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Pese a haber asegurado “no los queremos, que se vayan”, Fidel Castro, desató un vengativo carnaval de infamia y vileza contra los que se iban...
Historia29/04/2024 Luis CinoEl 15 de abril de 1980, con el anuncio de Fidel Castro de que permitiría que cubanos radicados en los Estados Unidos pudieran venir en embarcaciones al puerto de Mariel, al oeste de La Habana, a recoger a sus familiares y amigos que quisieran irse de Cuba, se inició el llamado Éxodo del Mariel.
Una movida similar había sido hecha por Fidel Castro quince años antes, el 28 de septiembre de 1965, cuando autorizó que se abriera el puerto de Camarioca, en la costa norte de Matanzas, para las embarcaciones que vinieran a Cuba a recoger personas que desearan irse a Estados Unidos.
En el caso del Mariel, fue una muy aviesa jugada de Fidel Castro. Le permitió salir del atolladero que representaban las casi 11.000 personas que aprovechando el retiro de la custodia de la embajada de Perú en La Habana —ordenado en una rabieta suya— habían buscado asilo en la sede diplomática y que, luego de semanas de hacinamiento y penurias, gradualmente y con salvoconductos, iban regresando a sus casas.
Adicionalmente, para contrarrestar el daño hecho a la imagen del régimen por los millares de cubanos desesperados por irse del país, Castro se propuso demostrar al mundo que aun contaba con el apoyo de la mayoría de la población y que quienes se oponían a su gobierno eran malhechores, rufianes, gente de baja catadura moral y pésima conducta social… “Escoria”, como los bautizó.
La condición que impuso el régimen a los exiliados que acudieran a Mariel fue que tenían que llevarse también en sus embarcaciones, además de las personas que traían relacionadas en sus listas, a “elementos antisociales”, que serían no solo los que se habían asilado en la embajada de Perú, sino también reos comunes que sacó de las cárceles o que hubieran estado presos, muchos de ellos peligrosos y con problemas mentales, y personas que estuvieran dispuestas a aceptar la humillación de presentarse ante la policía y declarar que eran putas, chulos u homosexuales (que en aquella época, para los castristas, eran casi lo mismo que delincuentes).
Pese a haber asegurado “no los queremos, no los necesitamos, que se vayan”, Fidel Castro, al llamar al “pueblo revolucionario” a tomar las calles y mostrar su indignación en los llamados “mítines de repudio”, desató un vengativo carnaval de infamia y vileza contra los que se iban.
Con protección policial, las turbas, alentadas por el régimen, sitiaban en sus casas, insultaban, golpeaban, apedreaban y lanzaban huevos contra las personas que esperaban la salida del país.
Por si no bastara con eso, en Mosquito, el sitio alambrado cercano a Mariel donde esperaban para abordar las atestadas embarcaciones que los conducirían a la Florida, tenían que soportar los vejámenes de los guardias y los tormentos del hambre y la sed.
Curiosamente, la “indignación de las masas revolucionarias” se aplacó de repente, tal y como había empezado, por indicación de Fidel Castro, luego de que se produjeran varias muertes (al menos tres) durante aquellos pogromos de inspiración maoísta que fueron los mítines de repudio.
El puerto de Mariel fue cerrado a las embarcaciones provenientes de Estados Unidos a finales de septiembre de 1980, tras negociaciones entre el régimen castrista y la administración del presidente James Carter.
La cantidad de personas que se fueron por Camarioca (poco más de 5.000, entre el 29 de septiembre y el 15 de noviembre de 1965) se quintuplicó en Mariel. Según cifras del Departamento de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior, en los cinco meses que duró el puente marítimo, de abril a septiembre de 1980, más de 125.000 cubanos salieron por Mariel hacia la Florida.
El régimen castrista volvería a jugar la carta del éxodo masivo por mar, como método para deshacerse de potenciales adversarios y sacar vapor a la olla antes de que explote, en agosto de 1994, con la llamada Crisis de los balseros, durante la cual 32.362 cubanos llegaron a los Estados Unidos.
Publicado originalmente en Cubanet. Luis Cino Álvarez reside en Arroyo Naranjo, Cuba, y a pesar de la represión desde 1998 ejerce el periodismo independiente. Entre 2002 y la Primavera Negra de 2003 perteneció al consejo de redacción de la revista De Cuba. Fue subdirector de Primavera Digital. Es colaborador de CubaNet desde hace 20 años. Trabajó como profesor de inglés, en la construcción y la agricultura. Sueña con poder dedicarse por entero y libre a escribir narrativa. Le apasionan los buenos libros, el mar, el jazz y los blues.
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