
En Cuba o fuera de ella, no conseguimos librarnos del influjo de Fidel Castro. Fungimos de víctimas o victimarios, de adversarios o cómplices, de delatores y delatados...
Los inspectores, chantajeando y extorsionando a los dueños de los negocios, ¿van a terminar con la corrupción? ¿Estarán interesados en acabarla los burócratas atrincherados en los ministerios?
CubaLibre25 de enero de 2025 Luis CinoEn los últimos días, en Parcelación Moderna, mi suburbano barrio en Arroyo Naranjo, donde habitualmente los vendedores, autorizados o no, campean por sus respetos, y de todo se puede conseguir siempre que se tenga dinero, bastante dinero, el comercio se ha paralizado casi por completo.
Y es que desde el pasado 2 de diciembre, en función del anunciado “Ejercicio contra el delito y las ilegalidades”, hay en la calle una jauría de inspectores prestos a imponer multas ―con motivos o sin ellos―, decomisar y ordenar el cierre de negocios.
En muchos establecimientos dicen que no abren hasta nuevo aviso. El pollo, la malanga, el queso blanco, el azúcar y el yogur han desaparecido, o están ocultos en espera de tiempos mejores.
No se ve a los revendedores de turnos y trasegadores de “balitas” en las larguísimas colas para comprar el gas licuado que no venía desde hacía más de un mes y que tenía a muchos cocinando con leña (con tantos apagones no se puede contar con las cocinas y ollas eléctricas chinas, que además son malas y se rompen con frecuencia).
Los borrachitos están desconsolados porque luego de que anunciaron el hallazgo por la Policía en San Miguel del Padrón de las cientos de botellas robadas en la ronera, se perdió el ron, y hasta la chispa-e-tren y el “salta pa’atrás”.
Y también escasean los cigarros: desaparecieron de las cafeterías y solo los venden, en algunas casas, con mucho misterio y cada vez más caros. Pueden costar entre 200 y 350 pesos, en dependencia de la calidad. “El químico es más barato”, comentan algunos muchachitos del barrio, que saben a quiénes acudir para conseguir la droga, y que si no pueden largarse del país, prefieren estar arrebatados, aunque se les achicharre el cerebro.
El gobernante y primer secretario del Partido Comunista, Miguel Díaz-Canel, aseguró que el “Ejercicio contra la delincuencia y las ilegalidades” iba dirigido contra “la evasión fiscal, las inadecuadas relaciones y distorsiones que pueden existir entre el sector estatal y el sector no estatal, todo lo que afecta la tranquilidad ciudadana, y contra los precios abusivos y especulativos”. Pero todos sabemos que tras este 7 de diciembre, cuando concluyó, las aguas volverán a su nivel y todo seguirá igual o peor.
Los inspectores, chantajeando y extorsionando a los dueños de los negocios, ¿van a terminar con la corrupción? ¿Estarán interesados en acabarla los burócratas atrincherados en los ministerios?
La corrupción en la sociedad cubana, a todos los niveles, desde las cuarterías y las villas-miseria hasta las gerencias y oficinas de los ministerios, es incurable. Los intentos de atajar la corrupción lo que hacen es aumentarla. La miseria obliga a buscar modos, los que sean, de sobrevivir. En este desmadre, todo vale. Al diablo la ley, si en Cuba todo lo que no está prohibido, es ilegal. Y olvídense de la moral: con tanta doble moral, se acabó por no tener absolutamente ninguna. Empezando por los mandamases y sus descendientes.
Lo único que consigue el régimen con su cruzada contra lo que considera ilegalidades, las medidas coercitivas y el estrangulamiento monopólico por el Estado de los negocios privados ―entre topes de precios y otras regulaciones, acaban de prohibir a las mipymes el comercio mayorista si no es a través de empresas estatales― es hacer más onerosa y difícil la subsistencia de la mayoría de los cubanos.
Tal vez piensen los mandamases que la miseria es un modo de mantener la disciplina y el control social, para que la gente solo piense en qué va a comer mañana. Pero eso es algo peligroso. Están exagerando. Y al paso que vamos ―con tanta hambre, ya va siendo cuestión de vida o muerte― inevitablemente les va a reventar.
Publicado en Cubanet.
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E innumerables poetas han optado por el insilio, desde Dulce María Loynaz, que no ocultando su rechazo al régimen comunista, se encerró en su mansión durante décadas, hasta Rogelio Fabio Hurtado y Rafael Alcides, negados a publicar sus libros con tal de no dejarse manipular por los comisarios culturales del castrismo
Desde la independencia, todos los políticos cubanos, de todas las banderías y signos ideológicos, tanto en el poder como en la oposición, han echado mano de Martí, intentando apropiárselo y proclamando ser los continuadores de su ideario
Y para colmo, en medio de un nada propicio escenario internacional, se le viene encima en unas semanas, la administración Trump, con el cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, que ha prometido arreciarar las sanciones.
¡Allá él si ya se resignó a las crecientes desigualdades en la sociedad cubana! La gran mayoría de los que escribimos en CubaNet vivimos en Cuba y sufrimos a diario las desigualdades, escaseces y demás consecuencias catastróficas de la continuidad post-fidelista
"Lo primero que me preocupa mucho es que el futuro de Cuba sea un futuro de transparencia. Es decir, que no ocurra lo que ocurre en Cuba, que se tapan unos a los otros. Yo no quiero eso para Cuba, y cuando alguien está haciendo algo como esto, yo en realidad me siento comprometido conmigo mismo"
En 1884, a propósito de un notable ensayo del filósofo inglés Herbert Spencer, Martí escribió el artículo “La Futura esclavitud” que publicó en Nueva York. Nos dice muy muy claramente cual es su pensamiento acerca del socialismo, comunismo o colectivismo
Es una pena que mientras las naciones del mundo, incluida una gran parte de África, está buscando como mejorar la competitividad de sus economías, nuestros países todavía sigan de rehenes de una recua de hampones
Las órdenes escritas en Nueva York fueron enviadas por Gonzalo de Quesada desde Key West a La Habana a Juan Gualberto Gómez, quien debía darles curso. Pocos días después Juan Gualberto Gómez ponía el cable convenido, y fijaba la fecha del 24 de febrero para el alzamiento
No había un solo asesor principal de Clinton que apoyaba las sanciones contra la dictadura cubana, y Clinton pronto comenzó una serie de "obsequios" unilaterales a Castro, ocultos en el lenguaje de la política de "pueblo a pueblo". En consecuencia, me enfoqué en la necesidad de quitarle el embargo al Presidente de Estados Unidos y ponerlo dentro de los parámetros de la ley de Estados Unidos a través de legislación
La primera vez que escuché su nombre fue en los medios de comunicación del régimen de La Habana, controlados por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Lincoln fue muy odiado por Fidel Castro y sus acólitos