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¿Por qué apoyó Fidel Castro la invasión soviética de Checoslovaquia?
Culpaba de la situación a “las reformas económicas burguesas” y a que “el Partido Comunista Checoslovaco, cediendo a las demandas de los intelectuales y de otros liberales, había renunciado a ejercer la dictadura del proletariado”
Historia10 de septiembre de 2024 Luis CinoFidel Castro, con el discurso donde apoyó la intervención militar soviética en Checoslovaquia el 23 de agosto de 1968, decepcionó a un amplio sector de la izquierda mundial que, pese a que empezaba a alarmarse por las limitaciones a las libertad de creación artística y la persecución a los homosexuales y otros “desviados ideológicos”, consideraba que la revolución cubana era una alternativa al comunismo del Kremlin.
Por entonces Castro se mostraba como un hereje del comunismo de la Unión Soviética, al criticar su modo de conducir la economía, no apoyar los movimientos armados en América Latina y mantener una política de coexistencia con los Estados Unidos. Por ello, había gran expectativa por conocer cuál sería la posición de su gobierno ante la invasión del territorio checo por tropas soviéticas y de cuatro de sus países satélites del Pacto de Varsovia, iniciada la madrugada del 21 de agosto de 1968, con el objetivo de parar el proceso de reformas conocido como la Primavera de Praga.
En febrero de 1968, en una purga dentro del Partido Comunista (PCC), habían sido enviados a prisión Aníbal Escalante y varios otros militantes que provenían del viejo Partido Socialista Popular (PSP), a quienes acusaron de sectarismo y de recibir instrucciones de Moscú a través de la embajada soviética en La Habana.
En los primeros siete meses de 1968, sobre los intentos de crear “un socialismo con rostro humano” en Checoslovaquia y las reacciones que eso provocaba en los demás países del bloque soviético, ni Fidel Castro ni otros personeros de su régimen se pronunciaron en público. Y la información al respecto que aparecía en el periódico Granma, el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista, era inusualmente neutral y balanceada.
Así, lo que menos se esperaba era que Fidel Castro, que constantemente se pronunciaba por la defensa de la independencia y la soberanía nacional, apoyara la invasión de Checoslovaquia.
Cuando Fidel Castro arribó al estudio de televisión donde pronunciaría su discurso, el presidente checo Alexander Dubcek estaba secuestrado por los soviéticos y el Partido Comunista de Checoslovaquia, desde la clandestinidad, clamaba por la solidaridad de los comunistas de todo el mundo para detener la invasión.
Fidel Castro inició su comparecencia advirtiendo que algunas de las cosas que iba a expresar iban a estar “en contradicción con las emociones de muchos”, en otros casos iban a estar “en contradicción con nuestros propios intereses” y en otros iban “a constituir riesgos serios para nuestro país”.
Reconoció que la intervención soviética era “una violación flagrante de la soberanía del estado checoslovaco que solo se puede explicar desde un punto de vista político y no desde un punto de vista legal, pues visos de legalidad no tiene, francamente, absolutamente ninguno”. Pero inmediatamente después apeló al punto de vista político para justificar la invasión, al asegurar que “Checoslovaquia marchaba hacia una situación contrarrevolucionaria, se encaminaba hacia el capitalismo y eso afectaba a toda la comunidad socialista”.
Culpaba de la situación a “las reformas económicas burguesas” y a que “el Partido Comunista Checoslovaco, cediendo a las demandas de los intelectuales y de otros liberales, había renunciado a ejercer la dictadura del proletariado”.
“No se podía permitir que los imperialistas arrancaran un eslabón del campo socialista”, dijo y argumentó que más importante que el derecho internacional, que había sido violado por los soviéticos, era lo que calificó como “el sagrado derecho de los pueblos en la lucha contra el imperialismo”.
Pero, en una de sus poses de guapo que salva su honra, condicionó su apoyo a la Unión Soviética. Primero se preguntó si las relaciones con los soviéticos “seguirían estando presididas por el grado de incondicionalidad, satelismo y lacayismo… si se considerarán tan solo amigos aquellos que incondicionalmente aceptan todo y son incapaces de discrepar absolutamente de nada”.
Y luego, tras anunciar que iba a aprovechar la ocasión para referirse a “algunas verdades que nunca se habían dicho”, se quejó del “relajamiento y reblandecimiento del espíritu revolucionario de los países de Europa del Este, de su ignorancia de los problemas del mundo subdesarrollado, y exigió que la Unión Soviética con la misma energía que actuó en Checoslovaquia, se comprometiera a defender a Cuba, Vietnam y Corea del Norte.
Así, Fidel Castro, que estaba atenazado por el estado desastroso de la economía cubana producto de sus experimentos fallidos, se reconcilió con los soviéticos y les hizo saber que estaba dispuesto a parar con sus críticas y que aceptaba jugar de acuerdo con las reglas del Kremlin.
Se iniciaba así una luna de miel con la Unión Soviética que se concretaría con un millonario subsidio y la entrada de Cuba en 1972 en el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).
Por muy inescrupulosa y cínica que fuera aquella jugada de Fidel Castro en 1968, peor es el incondicional servilismo hacia Rusia que muestran hoy sus sucesores y su bochornoso apoyo, diciéndose tan antimperialistas, a la agresión de Putin a Ucrania, que es una guerra de agresión imperialista de libro de texto.
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