Ustedes ya no serán nunca el signo de la esperanza, del porvenir deseable, de la ilusión que lleva a entregar la vida
Toda Cuba a sus pies (memorias del Congreso Católico Nacional celebrado en Cuba en 1959)
El Congreso Católico Nacional había llegado a su fin; se había cumplido la consigna y el deseo: ¡Toda Cuba a sus pies! Pero la tormenta sobre Cuba solo comenzaba
ReligiónEl lunes Teresa Fernández SoneiraTenía entonces 12 años por lo que no recuerdo los detalles precisos de todo lo sucedido. Pero sí están presentes en mi memoria la preocupación, la incertidumbre, y la atmosfera algo sombría, de aquella noche del 28 de noviembre de 1959. Todo había comenzado con la salida del país del presidente Fulgencio Batista la madrugada del 1 de enero de 1959 rumbo a Santo Domingo, y desde entonces el Ejército Rebelde se había ido apoderando del país. Con el paso de las semanas y de los primeros meses del año las medidas tomadas por aquel régimen y el horror de los fusilamientos, hizo dudar a la jerarquía católica del nuevo gobierno. Muchos vieron la mano del comunismo detrás de todo aquel engranaje.
Los obispos comenzaron a emitir cartas pastorales que llamaban la atención a lo que podría avecinarse. La primera Carta emitida por Mons. Enrique Pérez Serantes del 3 de enero de 1959, decía: “Queremos y esperamos una República netamente democrática, en la que todos los ciudadanos puedan disfrutar a plenitud la riqueza de los derechos humanos; una República en la que, sin nivelar a todos los hombres totalmente, porque esto es imposible, se sientan todos tratados con dignidad, propia del ser humano”[1]. Luego, en la Carta Pastoral del 13 de febrero 1959, Pérez Serantes trataba el asunto de la enseñanza privada:
“Quisiéramos se nos dijera a quienes estorba o perjudica que los niños adquieran conocimientos religiosos captando ya desde la más temprana edad los principios de la más alta filosofía de la vida, asimilando paulatinamente las severas y rígidas normas de la moral cristiana […] la que sirve para que el hombre no necesite de la fuerza armada para el recto uso de su libertad…[2]”.
Directiva del Congreso de izq. a der.: Mateo Jover, Martha Díaz, América Penichet, Dr. Ramón Casas, Padre José Domínguez, Caridad Rosales de Alzugaray y el presidente de los Caballeros Católicos de Cuba
Y así fueron surgiendo otras cartas: “La reforma agraria y la Iglesia Católica” de Monseñor Martín Villaverde; “El Congreso en defensa de la caridad” de noviembre de 1959; la “Circular Colectiva del Episcopado Cubano” de 1960, firmada por el Cardenal Arteaga y los obispos Enrique, Evelio, Alberto, Carlos, Manuel, Alfredo, José y Eduardo, representando a cada una de sus respectivas diócesis, y que, entre otros puntos, comentaba:
“No se le ocurra, pues, a nadie venir a pedirles a los católicos, en nombre de una mal entendida unidad ciudadana, que nos callemos nuestra oposición a estas doctrinas, porque no podríamos acceder a ellos sin traicionar nuestros más fundamentales principios. Contra el comunismo materialista y ateo está la mayoría absoluta del pueblo cubano, que es católico y que solo por el engaño o la coacción podría ser conducido a un régimen comunista. Que la Santísima Virgen de la Caridad no permita que esto no llegue jamás a suceder en Cuba”[3].
Una carta pastoral, en particular, estaba dirigida al primer ministro, Dr. Fidel Castro, fechada el 4 de diciembre de 1960 en la que los obispos se quejaban de las injurias, y difamaciones a la iglesia, el carácter comunista del gobierno, la detención de algunos sacerdotes, la campaña antirreligiosa nacional, y la clausura de algunos programas católicos de radio y televisión.
Comprendió el Episcopado Cubano que no había más camino que acudir a Nuestro Señor y a su Madre, la Virgen de la Caridad del Cobre. Se decidió planificar un congreso para pedir a Dios la gracia sobre nuestro pueblo. El slogan o consigna escogido fue: “Toda Cuba a sus pies” aludiendo a la Madre de los cubanos, la Caridad del Cobre. Muchos dirigentes serían protagonistas esos días en los diferentes actos: Julio Morales Gómez, Antonio Fernández Nuevo, América Penichet, Marta Díaz Hernández, Nazario Vivero, Josefina Rodríguez Bandujo, el Dr. Ramón Casas, y muchísimos otros. Todos ellos eran dignos testigos del Evangelio que luchaban por transmitir el mensaje cristiano.
La virgen viajera
Las celebraciones del Congreso comenzaron el 21 de noviembre. Ese día la Virgen salió de su casa en El Cobre siendo despedida por el pueblo emocionado. Comenzaba también el maratón en el que una antorcha encendida sería llevada de pueblo en pueblo por toda la Isla. En aquel momento el presidente nacional de la Acción Católica dijo a los presentes: “Esta antorcha representa el fuego del ideal que arde en los corazones de los jóvenes cubanos: amor a Dios y amor a la Patria. Al pasear orgullosa por los campos y ciudades irá encendiendo los corazones de todos los cubanos en este ideal”.
El cartel del fue realizado por el artista alemán Diedrich Kortlang (1925-1974), nacido en colonia y casado con una cubana. Estuvo en cuba varios años en la década de 1950. Cuando llegó la revolución socialista se fue del país para San miguel allende, México, con su familia y nunca más regresó a Cuba. Dejó varias obras en diferentes lugares de la isla, algunas fueron destruidas por el castrismo, el régimen comunista liderado por la familia Castro.
La lluvia y el viento azotaban a los corredores, sin embargo, el pueblo de Palma Soriano se lanzó a la calle bajo la lluvia. Lo mismo sucedió en Contramaestre, Baire, Bayamo. La noche del 23 la antorcha llegaba a Victoria de las Tunas y luego a Guáimaro, a Camagüey. El obispo de Camagüey recibió la antorcha… el público sobrepasó con mucho las diez mil personas…”. Siguió su recorrido a Ciego de Ávila, Cienfuegos, Colón hasta que llegó a la provincia de La Habana alrededor de las 7 de la noche del 28 de noviembre. Luego ya el último maratonista entregaba al presidente nacional de la Juventud Masculina de Acción Católica la antorcha quien procedió a colocarla en un trípode junto a la estatua del Apóstol José Martí en el Parque Central de la Habana. La antorcha había viajado más de mil kilómetros, y había pasado por las manos de más de mil miembros de la Acción Católica.
Luego la Virgen viajó en caravana hasta la Catedral donde fue recibida por Mons. Manuel Arteaga Betancourt, Cardenal Arzobispo de La Habana. Allí había una multitud que esperaba. “Millares de cubanos hicieron guardia continua hasta las diez de la noche, hora en que fue colocada en la urna de cristal sobre la carroza para desfilar con el pueblo hasta la Plaza Cívica”. Un testigo fidedigno me ha dado su testimonio: “Yo era el coordinador de todo el desfile con la carroza que llevaba a la Virgen. Como fuiste testigo, sabes que la carroza debió salir a las 6 de la Catedral, pero el tráfico y la multitud eran tales a las 12 de la noche aún no había llegado a Prado y Neptuno donde yo estaba” termina diciendo el entrevistado.
Mis padres y yo estábamos allí en la Plaza Cívica junto a casi un millón de cubanos. La despiadada lluvia no cesaba. El gentío rezaba y lloraba sin cesar, esperando la llegada de la Virgen para la celebración de la Santa Misa. En eso vimos la imagen arribar lo que resultó en un momento de gran emoción. Se enarbolaron miles de banderas cubanas y estandartes de asociaciones y cofradías. Los fieles, llenos de fervor, agitaron sus pañuelos blancos en señal de bienvenida a la Madre de todos los cubanos.
Toda Cuba a sus pies
Se celebró la misa con piedad, con amor, con devoción. Y se oyó el mensaje que enviaba desde Roma Su Santidad, el Papa Juan XXIII:
"Amadísimos cubanos, Os habla vuestro padre de Roma, y en cada una de nuestras palabras deseamos poner una nota de afecto particular […]. Hemos visto que un ideal de unión y coordinación imperan en vuestro primer Congreso Católico Nacional y en la Asamblea General de Apostolado Católico. Todo esto nos embarga de sincera alegría. Graves acontecimientos, no muy distantes todavía os han movido a congregaros al pie del altar para reforzar vuestra unión en la fe, la esperanza y la caridad […] La faz del mundo podría cambiarse si reinara la verdadera caridad […]. ¡Como queremos en estos momentos poner a Cuba entera a los pies de su amada Patrona, María Santísima de la Caridad del Cobre, para que reine su amor en el alma de cada cubano, para que bendiga sus hogares, ¡para que brillen sin nubes días de paz y tranquilidad sobre esa querida Isla!".
La segunda actividad programada fue la asamblea del domingo 29 de noviembre en el estadio de La Tropical. Allí se oyeron las palabras de Mons. Alberto Martín Villaverde, obispo de Matanzas. Se dieron discursos y se nombraron a los nuevos presidentes de la Acción Católica. La multitud coreó al unísono: Comunismo ¡NO! Comunismo ¡NO! Y aunque las autoridades lo habían negado, (no sería hasta abril de 1961 en que el gobierno declararía públicamente su carácter socialista/comunista), el temor de los obispos desafortunadamente se iba a convertir en una realidad. Cuba entraba en un capítulo negro; en un laberinto que se iría agrandando más y más, y del que no ha salido desde entonces.
La caravana que escoltaba a la Virgen hasta la Plaza Cívica.
Luego fueron los tres discursos: el de Clara Lucas Azcona, Mateo Jover y de José Ignacio Lasaga, desmontando desde la Doctrina Social de la Iglesia, los ataques acerca del patriotismo, de la relación justicia y propiedad privada, y la realidad del comunismo, a pocos años de las represalias del 1956 en Hungría y Polonia. Mientras esto ocurría en el estadio, en la Plaza Cívica se seguía venerando la imagen de la Patrona de Cuba que era visitada por su pueblo desde la noche anterior. “Monseñor Serantes no se separó de la imagen ni un minuto”, me confirma otro testigo de los actos. “Todos querían llegar a la imagen para venerarla, llevarle flores, agradecerle un favor, pedirle una gracia especial, cumplir una promesa”, relata la Memoria del Congreso[4].
A las dos de la tarde del día 29 sería la partida, pero no pudo ser pues la Plaza se seguía llenando del fervoroso público. Por fin se pudo emprender el viaje camino al aeropuerto y el pueblo iba a pie detrás de la Virgen. Cuatro horas demoró la caravana en llegar, y Nuestra Señora de la Caridad por fin regresó en avión a su casa en El Cobre.
El Congreso Católico Nacional había llegado a su fin; se había cumplido la consigna y el deseo: ¡Toda Cuba a sus pies! Pero la tormenta sobre Cuba solo comenzaba.
Citas:
[1] La Voz de la Iglesia en Cuba, 100 documentos episcopales, Obra Nacional de la Buena Prensa, México DF, 1995, p. 55.
[2] Ibidem, p. 66.
[3] Ibid., p. 107.
[4] Congreso Católico Nacional, Imprenta Ponciano, La Habana 1959.
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