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El mejor de los ensayos propuestos fue sin duda, de lejos, el escrito por el chileno Ricardo Israel Z., titulado “Un caso de fascismo dependiente”. Pero en su texto citaba a Trotsky para hacer una crítica de sus interpretaciones del fascismo (Roger Bartra, Letras Libres)
CubaLibre12/12/2024 Ricardo IsraelEl conocido intelectual mexicano Roger Bartra, sociólogo y antropólogo, publicó el 10 marzo de 2009 una columna en la prestigiosa revista mexicana Letras Libres, titulada Un recuerdo cubano. Para mí no hubiese tenido la misma importancia, si no fuera porque relata un episodio de mi vida que había ocurrido más de tres décadas antes.
Recibí el texto por casualidad. Diamora, compañera venezolana de la universidad inglesa en la que hice mis posgrados, me lo hizo llegar. Quien se lo envió, quizás como advertencia de lo que podía ocurrirle a su país, no sabía que nos conocíamos. Lo recibí en mayo de 2009, pocos días después de haberse publicado, y relata una situación que tuvo lugar en Cuba en 1978.
Correspondía a un ensayo que envié por sugerencia de Ernesto Laclau, quien no solo había sido mi profesor, sino también guía de la tesis en la cual se basaba, y lo que en definitiva despaché a Cuba, revisaba distintas aproximaciones teóricas al fenómeno del fascismo.
Más allá de la impresión que le causa a cualquier persona enterarse tres décadas después de algo muy kafkiano de lo que no tenía idea, fue escrito por un académico muy respetado que había sido Jurado del Premio Casa de las Américas.
Me ha surgido el deseo de hacerlo público, ya que probablemente refleja en forma veraz la forma como funcionaba un sistema de características estalinistas, al menos en lo intelectual, y hace luz sobre el poco conocido rol jugado por escritores de la talla de Mario Benedetti.
Por ello, voy a transcribir textualmente lo que recibí, ya que habla por sí solo:
Recuerdo Cubano
Por Roger Bartra
“Me sorprendió un poco que me invitaran a formar parte del jurado del Premio Casa de las Américas en 1978. Yo vivía en esa época en París y mi fe en la revolución cubana se había extinguido hacía mucho tiempo. Pero lo que no se había extinguido era mi curiosidad política. Nunca había estado en Cuba y tenía interés en ver con mis propios ojos el fenómeno político que hacía años había encendida la imaginación de tantos latinoamericanos. Así que acepté hacer el largo viaje a La Habana en enero de 1978.
Desde el comienzo recibieron a los jurados como si fuésemos altos dignatarios, protegidos por soldados y trasladados en autobuses que circulaban por la mitad de la carretera obligando a todo el tráfico a apartarse a nuestro paso. Nos recluyeron los primeros días en un lugar aislado de la sierra de Escambray, en el Hotel Hanabanilla, al lado de un tranquilo lago. Allí tendríamos todo el día para leer los manuscritos. Mis compañeros en el jurado de ensayo fueron el historiador venezolano Federico Brito Figueroa, el sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva y el profesor Alberto Prieto de la Universidad de la Habana.
El mejor de los ensayos propuestos fue sin duda, de lejos, el escrito por el chileno Ricardo Israel Z., titulado “Un caso de fascismo dependiente”. Pero en su texto citaba a Trotsky para hacer una crítica de sus interpretaciones del fascismo. El profesor cubano nos advirtió que no podría ser premiado un ensayo que mencionara a Trotsky sin denunciarlo como traidor y agente de las potencias imperialistas. Yo defendí el ensayo de Ricardo Israel abiertamente. Brito y Cueva me apoyaron. Las discusiones fueron interminables y absurdas. Nada conmovía el dogmatismo del cubano, que seguía la línea oficial.
De regreso en La Habana, Agustín Cueva y yo nos reunimos a comer con Fernando Retamar y Mario Benedetti (escritores y funcionarios de Casa de las Américas) para protestar e intentar convencerlos. No hubo nada que hacer, no los persuadimos. Nos explicaron, además, que la votación final para aprobar cada premio, en los diferentes rubros (poesía, novela, etc.) se haría en sesión plenaria de todo el jurado, y allí no tendríamos ninguna posibilidad de que nos apoyasen. Aunque la mayoría de los jurados de ensayo propusimos premiar al chileno, no pasaría en la votación final si los cubanos se oponían. Haydé Santamaría, directora de la Casa de las Américas, rechazó también la posibilidad de premiar un ensayo que citase a Trotsky, aunque fuese para criticarlo. Lo único que se logró fue que el premio de ensayo de ese año fuese declarado desierto. Nunca más quise volver a Cuba”.
Hasta ahí en forma textual el artículo citado. Habla por sí mismo, y como corolario, al leerlo no dejé de sentir pena por alguien que hasta entonces admiraba como Benedetti. También decidí no viajar a Cuba, país al que he decidido no ir hasta que exista la libertad sobre la cual gira el relato y la denuncia del profesor Bartra.
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