Algunos días después emprendimos nuestro viaje. Por el monte espeso, por aquella manigua ahora desierta, andaban los novios como exploradores. Luis decía que era práctico y que muchas veces había llegado hasta aquellos lugares. Patria, Rosendo y yo los seguíamos
Eduardo Chibás: figura controvertida en la historia de la Cuba Republicana
Se considera que de no haber muerto Chibás, hubiera sido muy distinto el discurrir de la historia de Cuba... Respecto a Fidel Castro, no estaba en ascenso en las filas ortodoxas, como pretenden los historiadores castristas. La estridencia y las pasadas conexiones con el pandillerismo del joven abogado holguinero desagradaban al líder ortodoxo, que contaba con seguidores de mucho más relieve como Jorge Mañach, Fernando Ortiz y José Pardo Llada
Historia18 de septiembre de 2024 Luis CinoLuego de debatirse durante 11 días entre la vida y la muerte, el líder del partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), Eduardo Chibás, falleció a los 43 años, el 16 de agosto de 1951, a consecuencia del balazo en el abdomen que se había dado el 5 de agosto, durante su muy escuchado programa radial dominical Al aire.
Chibás sigue siendo una de las figuras más controvertidas de nuestra historia republicana 73 años después de aquel hecho que significó una conmoción nacional.
Debido a que Fidel Castro y algunos de sus primeros seguidores iniciaron sus andanzas políticas como miembros del Partido Ortodoxo, la historiografía castrista ha mitificado a Chibás, presentándolo casi como un comunista.
Nada más lejos de la verdad. Chibás era de izquierda —tanto como lo fueron Grau, Prío e incluso Batista en sus primeros tiempos—, pero era anticomunista. Las relaciones de Chibás fueron para nada cordiales con los miembros del Partido Socialista Popular (PSP), a los que no perdonaba lo que consideraba su traición a los ideales de la revolución de 1930, primero al pactar con Machado el retiro de su apoyo a la huelga general de agosto de 1933, y luego por su alianza con Batista en 1938.
Respecto a Fidel Castro, no estaba en ascenso en las filas ortodoxas, como pretenden los historiadores castristas. La estridencia y las pasadas conexiones con el pandillerismo del joven abogado holguinero desagradaban al líder ortodoxo, que contaba con seguidores de mucho más relieve como Jorge Mañach, Fernando Ortiz y José Pardo Llada.
Se considera que de no haber muerto Chibás, hubiera sido muy distinto el discurrir de la historia de Cuba. Chibás era el candidato con más probabilidad de triunfar en las elecciones presidenciales. Luego de su muerte, el candidato con más posibilidades era su sustituto al frente del Partido Ortodoxo, Roberto Agramonte. Pero las elecciones, programadas para abril de 1952, no llegaron a efectuarse porque un mes antes, el 10 de marzo, Batista, cuya candidatura no tenía posibilidades de triunfar, dio un golpe de Estado y derrocó al presidente Prío.
Probablemente, de haber llegado a la presidencia, Chibás, un político nacionalista y tan cercano a la social-democracia y el corporativismo como Grau, hubiera resultado otro líder populista y demagogo más de los que tanto abundan en Latinoamérica.
Tal vez, por intentar sacar a Cuba de la dependencia económica de los Estados Unidos, habría tenido algún encontronazo de poca monta con Washington. Y difícilmente hubiera podido erradicar la corrupción y el pandillerismo, porque estaba tan comprometido como Grau y Prío con sus antiguos compañeros de las facciones revolucionarias en pugna.
Pero como fuera que resultara un gobierno de Chibás, o de Roberto Agramonte, nunca hubiera podido revertir el curso de la constitucionalidad y la democracia y se hubiera evitado todo lo que vino después de 1952: la dictadura de Batista, la insurgencia fidelista y la instauración de un régimen totalitario que ya dura 65 años.
No obstante, Eduardo Chibás, con su enfermizo mesianismo y por el modo irresponsable e incendiario con el que lanzaba acusaciones a diestra y siniestra contra los gobiernos de Grau y Prío, hizo mucho daño a la institucionalidad democrática.
Chibás, cuando estudiaba en la universidad, se había enfrentado a la dictadura de Machado. Fiel seguidor del doctor Ramón Grau San Martín, fue de los primeros en afiliarse, en 1934, a su Partido Revolucionario Cubano Auténtico. Pero en 1947, desencantado por la corrupción y la guerra entre pandillas que caracterizaron al segundo gobierno de Grau (1944-1948), creó el Partido Ortodoxo, un desprendimiento del autenticismo, que con el lema “vergüenza contra dinero”, y una escoba como símbolo, prometía acabar con la corrupción administrativa y adecentar la política cubana.
En las elecciones de 1948, Chibás fue derrotado por el candidato del oficialismo, Carlos Prío Socarrás, quien era amigo y compañero de lucha suyo desde los tiempos de la lucha contra Machado. El tenaz y carismático Chibás, que era un consumado orador y polemista, no se dio por vencido, y como con Prío se agudizaron los males del gobierno de Grau, redobló sus ataques contra su administración.
El tema que más polémica sigue suscitando en torno a Chibás es el de su querella con el ministro de Educación Aureliano Sánchez Arango. Chibás aseguraba que Sánchez Arango había comprado tierras en Guatemala con el dinero destinado al desayuno escolar, pero nunca pudo probarlo: jamás mostró las pruebas que decía poseer y que Sánchez Arango le conminaba a presentar.
La disputa entre Chibás y Sánchez Arango, haciéndose recriminaciones mutuas, duró tres meses, de junio a agosto de 1951. Como Chibás no acababa de mostrar los documentos probatorios contra el ministro que decía guardar en una maleta, era objeto de escepticismo y chistes, como los de los muy populares actores cómicos Garrido y Piñeiro acerca de “la maletona” de Chibás.
Probablemente esas burlas por las pruebas que no acababa de mostrar influyeron para que Chibás, que era un hombre tan impulsivo y vehemente que hacía a muchos dudar de su salud mental, adoptara una actitud extrema.
La noche del 5 de agosto de 1951, en su programa radial de la CMQ Al aire, trémulo de impotencia, en un ataque de histeria, sudando a mares y con los ojos desorbitados tras sus gruesos lentes de miope, sacó un revólver y se disparó en el abdomen.
Siete décadas después todavía siguen sin esclarecerse las circunstancias en torno a aquel dramático suceso. Unos dicen que las pruebas contra Alemán las robaron del maletín de Chibás individuos al servicio de Sánchez Arango, pero otros afirman que no existieron tales pruebas.
Hay quienes afirman que Chibás no quiso realmente quitarse la vida, sino impresionar. La herida, cerca de la ingle, no tenía necesariamente que ser mortal. Si falleció, fue por una infección y otras complicaciones que se le presentaron.
Un viejo rumor asegura que el responsable de las complicaciones que causaron la muerte de Chibás, luego de once días de ingreso en el Centro Médico Quirúrgico de La Habana, fue el doctor Gustavo Aldereguía. Según estas versiones, sus jefes del Partido Socialista Popular, aún con esperanzas de volver a ser del gobierno aliándose con Batista y que detestaban a Chibás por su anticomunismo, le habían ordenado al médico que impidiera que el líder ortodoxo saliera vivo del hospital y pudiera ganar las elecciones, como todo hacía indicar que ocurriría.
La revolución era la historia y la historia era la revolución. Las generaciones revolucionarias estaban condenadas a vivir en el vacío de la historia. Muchos crecimos creyendo –y sintiendo, que es aún peor– que aquella condición, aquella indefensión aprendida, era nuestro único destino
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