La familia ha desempeñado un rol preponderante entre los estadounidenses; sin embargo, ciertos grupos izquierdistas intentan destrozar la solidez de su esencia
Autores 24 de agosto de 2023 Rafael Marrero
En Estados Unidos, la familia es lo más importante: ese primer ámbito social en el que crecemos y nos formamos está por encima de cualquier diferencia en temas tan dispares como política, religión, deportes.
Entre familia no hay mejor lugar donde estar y será siempre el verdadero cimiento del hogar, sin sentimentalismos.
Según el portal Statista, proveedor mundial de datos relativos al mercado y los consumidores, el 60% de la población local estima que la familia es lo más importante, mientras que un 31% considera que es una de las cosas más significativas.
Luego de una encuesta realizada a más de 1,000 personas entre 18 y 65 años de edad, los datos indican que la mayoría de los estadounidenses reconocen el rol fundamental que desempeña esa "institución universal".
En EEUU se le da extrema importancia a la familia, sin que importe demasiado su estructura: puede ser nuclear (la más habitual, formada por padre, madre e hijos) o extensa (conviven abuelos o tíos), monoparental (un solo progenitor), homoparental (pareja del mismo sexo), mixta (pareja con hijos de relaciones pasadas) o de acogida (pareja con hijos adoptados).
En este sentido, por lo general, las familias estadounidenses están conformadas por tres descendientes como máximo, y lo más normal es que tanto el padre como la madre trabajen y prosperen con su capacidad y tenacidad, de ahí la figura de la niñera (internacionalmente expuesta en el mundo del cine) y el oportuno apoyo de los abuelos, queridos y respetados por su experiencia.
Respecto a la crianza en sí, "los padres de familias americanas enseñan a sus hijos a ser independientes. Por eso, es común ver que los jóvenes graduados se mudan de casa y se valen por sí mismos", tal como refiere el artículo “Todo lo que necesitas saber sobre las familias americanas”, publicado por United Studies.
El mismo artículo señala que "las familias americanas, que profesan algún credo y religión, tienden a honrarlo continuamente en sus actividades cotidianas y, por supuesto, en las fiestas más específicas". La misma fuente destaca la participación de casi todos en eventos nacionales, como la celebración de Halloween y el Día de Acción de Gracias, por citar un par de ejemplos.
En cuanto a la tradición en sí misma y el apego a las fiestas patrias, el artículo puntualiza que "muchas tradiciones de las familias americanas tienden a honrar la libertad y las oportunidades. [Y que] por eso, no es raro oír a los padres contando sus propias historias de éxito en comidas familiares o en la fiesta del 4 de julio", Día de la Independencia.
Valores de los estadounidenses
Muy a menudo, naciones autoproclamadas socialistas o comunistas critican a sociedades capitalistas occidentales como la norteamericana, porque crean desigualdades económicas (como si en todas no ocurriera la mismo) y se refieren al consumismo como algo desdeñable y cuestionable, como si disfrutar de bienes y servicios fuera aborrecible para el ser humano.
La izquierda socialista “dibuja” a la sociedad estadounidense como un sistema carente de valores humanos, en la que la familia no tiene el mérito principal; una falacia que difunden con insistencia. Al igual que el resto de los países, EEUU tiene su propia idiosincrasia. Y en esa idiosincrasia, la enseñanza y la transmisión de principios a las nuevas generaciones ocupan un lugar preponderante.
Ese proceso de aprendizaje empieza en el hogar, refugio donde la familia inculca a sus hijos valores imprescindibles como la honestidad, la franqueza, la independencia, la responsabilidad, el optimismo, la generosidad y la ética; principios como el respeto a la privacidad, la democracia y la libertad, y cualidades tan importantes como la búsqueda del éxito personal.
En la labor de educar a la sociedad estadounidense del mañana, también entra la educación sexual, una temática que genera bastante polémica por las acciones de la izquierda, toda vez que "políticos y activistas izquierdistas plantean que los padres no saben cómo educar a sus hijos", de ahí que, según ellos, la educación "debe estar a cargo de las escuelas y los maestros", indica un reporte de Americano Media.
En ese contexto de enseñanza sexual prematura e indebida es que un grupo minoritario desea imponer sus propios parámetros. Se habla de hipersexualización, liberación sexual, teorías de género y otros asuntos relativos que no deberían ocupar en absoluto las mentes infantiles. Algunos estados como Florida (FL), por ejemplo, han aprobado medidas en contra de esas acciones deliberadas e inescrupulosas.
Según la misma fuente, "decenas de libros han sido retirados de las escuelas de Florida por contener material pornográfico [e] imágenes de relaciones sexuales explícitas, incluyendo sexo entre homosexuales y teorías Queer", una situación preocupante que ha alertado "a los padres y legisladores republicanos" del estado.
Ahora, ¿por qué ese tipo de contenido ha llegado a las escuelas de todo el país? El motivo obedecería a la forma de actuar de las teorías totalitarias, que "siempre han entendido que los niños son fundamentales para el éxito de sus proyectos a largo plazo".
Tal como indica Americano Media, "corromper a un hombre educado en valores y con costumbres ya establecidas es difícil, pero dañar a un niño y volverlo militante furioso de una teoría irracional, es fácil". Sin ir más lejos, "desde sus inicios, la teoría marxista planteó que los niños no eran de los padres. Para ellos, [los seguidores de esa doctrina], los niños pertenecen al Estado".
Básicamente, "lo que estas personas impulsan es arrebatar por completo la autoridad de los padres, de modo que los niños puedan, incluso, hacer procesos hormonales de "cambio de género" sin que sus padres se enteren", puntualiza la misma nota.
El artículo “¿Cuáles son los valores estadounidenses?”, publicado por USAHello.org, enfatiza en que las familias norteamericanas enseñan a los hijos a ser sinceros y directos. Una persona resuelta es visto como algo positivo. Igualmente, "los estadounidenses están muy orgullosos de ser autosuficientes, de ser capaces de cuidar de sí mismos y tienden a pensar que el resto también debería serlo", remarca la nota.
Ser responsables, generosos y optimistas es fundamental para nosotros, de ahí que los padres (o figuras con ese rol), procuremos que nuestra descendencia haga suyas esas cualidades, además del respeto por el tiempo, el espacio y el trabajo. ¿Qué decir del apego al sistema democrático estadounidense y la garantía de las libertades? Que son inculcados con vehemencia.
En Estados Unidos, los ciudadanos tienen el derecho de elegir a nuestros líderes sin que estos se conviertan en dictadores. En EEUU somos libres para pensar y actuar según los principios, ideas, convicciones y metas personales o profesionales.
Por añadidura, alcanzar el llamado sueño americano significa que alguien pueda lograr grandes objetivos: una vida próspera fruto del éxito laboral o profesional mediante el acceso a las oportunidades; labrarse un mejor porvenir individual y para su familia.
En EEUU se estimula la eficiencia y la competitividad entre todos a través del esfuerzo y el trabajo. Básicamente, se entiende que buscar el triunfo personal y el bienestar material representan engrandecer la familia y desarrollar la sociedad.
Sobre los bienes materiales, y contrario a lo que piensan los comunistas o socialistas, los ciudadanos no se postran ante los pies del consumo, sino que trabajan en función de sus necesidades para luego ser compensadas y premiadas. O sea, primero crear y producir para luego poder disfrutar de los beneficios. Y eso también se lo enseña la gran mayoría de los padres estadounidenses a sus hijos.
En países acogidos a la doctrina socialista, el propio sistema divide a la familia. El mismo sistema utiliza a esta "institución universal" para su conveniencia, dividiéndola y poniéndola en función del Estado. Eso es precisamente lo que pretenden hacer los izquierdistas en EEUU, como una especie de chantaje permanente del que (casi) nadie pueda librarse.
Con sus desatinados conceptos de colectividad bajo el brazo, dictaduras socialistas, como Cuba, advierten que la familia es una suerte de aldea global, donde la gente vive “con todos y para el bien de todos”. Sin embargo, detrás de esa cacareada “unidad” e “igualdad”, es donde afloran sus principales defectos, entre ellos la división y el odio visceral a la individualidad y al éxito de la empresa privada.
Con el deterioro de un sistema luego de desarrollarse se cae a pedazos año tras año, también se hunden los más elementales valores humanos. Así, en la isla caribeña, la población “lucha” o “resuelve” su supervivenciar mediante el robo, la malversación y la dependencia de un mercado negro que sustenta los hogares en medio del abismal fracaso de esa ideología y sistema económico disfuncional.
La generación que hoy pasa de los 40, 50 y 60 años, que un día soñó vivir en un país libre y que premiara el esfuerzo individual, se vio envuelta en la frustración, el desaliento al trabajo y la extrema miseria en sentido general. Mientras el discurso oficial se hizo cada vez más dogmático, retrógrado, indignante y falso, el aclamado “bien de todos” se convirtió automáticamente en el “sálvese quien pueda”.
En sociedades como esa, la gente vive en un letargo alimentado por una élite corrupta en el poder, que mantiene a la población a la espera eterna de lo inalcanzable y con la esperanza de que todo va a cambiar para el bien de todos, cuando en realidad se desmorona desde su idílica base. Sólo lograr alimentarse, se torna un lujo. Sin embargo, gran parte se resigna a creer que las cosas mejorarán o simplemente se adaptan “a lo que venga” y la sangre joven, que emprendería el verdadero cambio, es adoctrinada desde el seno familiar hasta el sistema público de enseñanza.
Con el pretexto de lo que presuntamente persigue el socialismo: la abolición de la propiedad para instaurar la distribución social de las riquezas, los regímenes con este sistema mantienen el control absoluto de las instituciones y la población mediante la falsa esperanza, por una parte, y el llamado "terrorismo de estado", por la otra; un concepto que sintetiza la férrea persecución, vigilancia y represión del pueblo junto al ataque inmediato a todo lo que indique cambio drástico y oposición.
Debido a que los medios de producción son públicos y los servicios básicos (educación y salud) son supuestamente “gratis”, lo menos que puede hacer la gente es asentir, cumplir, resistir y estar de acuerdo con absolutamente todo. De ahí que la famosa bondad socialista impone el sello de la esclavitud espiritual y material.
Más que integrar una familia como núcleo central de la sociedad a través de la educación tradicional, en el socialismo los hijos son un préstamo del Estado que regula y controla todo. Representa el pago al Estado por el “beneficio” entregado.
Un claro ejemplo de lo anterior son las Escuelas Secundarias Básicas y preuniversitarias en el Campo, las Brigadas Estudiantiles de Trabajo y las Brigadas Universitarias de Trabajo Social, específicamente creadas en Cuba para “combinar” la educación con el trabajo y luego formar parte del control gubernamental de la sociedad.
Ni siquiera los más pequeños escapan a ese movimiento de adoctrinación al trabajo esclavo y "voluntario" al servicio de una idelogía, con la implementación de las Fuerzas de Acción Pioneril. Y ni hablar de las escuelas al campo, que desde la década de 1960 y1970 separaron a miles de adolescentes de sus padres.
En todos esos modelos de "inserción laboral" para niños y jóvenes, el trabajo estaba orientado a la preparación de tierras para el cultivo, la siembra o recogida de viandas, hortalizas, frutas y granos, y, muy especialmente, a la cosecha de productos destinados a la exportación, como el tabaco y el café.
Naturalmente, el trabajo desempeñado por los menores también rendía frutos en los campos de caña, materia prima del azúcar que, durante décadas, fuera el principal renglón exportable del país. Como era de esperarse, la revolución cubana le sacó el máximo provecho a ese trabajo no remunerado, hasta que todos esos experimentos cayeron por su propio peso.
De lo que sucedía a puertas cerradas en aquellas escuelas y albergues, escasamente vigilados por maestros irresponsables, sería muy extenso abordar. Quienes tuvieron la amarga experiencia de pasar por ellos, quienes a muy corta edad tuvieron que madrugar, pasar frío, atravesar ríos (incluso crecidos), subir y bajar montañas para cumplir con las obligaciones dictadas por el régimen, comprenden muy bien estas referencias.
Como también lo saben sus padres, quienes no tenían más opción que visitarlos cada domingo o cada 15 días, para poder verlos reclutados por el gobierno y llevarles algo decente para comer. De nada valieron las quejas y lamentos de entonces por tratar de eliminar esa incomprensible práctica. Sencillamente, el sistema tenía que continuar y cumplir las orientaciones dictadas por el Partido Comunista y el timón supremo: la dinastía de los Castro.
De lo que pretendió lograrse al resultado final, toda prueba fue un total fracaso, desde la creación del “hombre nuevo” hasta los logros prometidos de la revolución socialista frente al "descalabro" capitalista. Las nuevas generaciones, hartas de ver a sus padres soportar las vejaciones, calumnias y estricto control del régimen, no encontraron otra salida que escapar a los ideales que tuvieron sus progenitores o sus abuelos, o huir en busca de la libertad. La inmensa mayoría lo ha hecho a EEUU, pero en casi todos los rincones del mundo hay un cubano víctima de la desidia socialista y de la división familiar.
Estados Unidos de América, el histórico enemigo acérrimo de la isla, el tildado "imperialismo yanqui" y enunciado como el principal “culpable” de todos los males de Cuba", ha dado cobijo y oportunidades a millones de cubanos, muchos de ellos hoy en puestos importantes de gobiernos locales, estatales y del mando federal estadounidense. Un lugar donde la familia es el eje central de la sociedad y donde el trabajo es fuente de remuneración y superación bajo una democracia.
Establecida bajo sólidos conceptos familiares, la sociedad norteamericana entiende, protege y acoge a millones de ciudadanos afectados por regímenes tiránicos en todo el mundo para que vivan en libertad y democracia. Así como los estadounidenses velan porque sus hijos tengan un futuro luminoso, también comprenden que los jóvenes del futuro puedan -igual a ellos- ser formadores de nuevas familias y nuevas generaciones, pero con los valores tradicionales conservadores y culturales que hicieron que EEUU se convirtiera en la primera potencia mundial y un ejemplo de democracia para el resto de las naciones.
El Dr. Rafael Marrero es un multipremiado economista egresado de las prestigiosas universidades de Stanford y Cornell. Empresario, consultor, comentarista de noticias, autor del bestseller de Amazon "América 2.0: la guerra de independencia de EE. UU. contra China", y presentador del podcast “La amenaza china”, top ranked en países de cuatro continentes, según Apple Podcasts.
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