Ha dicho que el legado que más le enorgullecerá dejar es ser “pacifista y unificador”. No hay razones para no creerle. En su primer periodo, entre 2016 y 2020, no inició guerra alguna, por lo que no hay antecedentes para suponer que miente ahora
Quién es Evo Morales, el carnicero de Chapare
Masacre del Hotel Las Américas: 16 de abril del año 2009, Bolivia amanecía con la noticia de un intercambio de disparos entre los cuerpos de élite de la Policía Nacional y una cédula terrorista conformada por varios extranjeros
Autores05 de junio de 2024 Hugo BalderramaSobre Evo Morales existe una enorme contradicción entre lo que dicen sus biógrafos y lo que revela el propio rufián cocalero.
Por ejemplo, sus halagadores del progresismo argentino lo describen como un hombre de elevadas capacidades intelectuales y grandes talentos artísticos. Sin embargo, los acercamientos de Evo con el arte se reducen a tocar la trompeta en la Banda Real Imperial, agrupación cuya capacidad musical no supera el bullicio callejero en las típicas chapucerías del carnaval de Oruro, nada muy diferente a una murga o una barra de fútbol.
Pero mientras sus panegiristas gastaban ríos de tintan inventando talentos, el propio cocalero confesó que su progenitor sobornó al profesor para evitar una reprobación de grado. Sus palabras textuales fueron: «Evito igual vas a estar con tus compañeros. Ya estaba inscrito a octavo sin hacer séptimo. Ha costado un cordero para hacerme saltar un curso».
No obstante, las muestras de incultura e ignorancia no terminan ahí. El año 2013, con motivo de la firma de un decreto que reducía los impuestos a la comercialización de libros, dijo, literalmente: «Yo tengo ese problema. No me gusta leer».
En resumen, Evo no es un hombre de libros ni dotes artísticos, su verdadero talento es la capacidad de organizar actos terroristas y delictivos. De hecho, bloqueando caminos y destrozando la economía de Bolivia fue como llegó a la presidencia el año 2005, aunque no podemos olvidar la ayuda que le brindó Carlos Mesa en octubre 2003.
Empero, en este artículo nos concentraremos en La Masacre del Hotel Las Américas.
Un 16 de abril del año 2009, Bolivia amanecía con la noticia de un intercambio de disparos entre los cuerpos de élite de la Policía Nacional y una cédula terrorista conformada por varios extranjeros.
Como resultado del enfrentamiento habrían caído acribillados el húngaro boliviano Eduardo Rozsa Flores, el rumano Árpad Magyarosi y el irlandés Michael Dwyer, mientras que el boliviano-croata Mario Tadic y el húngaro Elod Toaso fueron llevados detenidos a la ciudad de La Paz.
Evo, que ese día se encontraba en Venezuela, confesó a sus jefes (Hugo Chávez y Raúl Castro) que él ordenó el operativo para, en sus palabras, «proteger la patria» de los intereses separatistas de la oligarquía cruceña y, al mismo tiempo, detener un intento de magnicidio.
No obstante, a los pocos días, el gobierno empezó a lanzar versiones contradictorias, pues pasaron de acusar a los fallecidos de haber recibido con tiros a los policías a asumir que fueron los uniformados que usaron explosivos, algo que contó en una entrevista en televisión el comandante nacional de policía Víctor Hugo Escobar.
Luego, las pericias concluyeron que los fallecidos fueron ejecutados sin que hayan disparado ni un cartucho. En su libro, Masacre del hotel Las Américas, Emilio Martínez, afirma:
“Lejos de ser el «asalto en flagrancia» que esgrime el gobierno, el accionar en el Hotel Las Américas fue una operación de precisión, al mejor estilo cubano. El circuito de cámaras de vigilancia fue anulado y alguien accedió al sistema informático del hotel, borrando las grabaciones desde el martes 14, día en que los extranjeros llegaron al hotel. También eliminaron los registros de Internet, todo sin orden judicial”.
En síntesis, los policías actuaron como meros gatilleros de un cártel, pero no como oficiales del orden y guardianes de las leyes.
En un desesperado intento de consolidar su narrativa, el gobierno usó hasta fotografías de Facebook de un club de airsoft para acusar a los jóvenes cruceños de recibir entrenamiento del grupo «terrorista» recién eliminado.
Lo cierto es que el cocalero se salió con la suya, pues se descabezó al movimiento cívico cruceño y se encerró por varios años a sus más importantes líderes, entre ellos, Zvonko Matkovic.
La gestión de Jeanine Añez cerró el caso y permitió que los injustamente acusados recuperen su libertad.
El año 2022, ya en la gestión de Arce Catacora y en los comienzos de la disputa interna del Movimiento Al Socialismo, se filtró el informe de la CIDH que señalaba que el Estado cometió ejecuciones extrajudiciales y torturas, además que abusó de la figura de la detención preventiva.
Tuvieron que pasar dos años más para que la fiscalía abra un caso de investigación sobre las ejecuciones extrajudiciales, por obvias razones, Evo Morales y García Linera serían los principales investigados. Evo, en una clara muestra de nerviosismo, primero dijo que no se presentaría ante la justicia, luego acusó a García Linera de ser el responsable, ya que él se encontraba de viaje el día del operativo.
¿Será el fin del reinado del terror de Evo y sus secuaces?
No lo sabemos, pero tampoco debe alegrarnos, pues todo responde a una batalla entre dos facciones delictivas que pretenden quedarse con el botín del Estado y el dominio de la economía del crimen.
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Me tocará desaparecer pero donde quiera que esté sabré qué pasa y estaré al tanto. Estaré lejos pero siempre cerca. Afuera pero siempre adentro...