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El exagerado secretismo oficial y la opacidad de los medios estatales son los culpables de la existencia de “las bolas”, y de que estas proliferen, rueden y crezcan cual si fueran de nieve
CubaLibre20/03/2025 Luis CinoEl Noticiero de Televisión "desmintió" el mes pasado los siniestros rumores que circulaban en las redes sociales y en las calles, de boca en boca, acerca de secuestros de niños por una pandilla de traficantes de órganos o de drogas. Además, funcionarios gubernamentales advirtieron que procesarán judicialmente a los responsables de la propalación de dichas bolas en las redes sociales.
En los últimos dos años, pese a que cada vez son más los casos que se conocen de asaltos, robos, violaciones y asesinatos (a veces atroces), el Ministerio del Interior y la Fiscalía, a través de los medios oficialistas, se empeñan en negar que hay un aumento del delito y la violencia y alegan que lo que ocurre es que “ahora los hechos delictivos tienen más visibilidad debido a las redes sociales”.
El régimen, a través de los medios informativos a su servicio, lleva décadas – y principalmente después que hubo acceso en el país a Internet- desmintiendo y negando rumores (“las bolas”, como le decimos los cubanos a los bulos). Incluso, desde hace unos años, hay un espacio televisivo, cuyo conductor, Michel Torres Corona, define como “el programa de la contra-propaganda comunista”, para, siempre a la defensiva, y con un tono entre cínico y desenfadado, contrarrestar las informaciones adversas al régimen aparecidas en las redes sociales.
Pero los desmentidos oficiales pocas veces convencen. Por muy disparatado o truculento que sea el rumor desmentido, en el mejor de los casos, son muchos los que consideran que “cuando el río suena es porque piedras trae”. Y es que los medios oficialistas cada vez tienen menos credibilidad, debido a sus manipulaciones, medias verdades y el tono triunfalista, a pesar de todos los desastres que invariablemente tratan de minimizar y justificar.
El exagerado secretismo oficial y la opacidad de los medios estatales son los culpables de la existencia de “las bolas”, y de que estas proliferen, rueden y crezcan cual si fueran de nieve.
El régimen, aunque a veces es el que riega determinadas bolas para crear atmósferas favorables a sus intereses o a manera de globos de ensayo para que sus informantes recojan los estados de ánimo de la población, culpa siempre de los rumores y las fake news a “la contrarrevolución” y los servicios de inteligencia norteamericanos, y aseguran que es parte de una “guerra mediática contra Cuba” cuyo objetivo es que la población se enerve, entre en pánico y se soliviante.
Lo cierto es que en Cuba, si “pasa algo”, como primero nos enteramos es por “las bolas”, que por muy exageradas que sean, casi siempre tienen algo de verdad. Los medios oficialistas informan, si lo hacen, cuando ya no les queda otro remedio y son autorizados por el régimen a dar su versión del asunto, para atajar la bola. Generalmente, ya es tarde para evitar que se disparen nuevos rumores, aún los más absurdos.
Esto se evitaría si el periodismo independiente pudiera desarrollar su trabajo en condiciones normales, coexistiendo con la prensa oficial. Pero los periodistas independientes son constantemente hostigados y reprimidos por el régimen, que no ceja en sus intentos de silenciarlos.
Las bolas, que llenan el vacío que crea la censura y la falta de información, son tan antiguas como el régimen castrista. La más truculenta fue la que a inicios de la década de 1960 aseguraba que iban a quitar la patria potestad a los padres para enviar los niños a la Unión Soviética para adoctrinarlos (o hacer carne enlatada con ellos, según se llegó a decir), lo que ocasionó la Operación Peter Pan.
Lejos de disminuir, cada vez hay más bolas y más grandes, sobre todo las relativas al desabastecimiento o los precios, que, como las de los delitos, casi siempre resultan ser ciertas. Pero también las hay, y a menudo también tienen algo de cierto, sobre destituciones de funcionarios, enfermedad o muerte de altos dirigentes, escándalos dentro de la elite, asesinos en serie, pandillas, tráfico de drogas. Y como no, sobre clarias asesinas, cocodrilos en el río Almendares y otros monstruos fluviales, epidemias, trombas marinas, tornados, OVNIS, curanderos milagrosos, fenómenos sobrenaturales, etc.
Los cubanos somos exagerados y nos entretiene el chisme. Es un defecto nacional. Y el secretismo oficial agrava el asunto. Para los mandamases, todo es secreto de estado, pero a los cubanos los secretos nos dan urticaria. Entonces lo que no lo sabemos, lo imaginamos. O lo inventamos.
En la prensa oficial no hay crónica roja. Cual si Cuba fuera el mejor de los mundos, como si en esta sociedad no existieran asaltantes, violadores, sicópatas y nadie se suicidara ni matara. Pero sucede que en Cuba ocurren cosas malas y peores. Y siempre nos enteramos de todo. O casi todo. Sólo que con las distorsiones y exageraciones de los que juran ser testigos de los hechos o “saberlo de buena tinta”.
Publicado originalmente en Cubanet.
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