es acaso un acto de indecencia sin límites que la dictadura cubana, ya no sólo reprima a sus ciudadanos dentro de la isla, sino que además se le permita hacerlo en la arena internacional? El deber de los organizadores de eventos deportivos es garantizar que los atletas puedan competir con sus símbolos nacionales, independientemente de su postura política. Hacer lo contrario va en contra de la ética deportiva.
El Tren Ramírez mantuvo su título de la OMB al noquear al nipón Satoshi Shimizu en el quinto round y al concluir la pelea envió un claro mensaje a su país y al régimen que trató de arrebatarle el derecho a su bandera y su himno. “Me apagaron el micrófono pero no callaron mi voz”, así tituló un video que publicó en su cuenta de Twitter donde recita estrofas: "Al combate, corred, cubanos (bayameses, dice el himno), que la patria os contempla orgullosa, no temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir", y concluye diciendo: "Patria, vida y libertad para mi Cuba".
Todo esto debe servir como un llamado de atención para la comunidad deportiva global y los defensores de los derechos humanos. Es esencial resistir cualquier intento de politizar el deporte. Deben protegerse la integridad de las competiciones internacionales como espacios que fomenten la unidad y el respeto.
Insisto: los símbolos de las naciones no pueden ser propiedad privada de ningún gobierno, pertenecen a los ciudadanos, y para evitar que esta mala práctica se extienda y dañe a otros eventos y atletas, es fundamental que se proteja el derecho de todo ciudadano a enarbolarlos sin artimañas ni coacciones políticas. La comunidad deportiva internacional debe actuar con firmeza para preservar la esencia del deporte como una plataforma de unidad y orgullo patriótico.
*Yordano Carmona es un comentarista deportivo especializado en las Ligas Mayores, con énfasis en los jugadores cubanos y cubanoamericanos. Nacido en Cuba se exilió desde joven en la Florida, donde fundó PelotaCubanaUsa.com, el portal de béisbol cubano más visitado. Miembro de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBEWAA). Autor junto a Yusseff Díaz del libro Béisbol Cubano y mi amor por el juego, Vol. 1. Presenta, junto al entrenador y analista Julio Estrada, el popular show KVC Deportes. Son habituales sus críticas a los juegos de los Marlins.
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