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A fuerza de hambre y apagones, no se cansan de repetir, ante la situación desastrosa que vive Cuba, que “con Fidel estas cosas no pasaban”
CubaLibre25 de octubre de 2024 Luis CinoEn los últimos años, escucho a muchas personas que eran acérrimas partidarias del régimen hasta no hace mucho, confesar que están desencantados y que “esto ya no es la revolución de Fidel”.
Desmerengados –como los llamaría su idolatrado Comandante– a fuerza de hambre y apagones, no se cansan de repetir, ante la situación desastrosa que vive Cuba luego del fracaso del reordenamiento económico iniciado por el régimen en plena pandemia, que “con Fidel estas cosas no pasaban”.
Aun así, por no dar su brazo a torcer al reconocer que se consagraron a una causa fallida, siguen buscando justificaciones a los fracasos y culpando de todo al bloqueo norteamericano.
Desean que la actual dirigencia “sacuda la mata”, como hace décadas pensaban que era necesario que hiciera Fidel Castro, que según suponían, no se enteraba de lo que andaba mal en el país, y cuando se enteraba, enseguida lo resolvía.
Esos devotos fidelistas, generalmente ancianos, no acaban de entender que si “estas cosas” no pasaban –escaseces y apagones siempre hubo, pero no como hoy– en los tiempos de Fidel Castro, no fue tanto porque el Comandante fuera más inteligente y capaz que sus continuadores, sino porque durante los 47 años que gobernó, vivió prendido de la teta soviética primero y luego de la del régimen de Hugo Chávez, lo que le posibilitó la realización de lo que llamaba “los logros de la revolución” y hasta el financiamiento de delirantes empeños faraónicos.
De los “logros de la revolución”, hoy solo quedan ripios, como evidencian las cada vez más maltrechas salud y educación, debido al desembozadamente mezquino capitalismo de estado de compinches oligarcas instaurado por el régimen de la continuidad.
Los que gobiernan hoy son la continuidad del modelo que diseñara Fidel Castro. Hoy chapoteamos y nos ahogamos en los lodos que trajeron los chaparrones del régimen instaurado en 1959.
Los sucesores recogieron los resultados de disparates del dictador como fueron la Ofensiva Revolucionaria de 1968 y el desmantelamiento de decenas de centrales azucareros, por solo citar dos de los más dañinos.
Aferrados al poder, negados a las reformas por temor a perderlo, no saben cómo enmendar los desastres que heredaron sin desligarse del “legado de Fidel”, aunque continuamente, por mucho que lo exalten, lo contradigan.
Díaz-Canel y sus ministros, con su desconexión de la realidad y sus consignas triunfalistas, han demostrado ser el más inepto y desastroso equipo de gobierno de la historia de Cuba. Pero aunque fueran lumbreras, nada podrán hacer para sacar a Cuba del atolladero mientras sigan testarudos y soberbios, aferrados a los mismos métodos del partido único y la economía planificada por un Estado monopolista y burocrático que da la espalda a las realidades del mercado, la economía y la naturaleza humana.
El socialismo marxista-leninista, desde 1917 hasta hoy, no ha funcionado en ningún país donde se implantó. Aun así, todavía hay quienes se niegan a aceptar esa realidad y creen que el socialismo cubano, calcado del soviético con ligeras variaciones, es perfectible.
Hace unos días, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla aseguró a la revista Newsweek que el gobierno que representa cuenta con “un consenso social mayoritario”. Pero los mandamases saben que no es verdad.
Al régimen solo le va quedando el apoyo de una élite de pirañas privilegiadas. Y también de los cada vez más escasos ancianitos que, a pesar de sus penurias, por inercia, por costumbre, porque no conciben otra vida que la que conocieron, dicen defender lo que va quedando de “la revolución de Fidel”.
Solo que su fe, que era inconmovible, ya va precisando de milagros. Y los mandamases de la continuidad, que no son capaces siquiera de garantizar el abasto de agua a la población, ¿qué van a poder convertirla en vino?
Publicado originalmente en Cubanet.
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