Pretender que el progreso es una enérgica marcha hacia la igualdad y que implica “justicia social” para los preteridos y "empoderar” a los marginados, es una mentira tan grande como un templo
La nueva lucha de clases
Puede agravarse cuando esta “clase” con vocación de escenificar, gritar y pedir, desciende hacia la lucha de clases callejera, donde generalmente participan en rejuegos políticos. Y se organizan en “partidos políticos”, que en realidad son lanchas de desembarco para ir a tomar el botín acumulado por los realmente productivos
Bogaciones25 de septiembre de 2023 Andrés R. RodríguezLa estructura social que fue levantando Occidente desde el pantano medieval, se basa en la individualidad, lo industrioso y la familia nuclear.
Ello hoy está siendo doblegado y degradado desde la irresponsabilidad, la incompetencia e incluso demencia de algunos gobernantes, intelectuales y catedráticos “marxistas”, “humanistas”, “progresistas”, “buenistas”, que proponen desestructurar los ecosistemas sociales de su ancestral base biológica, para sustituirlos por otros de estructura líquida (con más exactitud, semilíquida porque incluye excrecencias sólidas y líquidas), manejada tecnotrónicamente y moviéndose underground hacia el colectivismo.
En la estructura social deseada por estos irresponsables, el concepto central de es la “lucha de clases”, made in Marx. Este señor, que vivió en el siglo XIX, cuando la ciencia apenas comenzaba a hacerse coherente, era por ello analfabeto en biología. Pretendió que las sociedades evolucionaron mediante una lucha, que, pretendió ver en la naturaleza como lucha por la vida.
¿Son científicos y racionales estos planteamientos? Por supuesto no. En la naturaleza hay competencia, no lucha con odio, que es lo que interpretó de sus lecturas aisladas y lo que propuso Carlos Marx.
Hoy, sosteniendo las ideas de Marx, de las universidades y de la intelectualidad de occidente, está saliendo “fuego amigo” que ametralla por la espalda la cultura occidental. El desmadre sale por ejemplo de la boca de Atilio Borón, José P. Feinmann y Darío Sztajnszrajber (en Argentina); Gabriel Salazar (en Chile); Pablo Iglesias, Inigo Errejón, Juan C. Monedero, Gustavo Bueno (en España); Arturo López-Levi, Noam Chomsky (USA); Enrique Dussel, Oscar de la Borbolla y Julio Rojas (México). Estos y muchos mas, están atrincherados en cátedras y atalayas culturales como activistas en contra de todo lo que no sea el dogma marxista.
Con ello, atacan el núcleo mismo de la creatividad y de la intelectualidad, que siempre debe ser dubitativa. Pero esos señores aun sostienen el mantra marxista como la “única verdad social científica”. Sus errores conceptuares y metodológicos apenas tiene feed-back o consecuencias para ellos. Emiten su discurso monótono y viven cómodamente de esas inexactitudes y mentiras.
Con altos y regulares sueldos, viajan por el mundo para confundir a lectores, oyentes y estudiantes. Los sesgos y dislates anticientíficos de Marx, son sostenidos por casi todos sus herederos directos (Lenin, Trotski, Gramsci, Foucault, Marcuse, Derrida y una extensa lista.) No se atienen a lo que ocurre en la base biológica (que no tiende a la igualdad y a todos caben sino a la diversidad y es selectiva), ni a las evidencias empíricas de la historia (ocultando u olvidando los millones de muertes de estas ideas en el poder) provocados al aplicar estos conceptos autoritarios-buenistas sin fundamento científico.
Cuando los gobernantes han aplicado la “lucha de clases” desde las estructuras del poder (Stalin, Mao, Ceausescu, Pol Pot, Castro, Chávez) el resultado, todas las veces, han sido regímenes de represión, miseria, genocidio y la desestructuración social (o la estructuración de la sociedad humana como si fuera de insectos).
Reestructurar el cuerpo social debe ser una labor de decenios, concertada desde todas las capas. No la agenda que imponen unos teóricos incapaces de aceptar que se están equivocando y que sus errores autoritarios están dañando las sociedades. Aplicar la concepción de la lucha de clases es inhumano y contraproducente. Pero no, estos señores no se retractan porque lo que dicen lo dijo un genio, un individuo sentado en una biblioteca en el siglo XIX, un tal Carlos Marx.
De la impunidad de consecuencias para los que los emiten y sostienen los dislates marxistas desde cómodas cátedras, resulta la soberana estupidez de repetir como mantra lo que sostuvo Marx en el siglo XIX. Pero no son las presunciones de un intelectual ni la cultura libresca, las que pueden captar las leyes de la vida, de la evolución biológica y cultural. Para interpretar las leyes de cómo se mueven las sociedades, hay que leer en el libro del
mundo.
La industrialización (cultura tecnologizada) se deriva de la concertación científico-ingenieril, que ha llevado a elevadas cotas la productividad y sinergia positiva (concertación) ya presente en la primitiva partida de caza. Ello ha hecho muy ricas ciertas sociedades (Europa, EE. UU., Japón y otros países). La productividad de las industrias ha ido creciendo exponencialmente. Ha emergido toda una capa social nueva. Ya no sería apropiado llamarles peyorativamente burgueses y mucho menos proletarios.
¿Les podemos llamar una "nueva clase"? Tal vez sea apropiado llamarles los citadinos. La “clase citadina”, que
habitando invernaderos urbanos, se permite pensamientos enanos, muy alejados del sentido común previo. ¿Es por ello que occidente se encamina a un suicidio cultural?
La nueva clase o clase citadina incluye especialistas diversos, artistas, maestros, funcionarios burocráticos, profesionales e intelectuales, que se prestan servicios unos a otros. Son millones de personas que en general, viven de prestar servicios, algunos muy útiles, otros superfluos.
Pero todos estos roles tiene en común que viven en un ecosistema totalmente artificial (la ciudad, la megalópolis, la universidad intramuros). Y reclaman “derechos”, algunos tan artificiales como el de "universidad pagada" o "cambio de sexo subvencionado socialmente". Son creadores y receptores masivos de proyectos culturales, subvenciones, exenciones, becas, grants. Algunos son creativos, pero otros, son simples parásitos, cuyo sustento depende no de su trabajo ni de su talento y de propuestas concretas, sino de sus contactos con los mecenas (particulares o gubernamentales).
Hoy una gran masa de personas que han acercado su hambre al cuerno de la abundancia industrializado. Pero la arrogancia de algunos los hace encerrarse en sus torres de marfil y, sin contacto con el mundo real, ser incompetentes, improductivos y mediocres. Algunos son "genios" proponiendo "nuevas vías". La mayoría son operadores sociales que ni remotamente existían hasta el Medioevo, son una “nueva clase”. Hoy actúan en el mundo moderno como masas de sanguijuelas chupando del cuerpo social. Son lujos que se permiten las sociedades desarrolladas, pero si no se controlan, tal vez sean su cáncer.
Antes, para ser artesano, artista o creador, no había que ser genio, pero cuando menos había que tener habilidad y talento. Y luchar con gran riesgo, porque las sociedades eran muy pobres. Incluso a los genios los aplastaba por simple escasez y generalizada estupidez. Hoy, la sociedad amamanta a estúpidos que se creen talentos y genios y no son mas que saltimbanquis y picaros de feria. Las universidades pretenden estar llenando al mundo de profesionales “educados”, que han aprobado exámenes de verdadero o falso, concebidos por profesores que no tienen una visión holística, pero que además son caprichosos y banales.
Hoy, las masas citadinas, son masas de cortesanos con una patente de corso, que se dedican a cortejar funcionarios gubernamentales mediocres y chantajistas. Su esfuerzo mayor es llenar papeles para solicitar subvenciones indiscriminadas, sobre todo desde gobiernos. ¿Son la nueva clase de los mantenidos?
Los subvencionados y sostenidos, son por lo general parte colateral pero masificada de las sociedades industrializadas actuales, de sus ciudades. En cada país puede tratarse de millones de personas, algunas muy talentosas y educadas, otras, entrenadas para un rol parasitario. Mediocres llenos de certificados de asistencia y ningún logro concreto, producto de su talento, educación o valor.
La cosa puede agravarse cuando esta “clase” con vocación de escenificar, gritar y pedir, desciende hacia la lucha de clases callejera, donde generalmente participan en rejuegos políticos. Y se organizan en “partidos políticos”, que en realidad son lanchas de desembarco para ir a tomar el botín acumulado por los realmente productivos, es decir,
fundamentalmente los que participan en la agricultura, la industria y las instituciones de investigación.
Hoy la mayoría de los partidos de Occidente, son lanchas de desembarco para llegar a las playas de la hacienda pública. Cuando eso logran, colocan sus expertos en gobiernos locales regionales y centrales, y se dedican a parasitar y desmembrar el cuerpo social histórico. Imponen desde la burocracia su “ingeniería social” plena de subjetividades, su injusta justicia social, sus complejos de segundones y mantenidos, pero escondidos detrás
de nombramientos y lentejuelas.
Estos “ingenieros sociales” de muchos galones, les tienen horror a los números y rara vez estuvieron entre los primeros de su clase. La igualdad es su fórmula mágica porque su origen y destino es el promedio. Y hoy, con la cancel culture, vigilan, embridan y ensillan a los más capaces, a los genios, a los talentos, para que se unan al contrato social que ellos consideran justo y viable: primero que todo, grandes estructuras gubernamentales y
burocracias mediocres a ser mantenidas.
Lo anterior no prospera en las barriadas de las ciencias duras, en los equipos de trabajo de científicos o ingenieros. Ello salva aun a occidente. Pero, ¿hasta cuándo? Si los “humanistas” continúan ocupando colinas, playas e intrincadas estructuras de gobierno, y nos aplastan con sus subjetividades, las sociedades industrializadas y socialdemócratas de occidente se doblegaran por el peso de las sanguijuelas.
Occidente tiene cáncer. Millones de avatares de Rousseau, Marx, Lenin, Castro, Chávez, Foucault, Sartre, sermoneando buenismo e igualitarismo, y pretendiendo que esto es lucha de clases.
Hay muchas preguntas. Termino con una que, ante el ataque que sufre nuestra civilización, no es negociable: ¿Entenderá Occidente la urgente necesidad de regenerar su acervo para poder salvarnos?
Andrés R. Rodríguez es un investigador, biólogo, profesor y escritor cubano exiliado en Estados Unidos. Su más reciente libro es Involución, a la venta en Barnes & Noble. Otros de sus títulos son: Havana 500 Anniversary, Caribbean Touristic Dictionary, Destellos al Alba, Lista de nombres comunes y científicos de peces marinos cubanos, Peces marinos importantes de Cuba, Ecología actual, conceptos fundamentales, Maritime Dictionary, Fábulas vivas, Colonial Havana˗Trinidad, Ecología para Ecoturismo, y La verdad es llama.
Los columnistas son responsables de sus opiniones y no necesariamente coinciden con la postura de ENC.
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