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En Cuba o fuera de ella, no conseguimos librarnos del influjo de Fidel Castro. Fungimos de víctimas o victimarios, de adversarios o cómplices, de delatores y delatados...
Es probable que en Cuba, como ocurrió en Europa Oriental, los cambios que conduzcan al fin de la dictadura se originen a partir de fracturas en las altas esferas de la clase gobernante, que de ningún modo debe ser tan homogénea y unánime como quieren hacer creer
CubaLibre31 de julio de 2024 Luis CinoEl fin de la dictadura iniciada por Fidel Castro en 1959 debió haber ocurrido hace mucho. Su supervivencia durante seis décadas ha desafiado las leyes de la historia, de la economía y hasta de la biología.
No ocurrió cuando se desintegró el imperio comunista y Cuba se quedó sin el millonario subsidio soviético, sumida en una espantosa crisis económica. Tampoco ocurrió, increíblemente, siendo un régimen tan personalista, cuando en 2016 murió Fidel Castro que, con la salud seriamente quebrantada, diez años antes, en 2006, había dejado el Gobierno en manos de su hermano Raúl Castro.
Raúl Castro, que en vez de hacer reformas de calado se limitó a hacer los remiendos que llamó “actualización del modelo”, falló al elegir su sucesor, cuando delegó el poder en Miguel Díaz-Canel.
Díaz-Canel y su equipo de Gobierno, los encargados de la continuidad castrista, han resultado los más torpes e ineficientes gobernantes que ha tenido Cuba. Con su terquedad, de desastre en desastre, de disparate en disparate y con un escenario internacional para nada favorable, han llevado el país a un callejón sin salida.
Ante su incapacidad para remontar la gravísima crisis en todos los sentidos en que ha sumido al país, la dictadura agoniza. El final parece estar cerca. Lo que nadie puede predecir es cómo será.
Es probable que en Cuba, como ocurrió en Europa Oriental, los cambios que conduzcan al fin de la dictadura se originen a partir de fracturas en las altas esferas de la clase gobernante, que de ningún modo debe ser tan homogénea y unánime como quieren hacer creer.
Aunque por ahora, más allá de purgas y defenestraciones, no se perciban, debe haber funcionarios y altos cargos militares con contradicciones y suficiente sensatez para entender que el sistema se agotó, fracasó y no queda otro camino que iniciar un proceso de reformas. Ese sería el momento en que la oposición y el exilio puedan hacerse sentir para ir arrancando concesiones, ganar espacios y presionar por un rumbo democrático, para que los eventuales reformistas o protagonistas de un golpe palaciego no puedan instaurar otra dictadura con disfraz.
Los mandamases, asustados ante el resquebrajamiento de su dominación, recurren al incremento de la represión, encarcelando opositores o forzándolos al exilio, y blindándose con leyes draconianas y una constitución que además de mantener la irrevocabilidad del socialismo y la hegemonía del partido único, al simular que amplía los derechos y garantías de los ciudadanos, lo que hace es institucionalizar la falta de libertades y la violación de los derechos humanos.
El régimen, con su intolerancia, ha ido minando sistemáticamente todos los caminos a una transición a la democracia. Pero, a pesar de eso, en las actitudes de la gente, en el ambiente reinante en las calles, se empieza a percibir un nuevo país, más diverso, plural, con una sensibilidad más acorde con esta época y que hace lucir al régimen cada vez más obsoleto, desfasado e impopular.
Los cubanos, sobre todo los nacidos en las últimas cuatro décadas, que constituyen alrededor del 70 % de la población, se muestran escépticos ante el barraje de mentiras y desinformación del oficialismo, reacios a dejarse manipular y, sobre todo, menos dóciles, como evidencian las frecuentes protestas callejeras que no logra impedir la represión.
Los reclamos por los derechos, las iniciativas humanitarias al margen del Estado, la labor de las iglesias, los forcejeos de los artistas y cineastas en pro de la libertad de creación y en contra de la censura, la persistencia de los periodistas independiente, las quejas y comentarios incisivos de la población en las redes sociales, demuestran cómo se va acabando el miedo, se va tomando conciencia ciudadana y rehaciendo la sociedad civil, la verdadera, no la integrada por las llamadas “organizaciones de masas” y otros grupos de sumisos fantoches que el régimen quiere presentar como sociedad civil.
Esa sociedad civil que, pese a golpes y reveses, se ha ido configurando en las tres últimas décadas y que no ceja en sus forcejeos por irle arrancando cuotas de autonomía al régimen, será la que primará en un futuro en democracia y se encargará de recomponer el tejido socio-cultural de la nación cubana.
Publicado originalmente en Cubanet.
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