¿Novela negra, realismo sucio? De eso y más hay en Cubiche. Y unas descripciones tan fieles que a uno le parece acompañar a Cubiche en sus andanzas por Little Havana, La Sagüesera (South West) o Hialeah
El desprecio de Lenin hacia Tolstoi y los escritores no sometidos
El líder bolchevique, aunque decía admirar la literatura de Tolstoi, no conseguía ocultar el desdén que sentía por él. Afirmaba que los criterios de Tolstoi “eran los de un campesino patriarcal e ignorante y no los de un escritor de cultura europea”
Letras27 de julio de 2023 Luis Cino*Fue probablemente Lenin quien inspiró en sus discípulos Stalin, Mao y Fidel Castro la animadversión contra los escritores, intelectuales y artistas que no se sometieran a sus designios.
Vladímir Ilich Lenin detestaba a los escritores que no sirvieran a la causa comunista. Desde mucho antes de que en 1917 se apoderara del poder, el líder bolchevique no ocultaba el desprecio que sentía por aquellos que no se plegaban a sus planes, a quienes calificaba de “pseudointelectuales” y otros epítetos.
En fecha tan temprana como 1905, cuando aún no había creado el primer soviet, en La organización y la literatura del Partido, escribía Lenin con su prosa exaltada y farragosa: “¡Fuera los literatos que no pertenezcan al Partido! ¡Fuera esos falsos superhombres de las letras! La literatura debe formar parte de la causa del proletariado universal, debe ser un tornillo o una palanca en el complicado mecanismo movido por la aparición de la conciencia de clases y colocarse al lado de los trabajadores”.
Tanto recelo sentía Lenin hacia los escritores, tanto le disgustaban, que incluso algunos de los que sirvieron lealmente al régimen soviético, como Máximo Gorki y los poetas Serguei Esenin y Vladímir Mayakovsky, tuvieron encontronazos con el poder y fueron acusados de “elitistas, individualistas y pequeño-burgueses”.
A Lenin le irritaba el más grande de los escritores rusos: León Tolstoi. Si no se ensañó más con él fue porque murió en 1910, siete años antes del triunfo de la Revolución bolchevique. Si no, quién sabe si hubiera terminado preso o exiliado.
El pacifismo de León Tolstoi, su misticismo cristiano y, particularmente, su doctrina de la no resistencia al mal se contradecían con la violencia propugnada por Lenin luego de la Revolución de 1905. Por eso, reprochaba a Tolstoi “la torpeza de los visionarios, la falta de perspicacia política”, “sus puntos de vista perjudiciales”, no entender la Revolución y “evitarla de modo consciente”.
El líder bolchevique, aunque decía admirar la literatura de Tolstoi, no conseguía ocultar el desdén que sentía por él. Afirmaba que los criterios de Tolstoi “eran los de un campesino patriarcal e ignorante y no los de un escritor de cultura europea”.
En el artículo León Tolstoi, espejo de la Revolución rusa, escrito por Lenin poco después de la muerte del autor de Ana Karenina y La Guerra y la Paz, sentenció: “Como profeta que ha descubierto nuevas fórmulas para la salvación de la humanidad, Tolstoi es francamente ridículo y sus seguidores rusos y extranjeros son criaturas lastimeras, porque tratan de elevar a dogmas la parte más débil de sus enseñanzas”.
Vale la pena citar en extenso el roñoso análisis que hace Lenin en dicho artículo sobre el ideario del apóstol de Yasnaia Poliana:
“Es algo que salta a primera vista la inconsistencia que se encuentra en las obras, opiniones, enseñanzas y doctrinas de la escuela de Tolstoi. Por un lado, tenemos a un autor de genio que ha producido pinturas inigualables de la vida rusa, obras que pueden ser calificadas de clásicas en la literatura universal, por el otro nos encontramos con el terrateniente, sectario de Cristo. Con una mano, Tolstoi escribe la protesta más sincera, directa y acuciosa que existe contra la falsedad e injusticia del actual orden social, y con la otra produce a los tolstoianos, cansados, lastimosos, harapos de intelectuales que se golpean el pecho públicamente exclamando: soy un pecador, un miserable pecador, pero ahora me entrego a perfeccionarme moralmente y ya no como carne, solo me alimento de arroz y lechuga. Por un lado, la obra de Tolstoi contiene la crítica más severa de la explotación capitalista, la acusación más desenmascaradora de la violencia gubernamental, de la comedia de la justicia y de los contrastes entre la creciente plutocracia y el aterrador avance de la pobreza entre las clases trabajadoras; por el otro, contiene esa imbécil prédica de la resistencia al mal. En algunas de sus páginas nos encontramos con el más sincero realismo, en otras con prédicas sobre la más absurda hipocresía existente, la religión, sentimiento que trata de imponer, sustituyendo a los predicadores oficiales con otros sacerdotes, movidos estos por convicciones morales, cultivando así una nueva, odiosa y refinada clerecía”.
Lástima que Tolstoi no hubiese estado vivo para ripostar.
¿Qué iba Lenin a apreciar la literatura, y el arte en general, por sus valores intrínsecos, más allá de la política? En Lenin, que era un hombre culto, el fanatismo y el odio se imponían sobre la cierta sensibilidad artística que poseía.
Sobre la Appassionata de Beethoven, escribió una vez: “No conozco nada más hermoso que la Appassionata. Podría oírla todos los días. Es una música maravillosa, ultraterrena. Cada vez que oigo esas notas, pienso con orgullo, quizás con ingenuidad infantil en las hermosas cosas que el hombre puede realizar. Pero no puedo oír esa música a menudo, me afecta los nervios. Quisiera decirles cosas amables a las gentes y acariciarles la cabeza a quienes pueden crear tal belleza en un mundo tan horrible. Pero hoy no es el momento de acariciar cabezas, sino de destrozarlas con nuestros puños cerrados”. Y, en un rapto de sinceridad, concluía confesando: “Le aseguro, amigo mío, que nuestra tarea es verdaderamente infernal”.
*Texto reproducido en El Nuevo Conservador por cortesía de su autor y la agencia Cubanet. Luis Cino Álvarez reside en Arroyo Naranjo, Cuba, y a pesar de la represión desde 1998 ejerce el periodismo independiente. Entre 2002 y la Primavera Negra de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Es colaborador de CubaNet desde hace 20 años. Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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