
En Cuba o fuera de ella, no conseguimos librarnos del influjo de Fidel Castro. Fungimos de víctimas o victimarios, de adversarios o cómplices, de delatores y delatados...
Y para colmo, en medio de un nada propicio escenario internacional, se le viene encima en unas semanas, la administración Trump, con el cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, que ha prometido arreciarar las sanciones.
CubaLibre31 de enero de 2025 Luis CinoRecuerdo que fueron pocas las fiestas de fin de año de 1991 en que no se escuchara, junto a La bilirrubina y el Ojalá que llueva café de Juan Luis Guerra y los boleros remozados de Luis Miguel, el Ya viene llegando de Willy Chirino.
Muchos esperábamos que 1991 fuera el último año del régimen castrista. A partir de la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989, se habían ido derrumbando con pasmosa rapidez los gobiernos comunistas de Europa Oriental. El 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov renunció a la presidencia de la Unión Soviética, un país que se había ido disolviendo y que seis días después, el 31 de diciembre, dejaría oficialmente de existir, convirtiéndose en la Federación Rusa.
El régimen castrista había quedado huérfano, sin escalera y colgado de la brocha. Todo hacía indicar que era inevitable el cambio y que, de una forma u otra, llegaría a Cuba la democracia. Pero no ocurrió así.
En realidad, no teníamos por qué habernos hecho ilusiones. Un comunicado del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) había advertido que el partido único, la economía de planificación estatal y el liderazgo de Fidel Castro no estaban entre los asuntos a debatir en las asambleas previas al IV Congreso del PCC. ¡Ay de quien se atreviera a pronunciarse en las reuniones por algo que oliera a pluripartidismo y economía de mercado!
En el IV Congreso, efectuado en octubre de 1991 en Santiago de Cuba, se impuso el inmovilismo. Los únicos cambios que hubo fueron la aprobación de algunos trabajos por cuenta propia, las elecciones directas de los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular y que el Partido Comunista, que se declaraba el encargado de “salvar la patria, la revolución y el socialismo”, añadiera el rótulo “martiano” a lo de marxista-leninista.
Fidel Castro proclamó tozudamente “socialismo o muerte”. Y poco faltó para que literalmente muriéramos de hambre, porque, al terminar el subsidio soviético, escaseó todo y sobrevino la pesadilla que los mandamases, siempre dados a los eufemismos con tal de no llamar las cosas por sus nombres, bautizaron como “periodo especial en tiempo de paz”.
Corroborando que bajo el castrismo siempre todo puede ser peor, aquella pesadilla del Periodo Especial nos parece nimia, pálida, con la mucha más sombría de hoy, con el hambre y los apagones multiplicados varias veces, a la que nos han arrastrado con sus fallidas y desastrosas políticas económicas los mandamases de la continuidad postfidelista.
Y de nuevo en el fin del año 2024, el peor y más triste de los últimos 66 ―cuando, a falta de motivos para celebrar en pocas casas cubanas habrá fiesta―, vuelve a imperar, como en aquel diciembre de 1991, el presentimiento de que este año será el último de la dictadura.
Muchos, desilusionados, afirman que eso hace mucho tiempo que lo vienen escuchando y no acaba de ocurrir. No les falta razón, pero parece que ahora sí será.
Hasta los más escépticos y desesperanzados opinan que “algo grande tiene que pasar”. Y no será precisamente un milagro, ruso o chino, que salve al tardocastrismo.
El régimen se enfrenta a la más adversa de las situaciones que ha tenido que afrontar. A pesar del tono triunfalista, se nota su desesperación. Se han agotado todas sus posibilidades. Cada vez hay más descontento y pese a las amenazas de más represión contra los que protesten, parece inevitable que ocurra un estallido popular de magnitudes incalculables.
Y para colmo, en medio de un nada propicio escenario internacional, se le viene encima en unas semanas, la administración Trump, con el cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado, que ha prometido arreciarar las sanciones.
Tanto ha ido el cántaro a la fuente que es hora ya de que se rompa. No se sabe cómo será, pero de que se rompe, se rompe. Está en juego la vida de la nación cubana.
Publicado originalmente en Cubanet.
En Cuba o fuera de ella, no conseguimos librarnos del influjo de Fidel Castro. Fungimos de víctimas o victimarios, de adversarios o cómplices, de delatores y delatados...
E innumerables poetas han optado por el insilio, desde Dulce María Loynaz, que no ocultando su rechazo al régimen comunista, se encerró en su mansión durante décadas, hasta Rogelio Fabio Hurtado y Rafael Alcides, negados a publicar sus libros con tal de no dejarse manipular por los comisarios culturales del castrismo
Desde la independencia, todos los políticos cubanos, de todas las banderías y signos ideológicos, tanto en el poder como en la oposición, han echado mano de Martí, intentando apropiárselo y proclamando ser los continuadores de su ideario
Los inspectores, chantajeando y extorsionando a los dueños de los negocios, ¿van a terminar con la corrupción? ¿Estarán interesados en acabarla los burócratas atrincherados en los ministerios?
¡Allá él si ya se resignó a las crecientes desigualdades en la sociedad cubana! La gran mayoría de los que escribimos en CubaNet vivimos en Cuba y sufrimos a diario las desigualdades, escaseces y demás consecuencias catastróficas de la continuidad post-fidelista
"Lo primero que me preocupa mucho es que el futuro de Cuba sea un futuro de transparencia. Es decir, que no ocurra lo que ocurre en Cuba, que se tapan unos a los otros. Yo no quiero eso para Cuba, y cuando alguien está haciendo algo como esto, yo en realidad me siento comprometido conmigo mismo"
En 1884, a propósito de un notable ensayo del filósofo inglés Herbert Spencer, Martí escribió el artículo “La Futura esclavitud” que publicó en Nueva York. Nos dice muy muy claramente cual es su pensamiento acerca del socialismo, comunismo o colectivismo
Es una pena que mientras las naciones del mundo, incluida una gran parte de África, está buscando como mejorar la competitividad de sus economías, nuestros países todavía sigan de rehenes de una recua de hampones
Las órdenes escritas en Nueva York fueron enviadas por Gonzalo de Quesada desde Key West a La Habana a Juan Gualberto Gómez, quien debía darles curso. Pocos días después Juan Gualberto Gómez ponía el cable convenido, y fijaba la fecha del 24 de febrero para el alzamiento
No había un solo asesor principal de Clinton que apoyaba las sanciones contra la dictadura cubana, y Clinton pronto comenzó una serie de "obsequios" unilaterales a Castro, ocultos en el lenguaje de la política de "pueblo a pueblo". En consecuencia, me enfoqué en la necesidad de quitarle el embargo al Presidente de Estados Unidos y ponerlo dentro de los parámetros de la ley de Estados Unidos a través de legislación
La primera vez que escuché su nombre fue en los medios de comunicación del régimen de La Habana, controlados por el Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC). Lincoln fue muy odiado por Fidel Castro y sus acólitos