
¿Por qué la izquierda intenta borrar de la historia de los pueblos los aportes del cristianismo, en especial, de la tradición católica, a la construcción de su identidad?
En el juicio público efectuado en la Ciudad Deportiva, que fue televisado y en el que apenas le permitieron hablar, el coronel Sosa Blanco, acusado de crímenes de guerra durante la lucha contra la insurgencia, preguntó: “¿Qué es esto, el circo romano?”
Autores29/01/2024 Luis CinoLos mandamases de la continuidad castrista están siempre prestos a derrochar en congresos buenos para nada, conferencias propagandísticas y otras payasadas, el dinero y los recursos que escatiman para alimentos y medicinas para el pueblo. Ahora volvieron a hacer de las suyas con la Nueva Operación Verdad, un foro internacional de periodistas para conmemorar los 65 años de la Operación Verdad, nombre dado por Fidel Castro a la campaña de prensa que organizó en enero de 1959 para intentar contrarrestar el escándalo internacional provocado por los fusilamientos de cientos de militares y policías del régimen de Batista.
En el foro, que se efectuó en La Habana los días 21 y 22 de enero, y al que asistió el gobernante Miguel Díaz-Canel, participaron 65 periodistas —más bien propagandistas y panfleteros incondicionales del castrismo— de 30 países. En su discurso, el mandatario calificó la Operación Verdad como “un episodio realmente deslumbrante de la Revolución Cubana”.
Varias fuentes estiman que solo entre enero y abril de 1959 fueron fusilados 550 prisioneros. Acusados de crímenes de lesa humanidad, se les juzgó sumarísimamente sin la posibilidad de una defensa justa; en muchos casos, con insuficientes pruebas incriminatorias.
En el juicio público efectuado en la Ciudad Deportiva, que fue televisado y en el que apenas le permitieron hablar, el coronel Sosa Blanco, acusado de crímenes de guerra durante la lucha contra la insurgencia, preguntó: “¿Qué es esto, el circo romano?”
Para llevar a cabo aquel baño de sangre, reminiscente del terror jacobino, en un país cuya legislación no contemplaba la pena de muerte, el régimen revolucionario fomentó un estado de histeria vengativa contra los represores del régimen derrocado (recordemos la exagerada cifra de “los 20.000 muertos de la tiranía”, inventada por el periodista Enrique de la Osa y Francisco Quevedo, el director de la revista Bohemia).
Mientras multitudes frenéticas gritaban ¡paredón!, los pelotones fusilaban a diestra y siniestra. Primero cayeron los criminales de guerra y a los torturadores. Luego, fueron por cualquier militar, policía o funcionario del régimen de Batista que se les antojara. Bastaba que fuera incluido en la lista negra de la Comisión Depuradora.
No tardarían en empezar a fusilar a cualquiera que se opusiera al régimen. Incluso a los que habían participado en la insurrección contra Batista. Tales fueron los casos de los comandantes Jesús Carreras y William Morgan, del Segundo Frente del Escambray, y de Humberto Sorí Marín, que había sido uno de los creadores de los llamados Tribunales Revolucionarios.
Para justificar sus argumentos, Fidel Castro, que se pintaba como víctima de una conjura internacional —no dijo “mediática” porque aún no se empleaba ese término— lanzó la Operación Verdad, para la que recabó el concurso de 400 periodistas, entre ellos algunas de las mejores plumas del periodismo nacional y latinoamericano. Con ellos, agasajándolos y pagándoles bien, conformaría unos meses después la agencia Prensa Latina, que resultaría un arma de la propaganda castrista en Latinoamérica.
A propósito, Gabriel García Márquez fue uno de los periodistas invitados por el régimen castrista para participar en la Operación Verdad en enero de 1959 y posteriormente integrarse a Prensa Latina. Pero García Márquez y su compatriota Plinio Apuleyo, que lo acompañó, quedaron muy desfavorablemente impresionados cuando presenciaron el juicio al coronel Sosa Blanco y tuvieron que concederle la razón al acusado cuando comparó aquel juicio con el circo romano.
Cuando la esposa de Sosa Blanco, llevando a sus mellizas de doce años, acudió al hotel Riviera, donde se alojaban los dos periodistas colombianos, para pedirles que firmaran la carta donde pedía conmutaran la pena de muerte de su esposo, García Márquez y Plinio Apuleyo no dudaron en dar sus firmas, aunque sabían que la carta sería infructuosa.
Publicado originalmente en Cubanet. Luis Cino Álvarez reside en Arroyo Naranjo, Cuba, y a pesar de la represión desde 1998 ejerce el periodismo independiente. Entre 2002 y la Primavera Negra de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Es colaborador de CubaNet desde hace 20 años. Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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Es tan torpe el régimen tardo-castrista que quiere vender, no solo al mundo exterior, sino a los propios cubanos en medio de su cotidianidad dolorosa, la imagen de un país muy diferente al real
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