
En Cuba o fuera de ella, no conseguimos librarnos del influjo de Fidel Castro. Fungimos de víctimas o victimarios, de adversarios o cómplices, de delatores y delatados...
Ese derrotismo afecta nuestra autoestima nacional y favorece a la dictadura
CubaLibre13 de octubre de 2024 Luis CinoUna muestra del derrotismo fatalista que reina hoy entre la mayoría de los cubanos es su opinión sobre los sucesos en Venezuela a más de un mes y medio del robo de las elecciones del 28 de julio.
Debido, en gran parte, a la manipulación y las mentiras de la prensa oficialista y Telesur, muchos de quienes tenían grandes expectativas sobre el fin del régimen de Nicolás Maduro y la reinstauración de la democracia, hoy descartan que la presión internacional sobre Maduro vaya a funcionar y dan por consumada la perpetuación de la dictadura chavista.
Hay cubanos en el exterior que critican a la oposición venezolana por haber concurrido a las elecciones, cuestionan en duros términos el liderazgo de María Corina Machado y, como si olvidaran que ellos mismos tuvieron que optar por el exilio, critican a Edmundo González Urrutia por haberse asilado en España.
Más de 65 años de dictadura han conseguido infundir a la mayoría de los cubanos, dentro y fuera de la Isla, una resignación fatalista y paralizante ante los males que nos aquejan y que a menudo impiden percibir los hechos con claridad.
Ese derrotismo afecta nuestra autoestima nacional y favorece a la dictadura.
Aunque se quejen de las privaciones y la vida miserable que llevan y sin perspectivas de mejoramiento, acaban dándose por vencidos, resignándose. Una actitud que se aviene a la perfección con la cínica e inmovilista aseveración de que “esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe”. Una frase que invita a la inacción y la apatía, al “no hay nada que hacer”.
La inmensa mayoría de la población, hambreada y al borde de la indigencia por las disparatadas políticas económicas que, a partir de la Tarea Ordenamiento, han provocado una galopante inflación, hace mucho tiempo que no cree en los dirigentes del régimen ni los respeta: solo les temen. Y no es para menos, si se tiene en cuenta las largas condenas de cárcel impuestas a varios centenares de personas, partir de las protestas de los días 11 y 12 de julio de 2021 (11J), en virtud de las leyes draconianas cada vez más reforzadas de un código penal que parece copiado del nazismo.
La mayoría de la población está en contra del régimen, lo rechaza, pero no ve otra opción. Aunque por momentos les parezca que el régimen está en fase terminal, se muestra escéptica ante la posibilidad de un cambio, y rumiando su impotencia y desesperación, sigue soportando las imposiciones y abusos de los mandamases.
De los tan cacareados “logros de la revolución”, hoy solo quedan ripios y rastrojos, como evidencian las cada vez más maltrechas salud y educación, debido al mezquino capitalismo de estado de compinches instaurado por el régimen de la continuidad, que del socialismo solo mantiene la retórica y el discurso. Pero la perversa desinformación a la que han estado sometidas varias generaciones de cubanos y el miedo a la represión —que sigue siendo lo que mejor sabe hacer el régimen— hacen ver los males que padecemos como inexorables, como si de ellos no se pudiera escapar ni hubiese otra alternativa que no fuese la de emigrar a como dé lugar.
Y muchos cubanos ni siquiera en el exterior se sienten a salvo. Son esos que aseguran que emigraron por razones económicas, no políticas, y que temen posicionarse públicamente en contra del castrismo por temor a que, como castigo, les impidan visitar a sus familias en Cuba. Así, tienen que resignarse al chantaje al que los somete el régimen usando a sus familiares como rehenes, y a ser contribuyentes de las arcas del estado castrista, mediante el dinero que gastan en sus viajes y el envío de remesas, paquetes y recargas telefónicas.
Publicado originalmente en Cubanet.
En Cuba o fuera de ella, no conseguimos librarnos del influjo de Fidel Castro. Fungimos de víctimas o victimarios, de adversarios o cómplices, de delatores y delatados...
E innumerables poetas han optado por el insilio, desde Dulce María Loynaz, que no ocultando su rechazo al régimen comunista, se encerró en su mansión durante décadas, hasta Rogelio Fabio Hurtado y Rafael Alcides, negados a publicar sus libros con tal de no dejarse manipular por los comisarios culturales del castrismo
Desde la independencia, todos los políticos cubanos, de todas las banderías y signos ideológicos, tanto en el poder como en la oposición, han echado mano de Martí, intentando apropiárselo y proclamando ser los continuadores de su ideario
Y para colmo, en medio de un nada propicio escenario internacional, se le viene encima en unas semanas, la administración Trump, con el cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, que ha prometido arreciarar las sanciones.
Los inspectores, chantajeando y extorsionando a los dueños de los negocios, ¿van a terminar con la corrupción? ¿Estarán interesados en acabarla los burócratas atrincherados en los ministerios?
¡Allá él si ya se resignó a las crecientes desigualdades en la sociedad cubana! La gran mayoría de los que escribimos en CubaNet vivimos en Cuba y sufrimos a diario las desigualdades, escaseces y demás consecuencias catastróficas de la continuidad post-fidelista
En 1884, a propósito de un notable ensayo del filósofo inglés Herbert Spencer, Martí escribió el artículo “La Futura esclavitud” que publicó en Nueva York. Nos dice muy muy claramente cual es su pensamiento acerca del socialismo, comunismo o colectivismo
Es una pena que mientras las naciones del mundo, incluida una gran parte de África, está buscando como mejorar la competitividad de sus economías, nuestros países todavía sigan de rehenes de una recua de hampones
Las órdenes escritas en Nueva York fueron enviadas por Gonzalo de Quesada desde Key West a La Habana a Juan Gualberto Gómez, quien debía darles curso. Pocos días después Juan Gualberto Gómez ponía el cable convenido, y fijaba la fecha del 24 de febrero para el alzamiento
No había un solo asesor principal de Clinton que apoyaba las sanciones contra la dictadura cubana, y Clinton pronto comenzó una serie de "obsequios" unilaterales a Castro, ocultos en el lenguaje de la política de "pueblo a pueblo". En consecuencia, me enfoqué en la necesidad de quitarle el embargo al Presidente de Estados Unidos y ponerlo dentro de los parámetros de la ley de Estados Unidos a través de legislación
La primera vez que escuché su nombre fue en los medios de comunicación del régimen de La Habana, controlados por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Lincoln fue muy odiado por Fidel Castro y sus acólitos