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Autores25 de diciembre de 2024José Martí, además de un extraordinario escritor y patriota, fue un periodista agudo y poético como pocos, tal vez el más apasionado, comprometido y singular de todos los cubanos. Su escritura, en cualquier género, desde la poesía y el teatro hasta la narrativa, el ensayo y el periodismo, demuestra un dominio absoluto del lenguaje creativo modernista, siempre en función del análisis, la búsqueda de la verdad, el activismo cívico y la educación clásica, entre otras preocupaciones de naturaleza humanista.
Sus Obras Completas, marcadas por un estilo único, constituyen un conjunto sin parangón a nivel productivo. Realidad que se hace aún más destacable si no se olvida que Martí murió con sólo 42 años. Aunque como todo autor, tuvo influencias de, Martí siempre fue Martí.
Los estudios del catedrático y martianista Eduardo Lolo, subrayan esto: “Martí nunca copió, ni imitó, ni remedó a nadie con su pluma, de donde nacían “bramidos” —como calificara Domingo Faustino Sarmiento su voz literaria—. Y eso sí fue algo que procuró y logró el futuro Apóstol de manera consciente, aunque en sus inicios fuera más bien íntima, como reconoce en su dedicatoria del Ismaelillo a José Francisco, su único hijo: Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así”.
Sin proponérselo, Martí inspiró a no pocos en sus días y a muchos más en las épocas posteriores. Hasta hoy llega casi intacto el eco de un autor de su tiempo que, sin esfuerzo, continúa abrazando los laberintos de la trascendencia. No en balde, en medio de un abanico de otras notables voces, es considerado el fundador del modernismo, movimiento literario de gran importancia e influencia, desarrollado fundamentalmente en poesía entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, cuyas esencias Martí desató y elevó en sus ejemplares crónicas, críticas y a la vez enamoradas de su época.
Martí, nacido en La Habana el 28 de enero de 1853 y fallecido en combate en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, vivió un largo tiempo en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, donde realizó una intensa labor como escritor, orador político, periodista y redactor de La Edad de Oro, la revista para niños más impresionante y diversa del siglo XIX. Vale acotar que hoy algunos de sus textos para ese magacín infantil, como su magnífica introducción A los niños que leen La Edad de Oro, serían atacados con todo tipo de improperios e idioteces por los activistas y "periodistas" del pantano woke (pero de eso hablaremos en otra entrega).
Otro tema que jamás debe perderse de vista y que próximamente abordaremos acá, es la manipulación de la obra martiana, no sólo por el castrismo, sino también por buena parte de la izquierda, que ha llegado a publicitar la falacia (funcional para su demagógica academia) de que Martí era socialista e incluso comunista.
“Durante la República, los críticos más duros de Martí fueron los intelectuales marxistas. Uno de ellos fue Juan Marinello, escritor comunista y presidente del Partido Socialista Popular de Cuba (PSP), que consideraba que Martí había sido un “abogado de los poderosos”, entre otras falacias. Marinello reconoció que la visión de Martí era incongruente con el marxismo-leninismo. Otro intelectual marxista y miembro del PSP que reconoció que Martí no era comunista, fue Carlos Rafael Rodríguez, quien dijo que “la República de Martí es democrática en sus aspectos políticos y burguesa en su contenido social”. El comunismo cubano ha buscado reconstruir a Martí según sus caprichos ideológicos. La tarea de construir esta versión falsa y desnaturalizada de Martí ha utilizado publicaciones e instituciones como el Anuario Martiano y el Centro de Estudios Martianos”, explicó el politólogo Julio Shiling a ENC.
Martí, tal como Spencer, previno el pecaminoso estatismo socialista, las temeridades de convertir al individuo en masa amorfa, el despojo del hombre de sus libertades bajo la premisa de que el Estado debe ser su controlador, a cambio de cuidársela. En su análisis sobre Spencer y el socialismo, Martí señala: “Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio”. Basta con leer lo anterior para, sin aspavientos, entender perfectamente que Martí no sólo no fue un intelectual socialista, sino que jamás podría ser un defensor de dicha ideología y sistema.
Martí no fue antiamericano, o antiestadounidense, como han pretendido hacer creer los enemigos de este país. En sus textos más críticos es visible su admiración por Estados Unidos. Para Shiling, el falso antinorteamericanismo del apóstol de la independencia de Cuba, es fácilmente desmontable con una frase demoledora del propio Martí, cuando calificó a Estados Unidos como la “sociedad más libre y grande en la Tierra”.
“En Nueva York encontró el Apóstol en ciernes una pujante comunidad hispana de cubanos, españoles, argentinos, uruguayos, puertorriqueños y de otras nacionalidades. Además de un ambiente cultural cosmopolita solamente superado por París, en sitial que luego ocuparía la futura ciudad de los rascacielos y que le ganase el sobrenombre de la Capital del Mundo”, apunta Lolo, otro cubano, exiliado político, que vivió y escribió en Nueva York.
No es fortuito que fuera uno de los cronistas más interesantes de la Nueva York decimonónica. Mucho escribió desde y sobre esa ciudad, con sus luces y sus sombras, sus ricos y sus pobres, sus conquistas y sus caminos insospechados hacia lo que hoy es. Al día siguiente de publicarse la carta-crónica que hoy compartimos, Martí envió otra misiva –confluencia perfecta y avant-garde de opinión y crónica modernista– al director de aquél rotativo, donde recrea otra escena norteamericana, en ese caso del año nuevo. Para esa fecha, en el año a punto de iniciar, en homenaje a la obra del apóstol de la independencia de Cuba, publicaremos en ENC ese texto donde el autor de Versos sencillos y Versos libres, comienza diciendo: “El nuevo año ha nacido coronado de nieve, ha sacudido su mando real, y ha llenado la tierra de copos blanquísimos”. Ambas escenas norteamericas, leídas en el centro de la Navidad, fecha cardinal para los cristianos, responsables de los más sustanciales logros de la civilización occidental, son un disfrute especial para el intelecto.
A Martí, con tal de convertirlo en comunista, los marxistas y neomarxistas ha intentado presentarlo como ateo, manipulando algunos de sus señalamientos críticos a cuestiones de la religión. Según el investigador cubano Dagoberto Valdés, "la palabra Dios aparece un total de 934 resultados en los 29 tomos de las Obras Completas" de Martí, y no para desmentir la existencia de Dios, sino todo lo contrario.
Hoy, 25 de diciembre, día de Navidad, vale citar este pensamiento de Martí sobre Dios, publicado en sus Obras Completas, tomo 19, páginas 391-392: “Hay en el hombre un conocimiento íntimo, vago, pero constante e imponente, de un gran ser creador: este conocimiento es el sentimiento religioso, y su forma, su expresión, la manera con que cada agrupación de hombres concibe este Dios y lo adora, es lo que se llama religión […] Dios existe y se le adora. Todo pueblo necesita ser religioso. No solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo […] La religión es la forma de la creencia natural en Dios y la tendencia natural a investigarlo y reverenciarlo. El ser religioso está entrañado en el ser humano. Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan en ella; es necesario que la justicia celeste la garantice”.
La Navidad, su sentido religioso, su poder simbólico y su impacto en la sociedad, fue una inspiración para Martí. Invitando a la lectura de esta excelente crónica martiana, que es un fresco maravilloso de la Navidad neoyorquina de 1881 y sus entresijos sociales en ese momento, desde El Nuevo Conservador queremos desear una feliz Navidad a todos.
Luis Leonel León. Director de El Nuevo Conservador
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