Vargas Llosa y ese extraño imán que tiene la muerte

De haberse prestado para aquella desvergüenza, Vargas Llosa hubiera quedado atrapado, quizás para siempre, en el chantaje del régimen de La Habana, como otros escritores y artistas. Y no hubiera sido el escritor ni el promotor del liberalismo clásico que fue

LetrasEl martesLuis Leonel LeonLuis Leonel Leon
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El escritor y periodista peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, falleció el domingo 13 de abril en Lima a los 89 años. Al último de los protagonistas del Boom Latinoamericano y uno de sus principales autores, cuya obra trascendió aquel fenómeno editorial (y en alguna medida también un movimiento cultural de acelerado crecimiento que entusiasmó al mundo entre 1960 y 1970) le conocí en Madrid, hace 20 años. Su obra la disfrutaba desde diciembre de 1985, cuando le compré a un vendedor de libros usados en la Calzada de Bejucal un ejemplar de La ciudad y los perros (1963), editada por Seix Barral, luego de ver su versión cinematográfica, premiada en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana de ese año, dirigida por el también peruano Francisco Lombardi, quien en 1999 llevó a la gran pantalla Pantaleón y las visitadoras

Nunca he olvidado sus amables palabras, ni aquella carcajada cómplice, pero sobre todo guardo las historias que no pudo dejar de contar. Con una disciplina inamovible durante más de 6 décadas, Vargas Llosa edificó un extenso y valioso corpus creativo, donde los grandes temas como la libertad y la opresión, el poder y el amor, el deseo y la identidad, viajan desde ambientes de la compleja y a veces increíble realidad peruana –y latinoamericana por extensión– hacia ese artefacto intelectual y sentimental que llamamos “universalidad” y al que suelen aspirar los grandes autores. En varios libros él lo consiguió. 

Motivado por las causas sociales, presentes en sus libros, Vargas Llosa fue candidato a la presidencia de Perú en 1990. Aunque terminó derrotado por Alberto Fujimori, nunca dejó de ser el escritor más admirado en su país y uno de los más leídos en Hispanoamérica. "Fujimori me devolvió a la literatura", confesó. Su apoyo al neoliberalismo se hizo más fuerte cuando en el 2021, ante la amenaza del izquierdista Pedro Castillo, puso en primer plano la defensa de las ideas de libertad, apartó su rechazo de 30 años a la familia Fujimori y en un acto de campaña abrazó a la hija de su antiguo contrincante y dijo: "Le pido a Keiko salvar al país de un peligro enorme que es caer en manos del totalitarismo". 

Sus ideales y experiencias, expresados con claridad en sus libros y columnas, evolucionaron del coqueteo con el comunismo y la revolución cubana hacia el liberalismo clásico –sobre todo en lo económico y en las libertades fundamentales– y las más duras críticas al castrismo, el socialismo del siglo XXI y el separatismo español. "La libertad, según los liberales, es una sola y debe darse simultáneamente en el campo económico, político, social, individual. Y que todo lo que signifique mayor libertad es bueno para el conjunto de la sociedad", dijo en una entrevista con BBC Mundo en mayo de 2019. 

El golpe de timón ideológico de Vargas Llosa comenzó en la década de 1980 gracias a la Dama de Hierro. “Para mí fue importantísimo lo que significó en Gran Bretaña el gobierno de Margaret Thatcher”, confesó en una entrevista con Jorge Lanata. “Era un país adormecido por las reformas laboristas y el espíritu emprendedor de la revolución industrial se había apagado. Ciertamente había libertad pero parecía un país muerto en vida. Thatcher infundió en la sociedad británica el espíritu empresarial, obligando a las empresas a competir en ese sistema frío pero eficaz que es el libre mercado, eliminando a las empresas que no funcionaban y premiando a las que sí. E inundó otra vez al país con cultura democrática”, le dijo al periodista argentino en la Feria del Libro de Buenos Aires del 2018.

En los últimos años ha apoyado a políticos de derecha como Jair Bolsonaro en Brasil, Mauricio Macri y Javier Milei en Argentina, Sebastián Piñera y José Antonio Kast en Chile, Carlos Mesa en Bolivia, Rodolfo Hernández en Colombia. En España a José María Aznar, Albert Rivera y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a quien catalogó como símbolo de “resistencia liberal” e incluso la comparó con Ronald Reagan.

Pero a quien nunca soportó fue a Donald Trump. Su aversión era tal que llegó a decir que el presidente estadounidense era el mayor peligro para América Latina, cuando él mismo seguía denunciando que las peores pesadillas en nuestra la región se debían a las políticas socialistas. Antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, lo calificó de populista, demagogo, payaso, nacionalista, racista e irresponsable. Si bien es cierto que en ocasiones frases y poses –más que posturas y acciones concretas– no bien estructuradas por Trump han dado pie a esos y otros epítetos, el recio anti-trumpismo de Vargas Llosa y su incompleta comprensión del movimiento MAGA, lo arrastraron por un sendero equivocado, no exento de terquedad. “La corrección política es enemiga de la libertad”, apuntó, sin embargo, el novelista, quien experimentó no pocas contradicciones y virajes en su vida. Al menos en sus declaraciones públicas, jamás le dio una oportunidad a Trump. Al peruano no le fue bien en la política, no en balde llegó a decir: “La política es una forma de la maldad. El mayor error que he cometido en mi vida”. En cambio, fue un ilustre fabricante de ficciones.  

Collage _El lado más soleado y más oscuro de mi calle_, LLL, 2023Todas las Habanas son Habanas perdidas

Desde joven he disfrutado de sus libros, primero leídos a hurtadillas y luego comprados en sus mejores ediciones, con la libertad que me ha traído el exilio, a pesar de que a veces funcione como una especie de cárcel abierta y transparente que también nos acompaña. Para Vargas Llosa, Cuba fue primero ilusión y luego desencanto. Aunque desde antes se había decepcionado por la creciente censura del dictador Fidel Castro y los campos de concentración conocidos como las UMAP (unidades militares de apoyo a la producción), Vargas Llosa rompió definitivamente con el castrismo en 1971 cuando Castro ordenó apresar y torturar al poeta disidente Heberto Padilla y su esposa, Belkis Cuza Malé, ambos acusados de “actividades subversivas”. Padilla permaneció 37 días detenido en una celda de la policía política, mientras que Cuza Malé fue liberada al tercer día. Padilla fue obligado a culparse por actuar en contra de la revolución comunista. La funesta operación castrista fue condenada en dos cartas abiertas, la primera publicada en francés en el periódico Le Monde el 9 de abril de 1971 y la segunda en el diario Madrid el 21 de mayo de 1971, ambas firmadas por intelectuales de izquierda y derecha de distintos países, entre ellos Vargas Llosa. Castro respondió fustigando a los firmantes, la mayoría de ellos hasta ese momento “amigos de la revolución”.

El 5 de mayo de 1971, el autor de Los jefes (1959) y El pez en el agua (1993) envió la siguiente carta a Haydée Santamaría, guerrillera comunista y presidenta de la Casa de las Américas: 

“Le presento mi renuncia al comité de la revista Casa de las Américas, al que pertenezco desde 1965, y le comunico mi decisión de no ir a Cuba a dictar un curso, en enero, como le prometí durante mi último viaje a La Habana. Comprenderá que es lo único que puedo hacer luego del discurso de Fidel fustigando a los escritores latinoamericanos que viven en Europa, a quienes nos ha prohibido la entrada en Cuba por tiempo indefinido e infinito. ¿Tanto le ha irritado nuestra carta pidiéndole que esclareciera la situación de Heberto Padilla? ¡Cómo han cambiado los tiempos!

Recuerdo muy bien esa noche que pasamos con él, hace cuatro años, y en la que admitió de buena gana las observaciones y las críticas que le hicimos un grupo de esos intelectuales extranjeros, a los que ahora llama canallas. De todos modos, había decidido renunciar al comité y a dictar ese curso desde que leí la confesión de Heberto Padilla y los despachos de Prensa Latina sobre el acto de la Uneac en el que los compañeros Belkis Cuza Malé, Pablo Armando Fernández, Manuel Díaz Martínez y César López hicieron su autocrítica.

Conozco a todos ellos lo suficiente como para saber que ese lastimoso espectáculo no ha sido espontáneo, sino prefabricado como los juicios estalinistas de los años treinta. Obligar a unos compañeros, con métodos que repugnan a la dignidad humana, a acusarse de traiciones imaginarias y a firmar cartas donde hasta la sintaxis parece policial es la negación de lo que me hizo abrazar desde el primer día la causa de la Revolución Cubana: su decisión de luchar por la justicia sin perder el respeto a los individuos. No es este el ejemplo del socialismo que quiero para mi país. Sé que esta carta me puede acarrear invectivas: no serán peores que las que he merecido de la reacción por defender a Cuba.

Atentamente, Mario Vargas Llosa".

Screenshot 2023-10-23 at 11.23.52 PMItalo Calvino en Cuba: de la censura a la apropiación indebida

Nueve días después, el 14 de mayo, Santamaría le respondió: “Usted no ha tenido la menor vacilación en sumar su voz —una voz que nosotros contribuimos a que fuera escuchada— al coro de los más feroces enemigos de la Revolución Cubana […] Cuando en abril de 1967 usted quiso saber la opinión que tendríamos sobre la aceptación por usted del premio venezolano Rómulo Gallegos, otorgado por el gobierno de Leoni, que significaba asesinatos, represión, traición a nuestros pueblos […] le propusimos que aceptara ese premio y entregara su importe al Che Guevara, a la lucha de los pueblos. Usted no aceptó esa sugerencia: usted se guardó ese dinero para sí, usted rechazó el extraordinario honor de haber contribuido, aunque fuera simbólicamente, a ayudar al Che Guevara”.

La misiva de Santamaría manipula los hechos. Lo que ocurrió fue que cuando en 1967 Vargas Llosa ganó el premio literario Rómulo Gallegos con La casa verde (1966), consistente en $25,000, Santamaría le pidió donar ese dinero al Che Guevara, con la promesa de que se lo devolverían por debajo de la mesa, pues la supuesta donación no era más que una farsa para hacerle propaganda al castrismo y sus guerrillas en Latinoamérica. Castro y sus acólitos jamás lo perdonaron. De haberse prestado para aquella desvergüenza, Vargas Llosa hubiera quedado atrapado, quizás para siempre, en el chantaje del régimen de La Habana, como otros escritores y artistas. Y no hubiera sido el escritor ni el promotor del liberalismo clásico que fue. 

cain librosLa venganza castrista contra Cabrera Infante

Esta es solo una de las historias de oposición al comunismo en que salió victorioso Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, el hombre que este lunes 14 de abril fue velado en privado, por familiares y amigos, en su casa en el distrito limeño de Barranco. Sus restos, en un carro fúnebre negro, a la más clásica usanza moderna, fueron llevados al Centro Funerario y Crematorio del Ejército, ubicado en Santiago de Surco, en el sur de Lima. El autor de clásicos contemporáneos como Conversación en la catedral (1966), La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del chivo (2000), dejó instrucciones a su familia sobre su funeral y pidió ser cremado luego de una ceremonia íntima. 

En señal de duelo nacional, Perú amaneció con las banderas a media asta en instituciones públicas, cuarteles militares y policiales. Muchísimas personas colocaron flores alrededor de la vivienda del autor de El hablador (1987). Cuentan que no pocas librerías abrieron el lunes colocando en primer plano en sus vitrinas los libros de Vargas Llosa, ofreciéndolos con descuentos. En el Colegio Militar Leoncio Prado, donde Vargas Llosa estudió y se ambienta la La ciudad y los perros, los cadetes rindieron homenaje formando filas humanas con las iniciales del más premiado de los autores peruanos: MVLL. 

“Vargas Llosa fue una figura significativa de la literatura y la cultura latinoamericanas. Su escritura refleja su profundo amor por la narrativa, caracterizada por la riqueza de su lenguaje y que abarca diversos géneros, desde libros autobiográficos y novelas históricas hasta ficción erótica y thrillers. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2010 por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes agudas de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo”, destacó el Comité del Premio Nobel en X. 

La presidenta peruana Dina Boluarte, vestida con un traje negro, asistió al velorio y le dio el pésame a la familia a nombre del gobierno. Boluarte fue recibida en la puerta del edificio por el hijo mayor del escritor, Álvaro Vargas Llosa, cuyo abrazo, rodeados de la seguridad presidencial y periodistas, fue fotografìa principal en varios medios.  

"No tengo otra cosa que decir que Perú ha perdido a uno de sus mejores hombres y nosotros a un ser infinitamente querido al que vamos a echar de menos", declaró Álvaro, quien rápidamente comprendió, en buena medida gracias a las enseñanzas y experiencias de su padre, las esencias del totalitarismo cubano y en respuesta a la maquinaria propagandística y distorsionadora del castrismo, elogió el aplomo de sus exiliados dedicandoles artículos y un libro, El exilio indomable

Diseño sin título (37)La Vigía, Hemingway y la finca del castrismo

En los últimos meses, Vargas Llosa vivió en Lima, según varios medios y agencias, casi retirado, tras desarrollar una carrera que lo ubicó en los más altos peldaños de las letras hispanas. Se ha dicho que llevaba días sintiéndose mal, afectado por una fuerte neumonía de la que al final no se repuso, y que a la familia, ante el deterioro de su salud, no le sorprendió su muerte. Sin embargo, aunque la neumonía pudo haber influido su fallecimiento, el periodista peruano residente en Miami, Jaime Bayly, reveló que Vargas Llosa "sabía que se estaba muriendo, el mundo no lo sabía, nosotros no lo sabíamos”. Bayly contó en su programa, emitido a través de redes sociales, que un peruano residente en Madrid, de apellido Carrera, le envió un email en julio de 2024 contándole sobre la lucha de su esposa contra el cáncer y que se había encontrado con Vargas Llosa en el hospital Fundación Jiménez Díaz en Madrid, quien acudía a la zona reservada para pacientes que tienen cáncer hematológico”. De ahí la frase de Bayly: "murió de neumonía, pero no es exactamente cierto que estaba sano”. Sus hijos declararon que se fue en paz y rodeado del amor de sus seres queridos. 

Nacido en la sureña ciudad peruana de Arequipa el 28 de marzo de 1936, en una familia de clase media, fue educado por su madre y sus abuelos maternos en Cochabamba (Bolivia) y luego en Perú. Tras sus estudios en la Academia Militar de Lima obtuvo una licenciatura en Letras y dio sus primeros pasos en el periodismo, un oficio del que nunca se alejó y que influyó mucho en su literatura (y viceversa, como otros autores de los siglos XX y XXI). 

Sus exploraciones amorosas no fueron convencionales. Tampoco lo fue su literatura, aunque en sus experimentaciones, sobre todo en lo estructural y en la fusión de géneros, se arriesgara menos que otros del Boom como Julio Cortázar (sin dudas el que más lejos llegó), Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos y José Donoso. La pasión de Vargas Llosa por la historia y la política lo condujo a investigar temas, situaciones y personajes que, con su innegable talento y un oficio de hierro, convirtió en novelas que han seducido lo mismo al lector común que a los más exigentes críticos.  

Fue un autor que, en no pocos libros, indagó más en el erotismo y la sexualidad que en el amor. En sus novelas, el erotismo y el deseo sexual, bien facturados y no circunscritos a la descripción del acto físico, convergen con el poder, la violencia, la guerra, la política, la historia, los giros de la memoria. Vargas Llosa entendía que la mejor literatura erótica es aquella que se despliega en libros que no son sólo eróticos, tal como ocurre en grandes piezas de James Joyce, Gustave Flaubert o Anton Chéjov, donde el erotismo va a la par de los demás ingredientes y complejidades de la vida y la sociedad. Y eso fue lo que practicó en sus libros, no sólo en los que se lanzan directamente al erotismo como Elogio de la madrastra (1988) y Los cuadernos de Don Rigoberto (1997).

A comienzos de 1995 le dediqué a Elogio de la madrastra uno de mis primeros comentarios sobre libros en el programa radial A esta hora, que ese año fundé, junto a otros realizadores, en Radio Metropolitana, la emisora cultural de La Habana. Precisamente entre los bullets points del comentario estaban el tratamiento del sexo en la gran literatura, y los delicados márgenes entre lo erótico y lo pornográfico, tema que luego fue el centro del debate de la última hora del show que salía en vivo los domingos desde las 7 de la mañana hasta el mediodía. Recuerdo que la diferencia entre erotismo y pornografía fue lo que más llamó la atención de los directivos que estaban monitoreando el nuevo programa. Creo que no se dieron cuenta que la novela era de Vargas Llosa o no sabían quién era el autor. 

Captura de pantalla 2024-12-03 a la(s) 1.41.31 a.m.Ítaca y exilio

Su vida amorosa estuvo marcada por relaciones y rupturas con mujeres cercanas a su familia e incluso con una prima hermana. En 1959, mientras residía en París, se casó con su tía política Julia Urquidi, 10 años mayor que él y que luego le inspiraría para escribir La tía Julia y el escribidor (1977). Cuando años después rompió con Urquidi, se casó con su prima hermana y sobrina de su ex mujer, Patricia Llosa, con quien tuvo tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana. Tras iniciar en 2015, con casi 80 años, un romance con una conocida personalidad del mundo madrileño, Isabel Preysler, expareja del cantante Julio Iglesias, Vargas Llosa se divorció de Patricia luego de 50 años de matrimonio, uno de los acontecimientos más controversiales de su vida. Siete años después, en 2022, Preysler y Vargas Llosa anunciaron su separación. Su romance con la Preysler desató un fenómeno sociocultural, al principio sorprendente y raro, pero luego interesante. Pocos escritores serios han tenido la presencia en la llamada "prensa del corazón" (que en realidad es la prensa del chisme o el chisme trastocado en prensa) que la que tuvo Vargas Llosa gracias a la socialité española. Fue una etapa que a sus biógrafos les tocará investigar y relatar con la profundidad de una novela de tramas y pasiones furtivas. Al final de su vida regresó a Lima y se reconcilió con la madre de sus hijos. 

Según El País, el escritor fue diagnosticado con una grave enfermedad en el verano del 2020. Cuando se enteró de que para su enfermedad no existía cura, pero sí tratamientos para retrasar la muerte, redactó una carta para sus hijos, Álvaro, Morgana y Gonzalo, explicándoles la situación. “No quiso hacerlo público, pero su entorno más íntimo lo sabía. Sus últimos meses de vida los dedicó a visitar los escenarios de algunas de sus novelas más celebradas”, asegura el periodico español. Quiso esperar el final cerca del mar y que sus cenizas fueron esparcidas en la bahía de Paracas. Sus hijos cumplieron sus últimas voluntades. Lo planificó todo tal como si se tratara de una novela. La novela de los últimos días de su vida. 

Vargas Llosa fue un maestro de la novela. No por casualidad o por meras operaciones de mercadotecnia vendió millones de libros por los que recibía, por concepto de derechos de autor, miles de euros cada mes. A lo largo de su carrera, de más de seis décadas, creó una impresionante y bastante fiel comunidad de lectores, no solo en Hispanoamérica, pues sus libros fueron traducidos a más de 30 idiomas. Desarrolló una obra no sólo muy particular y valiosa, sino también muy prolífica y diversa, cautivando a los lectores de disímiles generaciones y a la crítica, lo mismo con novelas, cuentos y ensayos, que con piezas teatrales y artículos periodísticos. Fue un escritor total. 

Aunque le pude ver una vez en la Feria del Libro de Miami, donde le conocí fue en la Casa América de Madrid en noviembre de 2004. Durante una semana presenté allí el ciclo de cine Otras imágenes posibles, que por primera vez mostraba en Europa una veintena de películas documentales y de ficción realizadas de manera independiente, la mayoría por estudiantes de cine y jóvenes cubanos, junto a otras que, aunque producidas dentro del sistema, abordan críticamente la realidad cubana a pesar de la censura. La última tarde, Vargas Llosa presentó su libro La tentación de lo imposible, sobre Los miserables y Victor Hugo. Yendo a su sala nos encontramos y alguien de la institución le mencionó  mi ciclo. Me saludó cordialmente y cuando escuchó mi nombre me dijo: “Todo con ele”. Le dije algo que aún suelo repetir: “Era la única letra que estaban dando ese día” y él soltó una carcajada. Me dijo que le hubiera gustado haber visto algunos de los filmes y le hice una síntesis veloz. 

Screenshot 2023-07-15 at 11.52.53 PMDesde esta ventana*

Como me presentaron como el curador de la muestra, al principio creyó que yo era un crítico, pero alguien le explicó que era cineasta y que tenía un documental sobre La Habana. No sé si me equivoqué al leer en sus ojos una mezcla de sentimientos: curiosidad, nostalgia, desconsuelo y quizás incluso hasta esperanza. O al menos fue lo que quise ver en su expresión. Me comentó que Habaneceres le gustaba como título. Le conté que gracias a la biblioteca de la Fundación Alejo Carpenter había leído varios de sus libros, proscritos en la isla y que sabía que su posición ante el caso Padilla había ayudando a que esas otras verdades de la revolución se conocieran un poco, pues el mito lamentablemente persistía. No olvido una frase tan amable como inspiradora: “Estoy seguro de que tu documental, como otros de los que has traído, también ayudarán a desmitificar la revolución cubana”. Tenía que irse a presentar su libro y no pudimos hablar mucho más que eso. Fueron unos 5 minutos. Un breve e inolvidable encuentro. Recuerdo que cuando se apagaban las luces en mi sala y comenzaba un cortometraje, yo me escapaba a su sala para escucharle y regresaba sólo para presentar el próximo. Lo mismo hice una o dos noches antes con Caetano Veloso, que también tuvo allí una presentación aquella semana, no tan interesante como la de Vargas Llosa, pero igualmente a sala repleta. 

Casi 5 años después me reencontré con Vargas Llosa en el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico por la Libertad (CEDICE) en Caracas, en el Encuentro Internacional Libertad y Democracia. Había mucha tensión, Vargas Llosa fue retenido en el aeropuerto por la dictadura chavista, pero de todos modos fui al evento con un par de amigos del equipo de producción del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) que yo dirigía en Venezuela. Por desgracia tuvimos que irnos antes de tiempo cuando uno de mis colegas detectó entre el público a un agente cubano. No quisimos arriesgarnos a un interrogatorio ya que nos habíamos llevado la cámara del ICAIC para filmar un evento antichavista. Pero alcancé a saludar a Vargas Llosa, quien se acordó de mí. Allí conocí a Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, con quien después hablé en otras dos ocasiones, con mucho cuidado de no ser visto por la policía política y los chivatos cubanos y venezolanos. A los pocos días del encuentro en el CEDICE, coincidí en el bar Rajatabla, al lado del teatro Teresa Carreño, con la abogada neoyorquina prochavista Eva Golinger, quien me habló horrores de Vargas Llosa y de otros de los excelentes panelistas de aquél evento. Entre tragos y una música altísima hice una defensa de la escritura de Vargas Llosa, le dije que era una de las voces cardinales del Boom y que incluso había influenciado a autores cubanos jóvenes. Por aquellos tiempos Eva solía pasar por el Rajatabla. Como un año antes, una amiga común, también estadounidense de izquierda, nos había presentado y de pronto sentí que, sin variar su posición, Eva bajó el tono y reconoció los valores literarios del peruano. “De la que me libré”, pensé al día siguiente, cuando los efectos del ron Pampero se habían esfumado y la concupiscencia de la madrugada era sólo un recuerdo. 

¿Qué hubiera dicho o escrito Vargas Llosa sobre aquello? A veces me lo he preguntado. Nunca lo entrevisté, pero me hubiera gustado mucho hacerlo. Además de un excelente escribidor, era muy buen respondedor. Agudo y simpático. No olvido y aun me sigo riendo de la cara y la sonrisa de Vargas Llosa al escuchar uno de los comentarios más desatinados del periodista Jorge Ramos –por aquellos momentos en Univisión– cuando, en una entrevista en la Feria del Libro de Miami, le propuso a Vargas Llosa utilizar el “lenguaje igualitario”, basándose en que si de pronto ellos se encontraban entre un grupo de 5 o 6 mujeres por qué no decir “todes” en vez de todos o nosotros. Al escritor, conocedor de nuestra lengua, ante tamaña aberración no le quedó otro remedio que decirle a Ramos que eso era estupidez que de ninguna manera él iba a aprobar. Es mi último recuerdo de Vargas Llosa en un evento público en Miami.

Captura de pantalla 2025-02-19 a la(s) 11.16.45 a.m.El castrismo no se aviene con los poetas que no sirven a sus intereses

Se ha ido uno de esos autores que son una biblioteca. De sus ensayos, recomiendo La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary (1975), el primero que leí, a finales de los ochenta en La Habana. También La verdad de las mentiras. Ensayos sobre la novela moderna (1990), Cartas a un joven novelista (1997), El viaje a la ficción (2008), La civilización del espectáculo (2012) y Medio siglo con Borges (2020). De su obra periodística, para comprender el viaje de sus ideas, vale la pena leer los tres volúmenes de Contra viento y Marea. En cuanto a teatro, La Chunga (1986) y Los cuentos de la peste (2015). Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del chivo (2000) están consideradas sus piezas maestras. De sus novelas, recuerdo otras, menos celebradas, como El paraíso en la otra esquina (2003) y Travesuras de la niña mala (2006), las últimas que leí en Cuba. Al llegar a Estados Unidos compré su nueva novela, El sueño del celta (2010). Todos sus libros no han causado el mismo impacto ni todos sobresalen de igual modo, pero todos tienen su marca y todos están muy bien escritos. 

Aprovechó el boom del Boom y, sin vender su alma al diablo del enfermo y vulgar izquierdismo latinoamericano, como hizo Gabriel García Márquez, le sacó provecho, casi como el autor de Cien años de soledad (1967), la obra más reconocida de su amigo y de la generación del Boom. Tuvo la gran suerte de trabajar en lo que de verdad le gustaba y, con tonos altos, bajos y medios, como todo autor, no paró de escribir, lo mismo en su eterna ciudad, Lima, que en París, Londres, Nueva York, Punta Cana y Madrid. 

A propósito de su fallecimiento, el diario español El País publicó un artículo titulado “Mario Vargas Llosa, el más español de los escritores latinoamericanos”. Aunque desde 1993 adquirió la nacionalidad española y pasó mucho tiempo viviendo en la madre patria, Vargas Llosa siempre escribió y vivió como lo que era: un escritor peruano, un autor cardinal del boom latinoamericano, sin nada que ver con el provincianismo que flota en ese ridículo y falso titular de El País, un medio que con los años ha venido a menos, muy distante a aquellas páginas de los años noventa y comienzos de este siglo donde brilló la columna de opinión, Piedra de Toque, del autor que acaba de fallecer en su querida Lima, con los suyos. 

Con sus análisis y sobre todo con sus novelas, Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que mejor retrató el Perú del siglo XX, hizo crecer en nuestra lengua el universo de la literatura, eso que él llamó “la verdad de las mentiras”. Fue muy leído, reverenciado y exitoso. Ganó, entre muchos otros premios, el Príncipe de Asturias de las Letras (1986), el Planeta (1993) y el Cervantes (1994). Fue académico de la RAE y casi al final de su vida, en 2023, fue también premiado con su incorporación a la Academia Francesa. La literatura fue su pasión y su adicción perenne. En 1981, a propósito de la presentación en Madrid de su novela La guerra del fin del mundo declaró: “La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con los años, y con el tiempo se descubre que lo importante no son los libros que se escriben, sino el hecho de escribirlos, el tránsito hacia el libro”. 

Intentar hacer un resumen de la obra de Vargas Llosa no es tarea imposible, pero siempre resultaría un río de omisiones y descartes de imágenes, personajes, diálogos e historias que –como ocurre con los clásicos, según Borges– no pocos leerán y volverán a leer. Y por estos días, por ese extraño imán que tiene la muerte, con mucha más intensidad y una inevitable maleta de nostalgias. 

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