
Es en la persona de Alexander Solzhenitsyn donde se concreta la imagen arquetípica del disidente contemporáneo, el hombre que da voz al horror silente, el hombre que articula el relato de los que yacen en fosas comunes
Kennedy subvaloró la peligrosidad del régimen comunista instaurado en Cuba, que un año después facilitaría a los soviéticos instalar misiles nucleares apuntados contra Estados Unidos. Con su desidia y sus titubeos, le sirvió, en bandeja de plata, una victoria, más que todo propagandística, a Castro
21/04/2025 Luis CinoEl triunfo de las fuerzas del régimen en la batalla de Playa Girón o Bahía de Cochinos, que tuvo lugar entre los días 17 y 19 de abril de 1961, la propaganda castrista lo presenta como “la primera gran derrota del imperialismo yanqui en América Latina”.
Pero las fuerzas castristas no se enfrentaron en aquella batalla al ejército estadounidense, como cabría suponer por la alharaca oficial en torno a aquel episodio, sino a una brigada de 1.200 exiliados entrenados a la carrera y a los que las fuerzas gubernamentales, equipadas por los soviéticos, superaban ampliamente en armamento y en casi diez veces en el número de combatientes sobre el terreno (15.000 hombres, entre soldados, policías y milicianos).
La derrota de la Brigada 2506 en Girón se debió principalmente a la pésima coordinación de la invasión por parte de la CIA y las vacilaciones del presidente John F. Kennedy, que, agobiado por el involucramiento norteamericano en Vietnam y el conflicto con los soviéticos en torno a Berlín, ejecutó con desgano el plan heredado de Eisenhower, su antecesor, para derrocar al régimen de Fidel Castro.
El plan, que Kennedy consideró siempre que tenía remotas posibilidades de éxito, consistía en que los invasores conquistaran una cabeza de playa donde instalar un gobierno provisional que solicitara una intervención militar en Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) y Estados Unidos.
El sitio escogido, un punto en la cenagosa costa de la Bahía de Cochinos, al sur de Cuba, se convirtió en una trampa para los expedicionarios, privados del apoyo aéreo que los norteamericanos les habían prometido.
La aviación castrista, que no había sido tan dañada por los golpes aéreos del 15 de abril contra los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, como suponían los planificadores de la invasión, pudo dominar el cielo y ametrallar a mansalva a los expedicionarios, prácticamente abandonados a su suerte y a los que no les fue posible resistir y hacer más de lo que hicieron durante las 65 horas que duró la batalla.
A la hora de decidir no involucrar a las fuerzas militares norteamericanas en una intervención para derrocar a Fidel Castro, probablemente Kennedy tuvo en cuenta que debido al gran apoyo con el que el régimen todavía contaba entre la población, hubiera tenido que enfrentar una fuerte resistencia y provocar un baño de sangre para aplastarla, lo que le hubiera granjeado a Estados Unidos la repulsa de muchos en América Latina y otras partes del mundo donde aún idealizaban a la revolución castrista.
Hubo 176 muertos del lado gubernamental. De los expedicionarios, 111 murieron y 1.189 fueron hechos prisioneros en Girón.
Excepto los que acusados de cometer crímenes de guerra durante el régimen de Batista, fueron fusilados, en 1962, tras negociaciones, el régimen canjearía a los prisioneros por alimentos y medicinas.
Kennedy subvaloró la peligrosidad del régimen comunista instaurado en Cuba, que un año después facilitaría a los soviéticos instalar misiles nucleares apuntados contra Estados Unidos. Con su desidia y sus titubeos, le sirvió, en bandeja de plata, una victoria, más que todo propagandística, a Fidel Castro para seguir consolidando su dictadura comunista.
Publicado originalmente en Cubanet.
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